«No es el protectorado al que se halla sometida la arruinada Grecia. Es un régimen de obediencia para evitar la catástrofe. Lo veremos mañana miércoles cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, comparezca ante el Congreso. El Directorio Europeo no figura en ningún organigrama de la Unión, pero existe. Lo integran, por este orden, los intereses de Alemania, los de Francia, los del Benelux y los del gran distrito industrial del norte de Italia.»
Posibles salidas: congelación –e incluso reducción– de la nómina de los funcionarios, obras úblicas canceladas, o una nueva subida de impuestos. O todo a la vez. El cuadro ha cambiado. CiU ha roto este fin de semana casi todas las amarras con Zapatero. Rajoy, inquieto, amagó ayer con dar apoyo a la idea de Duran de un gobierno de concentración que adopte medidas de urgencia, para después convocar elecciones; fórmula que requeriría la dimisión o la caída del presidente. El PSOE lo considera una broma. (LA VANGUARDIA) EL PAÍS.- La decisión europea, de una contundencia excepcional, equivale a comprar tiempo para que los países afectados por las dudas de los inversores puedan ejecutar los planes de ajuste. La volatilidad de los mercados indica que cualquier incumplimiento puede desatar un nuevo espasmo depresivo. No basta con anunciar ajustes; tienen que ser creíbles y hay que aplicarlos. El Gobierno español es uno de los destinatarios de este mensaje. Los inversores, las agencias de rating y los analistas tienen escasa confianza en la capacidad del Gobierno para cumplir con los ajustes EXPANSIÓN.- Ha hecho falta que lo exigiera la canciller Merkel para dar luz verde al macro fondo de estabilización que tiene mucho de rescate a España. Como lo describió ayer Rajoy, “Europa le ha cantado las cuarenta a Zapatero”. Como no nos hemos ajustado, Europa nos ajusta y, además, nos pone bajo vigilancia. Opinión. La Vanguardia España, intervenida Enric Juliana La política española ha quedado intervenida por el Directorio Europeo. A las dos y cuarto de la madrugada del lunes 10 de mayo del 2010, momento en el que los ministros de Economía de la Unión llegaban al acuerdo de proteger con un aval de 750.000 millones de euros la deuda pública más expuesta al tiburoneo financiero, los gobiernos de España, Portugal, Irlanda y, en menor medida, Italia perdían soberanía. No es el protectorado al que se halla sometida la arruinada Grecia. Es un régimen de obediencia para evitar la catástrofe. Lo veremos mañana miércoles cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, comparezca ante el Congreso. El Directorio Europeo no figura en ningún organigrama de la Unión, pero existe. Lo integran, por este orden, los intereses de Alemania, los de Francia, los del Benelux y los del gran distrito industrial del norte de Italia. El Directorio avala, protege e infunde confianza (ayer la bolsa se recuperó espectacularmente), los tiburones se retiran –de momento– para olfatear otras presas, y a los avalados no les queda otra opción que sanear sus cuentas en serio. Apenas resta margen para la ambigüedad en Madrid, Lisboa, Dublín y, en menor medida, en Roma, donde el doble juego es un arte milenario. Sin planes inmediatos de reducción del déficit en los países más débiles de la eurozona, la barrera protectora de los 750.000 millones podría desvanecerse. Y entonces asistiríamos al derrumbe de uno de los grandes sueños del siglo XX: una moneda única europea más allá de los viejos límites carolingios. Rodríguez Zapatero, el hombre que hace unos meses proclamaba su voluntad de revitalizar Europa, ha estado en un tris de verse obligado a anunciar personalmente –como presidente de turno– que su país se halla, de facto, intervenido. Una pesadilla. Atrás queda la solemne declaración del pasado miércoles en la Moncloa tras el fallido encuentro con Mariano Rajoy: "No habrá más medidas contra el déficit, estamos saliendo ya de la crisis". Hace de ello cinco días. Hace una eternidad. La madrugada del lunes, la vicepresidenta Elena Salgado se comprometió en Bruselas a un recorte adicional del déficit público por valor de medio punto del producto interior bruto. Es mucho dinero. 