Ser parte de un Estado fallido implica no tener futuro en el mundo y devenir apátrida. Otro motivo de alarma es que el veredicto de peligrosidad y la sentencia de inviabilidad suelen ser profecías autocumplidas que preceden al intervencionismo de los bombarderos y las tropas de ocupación, como les ocurrió a Yugoslavia y al propio Irak.
Diversas voces en Washington han incluido a México en la nómina de «estados fallidos» y lo han comarado, por peligrosidad, con Pakistán, Irak e Irán.Irán es uno de los estados más perdurables y sólidos del mundo y la «falla» de Irak es haber sido destruido por Washington y sus ayudantes militares. De cualquier forma, el adjetivo escandaliza porque tiene el tono de una condena contra la nacionalidad.Ser parte de un Estado fallido implica no tener futuro en el mundo y devenir apátrida. Otro motivo de alarma es que el veredicto de peligrosidad y la sentencia de inviabilidad suelen ser profecías autocumplidas que preceden al intervencionismo de los bombarderos y las tropas de ocupación, como les ocurrió a Yugoslavia y al propio Irak. Las instituciones políticas de México se encuentran corrompidas, desacreditadas y envilecidas por la oligarquía que se impuso con Salinas y que ha seguido perpetuándose en el poder mediante Zedillo, Fox y Calderón, pero otro tanto, si no es que peor, ocurre en Italia en la época presente, ahora que los representantes de la mafia son mayoría en el Palazzo Montecitorio y la delincuencia organizada despacha en el Palazzo Chigi. ¿Pero es Italia un Estado fallido? El manejo económico Salinas-Calderón ha producido una catástrofe social sin precedente, pero ello no implica que México no tenga los recursos necesarios para alimentar, vestir, educar, emplear, dar techo, transporte, cultura y dignidad a sus habitantes; ocurre, en cambio, que los gobiernos optaron por concentrar la riqueza de el país en unas cuantas manos y por subsidiar el esplendor económico de Estados Unidos y de Europa mediante diversos mecanismos de transferencia de riqueza: pago de deuda externa, aliento a la inversión foránea especuladora, entrega del sistema bancario nacional a corporaciones estadounidenses, inglesas, españolas.Entre la crisis económica, a pesar de la violencia desatada por el gobierno de Calderón y los narcos, a contrapelo del saqueo del erario público que practica el los funcionarios corruptos, los mexicanos, en su gran mayoría, se levantan temprano para ir a ganarse la vida en forma honesta, llevan a sus hijos a la escuela, pagan impuestos, no matan, no violan, no torturan y no hacen fraude, y conviven, discuten, festejan y guardan luto en forma civilizada.Las universidades públicas, en medio del acoso de un grupo gobernante que quisiera verlas privatizadas, siguen preparando profesionales, las ambulancias siguen recogiendo accidentados y las mercancías se siguen despachando por los mercados. Esta base formidable de civilización, en la que reposa el Estado mexicano, ha impedido, pese a todo, que los desgobiernos de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón lleven al país a la subversión, a la desestabilización y al caos completo.Sobre la peligrosidad: es cierto que el servilismo del los distintos gobiernos han hundido al país en una ola de violencia a la que el gobierno llama «guerra»; de serlo, sería una guerra intestina entre cárteles de la droga, pues ahora es imposible saber cuáles de ellos o de sus segmentos ocupan las oficinas de procuración de justicia y de seguridad pública desde las que se «combate al narcotráfico».La Iniciativa Mérida, si bien es un plan del Gobierno estadounidense que destina recursos en apoyo a Calderón contra al narcotráfico, su esencia es perpetuar la participación de México en la lucha antiterrorista de Washington e impedir el ingreso de terroristas, narcotraficantes e inmigrantes indocumentados.Los más de 500 millones de dólares no son para garantizar la seguridad de México, sino para proteger los intereses de la seguridad nacional estadounidense. Son para que México se convierta en la gran policía fronteriza.Los resultados serán la mayor militarización del país, extensión de la violencia, la participación de agencias como la DEA y la CIA en actividades propias de autoridades mexicanas, la criminalización de la migración irregular justificada por la lucha contra la delincuencia transnacional, aumento de la violación de los DD HH, y en particular la definición de las amenazas para la seguridad nacional mexicana en términos de las amenazas para EE UU.Donde más ha sido útil el modelo es como una herramienta para mantener el control geopolítico. Elevar el tráfico de drogas a un asunto de seguridad nacional le ha permitido intervenir en la política de los países productores de droga y de transito. Sin duda, el caso clásico de injerencia estadounidense en un país a través del modelo de la guerra contra el narcotráfico ha sido el Plan Colombia.Se plantea el Plan México en términos que parecen ser muy similares. El Plan México, implicaría programas de cooperación, entrenamiento, intercambio de información y recursos. Es evidente que estamos frente a una acción coordinada de militarización en nombre de la seguridad, y que el modelo implica una etapa de mayor participación de Estados Unidos. Esta participación se da en cuatro niveles: primero en la planeación de medidas nacionales y locales de seguridad, segundo en el entrenamiento de policías y elementos del ejército y de los cuerpos de investigación, después en la ejecución de acciones y políticas de seguridad y de «guerra contra el narcotráfico» en territorio mexicano.Pero éste sigue siendo (como siempre) un negocio primordialmente estadounidense; lo inviable no es México, sino la pretensión de combatir una actividad ilícita y hacerlo en alianza subordinada con quienes más la propician y más se benefician de ella. México no es un peligro para sus vecinos ni para la comunidad internacional, como sí lo son Estados Unidos e Israel, a los cuales nadie les llama «estados fallidos».