La posibilidad de que en España haya un gran apagón ‘sobrevenido’ desde una gran avería en la red eléctrica europea es más bien remota. Pero eso no quiere decir que no estemos libres, ni mucho menos, de una crisis energética que acabe generando graves problemas de suministro eléctrico. Todo lo contrario: la dependencia energética de nuestro país multiplica los riesgos en la actual coyuntura.
La inmensa mayoría de la energía que consumimos se produce en las centrales eléctricas nacionales. Las que usan energías renovables -las hidroeléctricas, eólicas o solares- lo hacen con fuentes endógenas e inagotable. Su problema es la falta de constancia -dependen del flujo hidrológico, de las horas de sol o de los vientos- y la falta de sistemas que “almacenen” grandes cantidades de electricidad sobrante a unas horas del día para utilizarlas en otras.
En el momento actual, la constancia del suministro energético en España depende de dos tipos de centrales -las térmicas y las nucleares- que a su vez dependen de un combustible: hidrocarburos en el primer caso, material fisionable en el segundo, que debe ser importado en su totalidad. Ahí radica nuestra dependencia energética.
Especialmente crítico es el suministro de gas, porque las centrales de ciclo combinado son las que -por su facilidad para “apagarse y encenderse”, a diferencia de las nucleares- son las que dan estabilidad a la red. Hay reservas de gas para 20 días. Si el suministro de hidrocarburos bajase a cero habría un colapso en menos de tres semanas. Nuestras conexiones con Francia solamente podrían aportar un 10% y España solo puede cubrir una demanda de unos 30.000 megavatios por hora.
¿Y qué pasa con el gas?
Cerca del 45 % del gas que España importa y consume procede de Argelia. Con este país nos llegaban hasta hace poco el gas a través de dos gaseoductos: el Gasoducto Magreb-Europa, GME (13.500 millones de m3), que canalizaba el gas argelino a Tarifa (Cádiz) a través de Marruecos, y el Gaseoducto submarino Medgaz (8.000 millones de m3) que va directamente desde Argelia a la costa de Almería.
Pero el enconando conflicto diplomático entre Argelia y Marruecos -con el Sáhara y el alineamiento de Rabat con Washington e Israel de fondo- ha hecho que las autoridades argelinas rescindan el contrato del GME. La intención de Argelia es derivar todo ese gas que suministra a España a través del Medgaz, ampliando su capacidad inicial de 8.000 a 10.000 millones de metros cúbicos al año. Pero incluso con eso, sólo llegaría el 75% del gas argelino que importábamos hasta ahora.
La forma de trasladar los 4.000 millones de m3 que faltan desde Argelia para cubrir la demanda actual, sería en forma de Gas Natural Licuado (GNL), mediante unas naves muy especializadas: barcos metaneros que han de mantener el hidrocarburo a 160 grados bajo cero. Se calcula que haría falta una flota de unos 48 buques de este tipo, que viene a ser un 8% de la flota mundial de metaneros.
Y aquí tenemos otro problema: estos barcos están monopolizados por un puñado de unas cinco grandes corporaciones, y su disponibilidad está más que disputada. En el último año ha habido una fuerte demanda de gas en Asia que ha provocado una escasez de metaneros, de forma que incluso se desviaron a ese continente barcos que iban a descargar a España.
La ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera ha viajado a Argelia, donde sus autoridades le han dado todo tipo de garantías de que cumplirán con el suministro de gas a España. Pero las turbulencias mundiales hacen que esta promesa haya que ponerla entre paréntesis.
Dani dice:
Lo que hace falta para no tener esa dependencia energética es abrir algunas centrales nucleares más para garantizar el suministro continuado de energía barata, y si con eso no llega, mientras se desarrollan industrias energéticas alternativas, no cerrar las generadoras de carbón ni las minas, para no tener que hacer el payaso de comprar carbón y traerlo en un carguero.