5.000 millones de euros este año. Y otros 10.000 millones de recorte adicional (un punto del PIB) en el 2011. Posibles salidas: congelación –e incluso reducción– de la nómina de los funcionarios, obras públicas canceladas, o una nueva subida de impuestos. O todo a la vez. Hace un mes, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega abroncó por teléfono a Salgado porque desde Economía se había filtrado la decisión de congelar el salario de los funcionarios. Con toda seguridad habrá un dictado a las autonomías para que reduzcan gastos con urgencia. Las autonomías van en camino de convertirse en el perfecto chivo expiatorio del grave trance español. "El insoportable despilfarro de las autonomías" comienza a ser una expresión de moda en los círculos de Madrid. Por una curiosa jugarreta del subconsciente, muchos de los que pronuncian el mantra acaban pensando en Catalunya. ("¡A por ellos, que son de regadío!") El cuadro ha cambiado. CiU ha roto este fin de semana casi todas las amarras con Zapatero (siempre quedará algún cable en manos de Josep Antoni Duran Lleida) para concentrar el voto catalán de protesta y debilitar al PSC. Rajoy, inquieto, amagó ayer con dar apoyo a la idea de Duran de un gobierno de concentración que adopte medidas de urgencia, para después convocar elecciones; fórmula que requeriría la dimisión o la caída del presidente. El PSOE lo considera una broma. Los socialistas exhiben el último barómetro del CIS: sólo 1,5 puntos de ventaja a favor del PP (el sondeo fue realizado en el momento más álgido del caso Gürtel). En Catalunya, José Montilla sigue sopesando la convocatoria de elecciones anticipadas; si espera a noviembre puede enviar al PSC al corazón de la tormenta: el otoño será muy complicado. Y el Partido Nacionalista Vasco, atención al dato, vuelve a ganar enteros como salvavidas. España está intervenida. LA VANGUARDIA. 11-5-2010 Editorial. El País Un euro gobernado El mecanismo de asistencia financiera para evitar la quiebra de los países de la zona euro, dotado con 750.000 millones de euros, ha conjurado la amenaza que pesaba sobre el euro y el descalabro general de la deuda europea. No fue sólo el salvavidas lanzado por los países del euro en una decisión histórica lo que disparó ayer los mercados. El Banco Central Europeo (BCE) ha comenzado a comprar deuda y todo apunta a operaciones concertadas entre los bancos centrales de Estados Unidos, Japón, Suiza, Reino Unido y Canadá para inyectar dólares en el mercado interbancario y acabar con las tensiones de liquidez. Será en su conjunto una intervención financiera pública sin precedentes para salvar el euro. Los máximos responsables de la política económica europea han ofrecido así la imagen de un área euro que se gobierna a sí misma por primera vez. Haciendo de la necesidad virtud, los países agrupados en el euro están empezando a resolver ahora, acuciados por la crisis, los déficits de gobernanza económica que se arrastraban desde la creación de la moneda única. Se trata, se quiera admitir o no, de un salto adelantes sin precedentes hacia un Gobierno económico común de la zona euro. El acuerdo in extremis, después de una semana tenebrosa para los mercados, ha causado un movimiento pendular contrario: una euforia incontenible en los parqués (el Ibex 35 llegó ayer a ganar el 14,4%, récord de las subidas bursátiles en España) y un reflujo general de las presiones sobre el diferencial de deuda (el del bono español con la deuda alemana bajó desde 140 puntos básicos a 97). Pero el éxito del fin de semana no es garantía de éxitos futuros. Hay que proseguir en este camino. La decisión europea, de una contundencia excepcional, equivale a comprar tiempo para que los países afectados por las dudas de los inversores puedan ejecutar los planes de ajuste. La volatilidad de los mercados indica que cualquier incumplimiento puede desatar un nuevo espasmo depresivo. No basta con anunciar ajustes; tienen que ser creíbles y hay que aplicarlos. El Gobierno español es uno de los destinatarios de este mensaje. La vicepresidenta Salgado anunció el domingo un recorte adicional del déficit del 0,5% del PIB este año y de un 1% más en 