Kayed Hammad, productor y traductor gazatí refugiado en España

España acoge a Kayed Hammad

Kayed llegó a España y conmovió a todo el mundo con su historia, que es la de un pueblo que se resiste a que arranquen sus raíces de la tierra de sus abuelos

*Joanen Cunyat, director de director de Foros21, es portavoz de la plataforma PararLaGuerra.es

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En medio de los preparativos para la jornada de movilización contra el Genocidio en Palestina del 14 de junio, como dos semanas antes, me llamó una periodista de La Sexta, Gurutze Gutiérrez, que había cubierto algunas concentraciones anteriores. ‘Javier Fesser y Fernando Colomo me han recomendado que hable contigo’, junto a la veterana periodista Mercè Rivas, se habían lanzado a sacar a Kayed Hammad de Gaza, un productor palestino que ha actuado como soporte de los equipos españoles durante años.

En una semana reunimos la firma de 60 profesionales de la Cultura que le pedían por carta al ministerio que sacara a Kayed de allí. Era la tercera carta y surtió efecto. Un mes después, Kayed Hammad llega a España acompañado por Mikel Ayestarán, e interviene en la concentración del 12 de julio en la Plaza de Callao de Madrid y emociona a todos los asistentes.

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¿Cómo empezaste a trabajar con periodistas españoles?

En el 94 volvió la Autoridad Palestina después de lo Acuerdos de Oslo, y desde entonces empezó a venir mucha gente, entre ellos periodistas de diferentes países. La primera vez fue por casualidad. Un amigo mío encontró un equipo de televisión, no recuerdo de qué canal, querían entrevistar a gente y tenían problemas con las traducciones, y este amigo les dijo que conocía a alguien que vivía cerca y que hablaba español.

Fui con ellos, dimos una vuelta por el campo de refugiados, por donde me pidieron y por donde ví que les podía interesar, y a partir de ahí empezaron a llamarme otros. Y así he estado trabajando casi 20 años, casi siempre con españoles o con equipos de habla hispana, porque venían de Sudamérica, y empecé a trabajar con ellos también.

¿Y cómo es que hablabas español?

Estuve en España tres años, del 90 al 93. Vine aquí a estudiar. Luego fui a Gaza para visitar a la familia, y ya no pude volver más a España.

¿Qué estudiabas en España?

Un ciclo de Electrónica y Comunicación.

¿Por qué elegiste España?

Son muchos los palestinos que eligen España. Es un país preferido por mucha gente en Palestina. Además yo tengo un hermano que ahora lleva más de 51 años en España. Por entonces era más fácil venir a España.

Los bombardeos nos siguieron hasta allí’

¿Qué era lo más difícil de tu trabajo con los equipos españoles de periodistas?

Los israelíes se retiraron de la franja de Gaza, excepto los asentamientos. Entonces pusieron los checkpoints, puestos de control. Había uno muy famoso, que se llamaba Abu Holy, que separa el sur del norte. Había días que podías cruzarlo en 10 minutos, o en 10 horas, o 3 días. Este era el gran problema, una vez que uno cruza al otro lado no sabes qué puede pasar. Gaza no tiene más que 43 kilómetros de largo, pero cuando cruzas de un lado al otro, del sur al norte, o lo contrario, nunca puedes saber cuándo vas a volver.

Esto era lo más difícil para mí y para los equipos españoles. Pero después del 2025 se retiraron del todo de la franja de Gaza.

¿Cuándo fue la última vez que estuviste con periodistas en Gaza?

Antes de la guerra, puede ser un mes antes, algo así. Por ejemplo, Mikel Ayestarán que solía venir frecuentemente a Gaza, durante 20 años, dejó de venir.

¿Cómo habéis vivido desde el 7 de octubre?

Desde el primer momento lo cortaron todo. Tanto el agua, como la luz, la entrada de comida, y lo peor es que prohibieron la entrada de cualquier periodista internacional hasta hoy. Todavía no se puede. No quieren que nadie sepa realmente lo que está pasando.

Y los periodistas locales, que podemos hacer que lleguen las imágenes… la última cifra es de 229 periodistas asesinados en la franja de Gaza.

Cuando pasó lo del 7 de octubre yo vivía en un piso en un edificio de 12 plantas que fue bombardeado la primera semana. Entonces me tuve que ir a la casa de mi hermana, pero los bombardeos nos siguieron hasta allí.

No tienes donde poner los pies de tanta gente y tantos escombros’

Volvimos a escapar. En realidad escapas de la muerte cada día, saliendo de noche o a plena luz del sol, dejando todo lo que tú tienes en casa, con algo de comer, algo de ropa… lo demás hay que dejarlo y salir corriendo. Y la última casa en la que estuve antes de venir a España era la número 17, y de diferentes lugares. Hay gente que vive en zonas fronterizas que a lo mejor han cambiado de casa más de 20 veces.

Y ¿cómo se vive así, cómo lo haces si el 80% de las casas están destruidas?

La gente vive donde puede, y con lo que encuentra, en definitiva. Efectivamente la mayoría de las casas están destruidas, por lo que hay que buscar cualquier rincón, una pared para apoyarse y poner una tienda, encima de los escombros, o en la mitad de la calle.

Algunas veces uno no tiene donde poner sus pies de tanta gente y tanto escombro que hay, con colinas de basura, con los desagües, sin agua potable. Es una vida, la verdad, que está más cerca de la muerte que de la vida. Hay un hilo muy fino entre la muerte y este tipo de vida que hemos vivido.

