En un reportaje ofrecido por el periódico El País – de Carlos Boyero -, Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales – FAPAE – afirma que: «No caben 173 películas españolas en las salas».
Es lógico ensar que la competencia en el cine se las gaste así o peor. Pero lo es en el sentido de la competencia artística, es decir, con un gran número de producciones el mercado selecciona, eleva al estrellato a unas y hunde a otras. Pero el criterio que aparece reflejado y se difunde es que hay un exceso de películas, como también comparte Carles Josep Solsona. "Tanta película no tiene salida". Solsona es director general de la Asociación de Productores Independientes de Cataluña (APIC). Al mismo tiempo se introduce el cuestionamiento de las ayudas oficiales, lo que no deja de ser un aviso para navegantes de lo que puede llegar. Si las películas salen gracias a las ayudas oficiales y muchas de ellas no llegan ni a comercializarse, o lo hacen con un resultado pírrico, hay que cuestionar estas ayudas, y seleccionar mucho mejor a quien se le dan. Muy peligroso. Así se presenta la pequeña iniciativa independiente – un artista que es su propio productor -como una molestia, grasa sobrante. Quizás no sea coincidencia la exigencia de las cadenas privadas de televisión de eliminar el canon que pagan para la producción de películas españolas a cambio de correr con un 3% de gastos para financiar TVE, una vez el Gobierno ya ha decretado la desaparición de la publicidad en la cadena pública. Año tras año, alrededor del 20% de la producción nacional no llega al cine o reúne a menos de 100 espectadores. Pero ni se abordan, ni se quieren abordar las causas reales. “El pasado año, según Cultura, se rodaron 173 largometrajes. De todos ellos, 24 tuvieron menos de 100 espectadores; otras 46 aún no se han estrenado, lo que, a mes de mayo, no presagia nada bueno. De las películas rodadas en 2007, 20 continúan sin estrenarse.” – información proporcionada por El País, Carlos Boyero -. Pero desde los voceros quiere reflejarse que este problema no afecta a los profesionales, pues su arte es algo mucho más elevado, como si vivieran del arte. Así relfejan la opinión de Albert Serra: "A mí me importan los espectadores bien poco […] A mí me interesa la posteridad; que hoy vaya más o menos público al cine, o que haya crisis, como director me da igual. No voy a mover ni un ápice de mi criterio artístico en función del gusto del espectador". Y ya está representado el mundo de la cultura, ¿no? El monopolio de las Majors norteamericanas es aplastante, pero el problema estructural, también para enfrentarse a las Majors, reside en que tipo de historias y que política se sigue desde la producción española. Películas como “Mentiras y gordas” han arrasado en taquilla cogiendo el esquema de series telivisivas de éxito: la vida y problemas cotidianos de la gente, más en un momento en el que son muchos y gordos. Desde luego la relación con el público no puede basarse en cuotas impuestas en las salas, aunque deban existir y aumentarse. Un cine que no se somete al público y se nutre de él no puede subsistir salvo que esté subvencionado. Esta es la herramienta principal con la que ha contado, por ejemplo el cine francés, con una cuota tres veces superior de audiencia en las producciones nacionales. Subvenciones y cuotas, sí. Esclerosis y guiones metafísicos, tampoco