2011, aunque no sabemos todavía cómo se conseguirán esos ahorros. Los inversores, las agencias de rating y los analistas aplauden el esfuerzo, pero tienen escasa confianza en la capacidad del Gobierno para cumplir con los ajustes. El equipo económico ha repetido que no recortará los gastos sociales; tampoco parece dispuesto a reducir el coste de la Administración; y el recorte de la inversión pública produciría un daño considerable a la recuperación (bastante más que la subida del IVA). La política económica que tiene que ejecutar el Gobierno es más difícil que anunciar sucesivos recortes del déficit. Las promesas sirven de poco si no se explican las medidas que harán posible su cumplimiento. Si esas medidas no se anuncian con rapidez, la deuda española volverá a perder credibilidad. Cuando se esfume la euforia por el acuerdo europeo, los escrutadores de los mercados volverán a vigilar las decisiones; los anuncios ya están descontados. EL PAÍS. 11-5-2010 Editorial. Expansión España sólo ha ganado un poco de tiempo En el corto espacio de tres meses, Zapatero se ha dado de bruces con la cruda realidad de los mercados y ha podido comprobar la imposibilidad de influir en ellos sólo con convicciones ideológicas y diagnósticos optimistas. El presidente creyó poder neutralizar la convulsión en los mercados en febrero con un compromiso genérico de recorte de gasto en 50.000 millones de euros en tres años, de los que sólo atribuía al primer año 5.000. Una cuantía insignificante en un plan sin la concreción que desde entonces han venido reclamando desde ámbitos nacionales e internacionales por activa y por pasiva. Sólo ante la presión de los mercados el presidente ha vuelto a reaccionar con un inesperado adelanto del recorte. El ajuste equivale a 5.000 millones para 2010 –0,5 puntos de PIB–, adicionales a los 5.000 decididos en enero, a los que seguirán otros 10.000 millones el próximo año –1% del PIB–. Curiosamente, lo ha hecho apenas cuatro días después de negarle a Rajoy un acuerdo para recortar el déficit. ¿Por qué lo que era radicalmente imposible entonces sí ha sido perfectamente posible este domingo? Porque ha hecho falta que lo exigiera la canciller Merkel para dar luz verde al macro fondo de estabilización que tiene mucho de rescate a España. Como lo describió ayer Rajoy, “Europa le ha cantado las cuarenta a Zapatero”. Como no nos hemos ajustado, Europa nos ajusta y, además, nos pone bajo vigilancia. Estamos ante un episodio más de la equivocada manera en la que el presidente se ha enfrentado a la crisis, siempre a remolque de los acontecimientos, tomando decisiones improvisadas, tardías e insuficientes. Los mercados de deuda y valores españoles reaccionaron ayer de manera muy positiva ante una histórica decisión del eurogrupo que permite ganar tiempo, pero el problema no se puede dar por zanjado. De momento, queda el poso de que el Gobierno, lejos de ganar credibilidad, la sigue perdiendo al exhibir su incapacidad para tomar decisiones y a esperar que se las impongan desde el exterior. Zapatero tiene que convencer ahora de la factibilidad de su nuevo plan a sus socios del eurogrupo, que de momento lo perciben insuficiente. Y lo primero que le van a exigir es que diga dónde, cuándo y en qué cuantía va adelgazar el gasto. Mal empieza si sigue poniendo como tabú infranqueable el sueldo de los funcionarios. ¿Acaso prefiere recortar inversión productiva en lugar de gasto corriente? Eso sí que sería un pesado lastre para la recuperación. También afirma que todo eso lo hará sin subir impuestos. Mañana en el Congreso debería resolver estas dudas, pero difícil cuadratura del círculo se propone, en un horizonte de estancamiento económico del que no cabe esperar un mayor ritmo recaudador. Zapatero está entre la espada y la pared, entre la querencia a cultivar su imagen con cálculo electoralista y sus intentos por convencer a los mercados. Ambas cosas a la vez son incompatibles. En julio pasado aseguró con rotundidad que nunca subiría los impuestos, y dos meses después imponía una subida del IVA y del IRPF. Ya pueden hacerse una idea los contribuyentes de lo que les espera en otoño. EXPANSIÓN. 11-5-2010