¿Cuándo tomas le decisión de venir a España?

Cuando mis amigos periodistas me dijeron que iban a escribir una carta al Ministerio de Asuntos Exteriores. Ellos tampoco estaban seguros de que fuera a funcionar. Y yo, la verdad, lo tomé como un ‘vamos a ver’. Suelo pensar que si no ganamos nada tampoco perdemos.

Hasta que me sorprendieron con la noticia de que nos iban a sacar. Llevamos dos semanas aquí en España, y muchas veces pienso que es un sueño, y que dentro de poco alguien me va a despertar, porque no nos cabe en la cabeza, la verdad. La vida en Gaza se hizo imposible.

Ten en cuenta que mi familia, mis tres hijos -bueno, eran cuatro, y perdí uno en la guerra-, y mi mujer, nunca han salido de la franja de Gaza, nunca jamás. Para ellos ver una zona verde es una cosa nueva. Ver una montaña, tener la luz 24 horas al día… ellos bromean, unos con otros y se dicen, ‘vamos a bajar el interruptor para sentir que estamos en Gaza’.

Hay un hilo muy fino entre la muerte y este tipo de vida que hemos vivido’

En los últimos 17 años, desde que empezó el bloqueo, antes de la guerra, como mucho, en los mejores días, la luz venía durante ocho horas, y luego se reducían a cuatro, a dos, o se va la luz. Es la primera vez que mis hijos ven la luz 24 horas al día, que tienen agua potable, comida… hemos sufrido una auténtica hambruna. Hemos llegado a comer pienso de animales, harina hecha de cebada y maíz que se entregaba a los animales, de la peor calidad del mundo, mezclada también con arena. Eso lo hemos comido para salvar la vida. Incluso nos hemos sentido culpables porque hemos hecho que muchos animales se murieran de hambre, porque les hemos quitado la comida.

¿Cómo lo ves, lo que tienes por delante?

Quisiera que mis hijos tengan la oportunidad de tener un mejor futuro, que puedan estudiar. En Gaza hemos perdido dos años de estudios. Van a aprender otro idioma, y eso para mí es un éxito que he podido darles como padre. Hace muchos años podría haberme quedado en España pero estoy en contra de la migración como solución al genocidio. Lo que nos pasa a nosotros es diferente a todo lo que ocurre en el resto del mundo. Llevamos sufriendo un genocidio desde hace 77 años, y la solución no es salir del país.

Kayed Hammad a su llegada a España

Considero que esto es una situación temporal para que podamos tener mejor vida en el futuro, por lo menos para mis hijos, porque yo, la verdad, me he lavado las manos hace mucho de esta vida. He nacido y crecido en un infierno dentro de Gaza, pero hay la esperanza para que mis hijos, por lo menos, tengan mejor vida. Ya veremos, porque si en Gaza he tenido que cambiar 17 veces de casa, aquí en España el problema me persigue, porque todavía no hemos podido conseguir una casa.

Y aquí, te he dicho que hemos cambiado 17 veces de casa, pero este problema me persigue aquí en España porque todavía no tenemos un sitio donde vivir. Me río por no llorar.

Allí no tenía casa y pasaba de una a otra. Aquí me han dicho que puedo hacer todo lo que quiera menos de dos cosas, conducir o trabajar. Y sin trabajo no me dan casa. Ahora vivimos en casa de mi hermano, pero para alquilar una casa me piden un contrato, la declaración de la renta, y como tengo prohibido trabajar no hay manera de alquilar una casa.

Yo les digo de broma a mis hijos ‘pues hacemos como en Gaza, cogemos una tienda y la ponemos en cualquier lugar’.

¿Cómo se transmite de generación en generación casi ocho décadas de ocupación, cómo se les cuenta a los niños?

Mi padre decía que una ocupación no puede durar toda la vida. Somos el único país que está bajo ocupación. Mi padre vivía con esperanza y me decía ‘si yo no consigo ver a nuestro país libre, tú lo conseguirás, y si no tus hijos o tus nietos’, y seguimos de esta manera. Nunca hemos abandonado. Por mucho que lo estemos pasando muy mal y por más guerras que suframos, mantenemos la esperanza de que esto tendrá un fin.

Nos sentimos culpables porque hemos matado de hambre animales para sobrevivir’

Porque si uno pierde la esperanza, pierde su humanidad, y puede ser que también pierda su vida. Podría saltar de un edificio o pegarme un tiro, pero lo que me mantiene es la esperanza.

¿Qué piensas mirando hacia los próximos meses o los próximos años?

Siempre he trabajado con medios de comunicación y me gustaría seguir. No solo como un trabajo para ganarme la vida, sino para ayudar. He dejado a dos millones de personas allí y muchos de ellos familiares. Estamos aquí en España pero nuestros corazones todavía están ahí.

Durante unos años me gustaría que mis hijos estudien, pero en un tiempo puede que haya una solución, una manera de volver y vivir con las normas básicas de un ser humano. Eso es lo que queremos, lo que pedimos no es nada imposible, tener nuestros derechos como seres humanos. Esperamos conseguirlo aquí en España.

Ahora lo que nos preocupa es tener una casa y una dirección, que mi familia pueda aprender español para poder integrarse en la sociedad.

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