Dos semanas después de que el primer ministro de España, Mariano Rajoy prometiera que ” no habrá un rescate bancario español“, y después de días de retraso en el que el señor Rajoy presionó a los funcionarios europeos para fijar unos términos de rescate más blandos, España se ha unido a Grecia, Irlanda y Portugal, como el último receptor de un rescate. ¿Catástrofe evitada? No lo creemos.
Los rescates –éste de un valor de hasta 125 mil millones de dólares– se supone que deben ayudar a restaurar la confianza de los inversores. Sin embargo, los inversores han descubierto con claridad lo que muchos políticos europeos siguen negando: los rescates de serie, los planes parciales y la austeridad de talla única para todos no son la solución.
El lunes, los costes de los intereses españoles e italianos se dispararon después que el señor Rajoy, el día anterior, había intentado sin convicción minimizar el nuevo rescate –afirmando que se trata de una línea de crédito-, mientras que Mario Monti, primer ministro de Italia, advirtió públicamente de un riesgo “permanente de contagio “.
Y la calamidad potencial más cercana está a días de distancia. El domingo, los electores griegos irán a las urnas para elegir un nuevo gobierno y, en consecuencia, si desean permanecer en la zona euro. Una salida de Grecia caótica (y es difícil imaginarla de una manera ordenada) podría poner en peligro la estabilidad bancaria en toda la zona euro. Algunos analistas advierten que podría provocar una crisis financiera mundial como la de Lehman Brothers.
España necesita con urgencia el plan de rescate, y puede llegar a ser un paquete mejor que el de los demás. El Gobierno español podrá utilizar el dinero para el único propósito de la recapitalización de sus bancos, evitando las onerosas y contraproducentes condiciones de austeridad impuestas a Grecia, Irlanda y Portugal.
Estos términos ventajosos para España son una recompensa a la agenda de austeridad fiscal implantada voluntariamente por el Gobierno en los meses precedentes. Pero esperamos que la decisión también anticipe una reconsideración de la postura que mantiene Alemania y otros países europeos y acaben por reconocer que la contención del gasto público y la austeridad que han estado demandando ha sido un fracaso. La contracción fiscal ha profundizado la recesión en las economías en dificultades de Europa, lo que las hace menos capaces de pagar sus deudas. También han conducido a la agitación social y política en Grecia .
Los problemas de España se enraizan no tanto en el despilfarro de recursos públicos de los Gobiernos precedentes, sino en el estallido de la burbuja inmobiliaria, que ha devastado los balances bancarios. Las entidades financieras han estado dando demasiado crédito, de forma insensata, durante demasiado tiempo. El rescate otorga correctamente a la Unión Europea la facultad de supervisar a los bancos rescatados y una mayor voz en las reformas estructurales, incluyendo aflojar los estrechos vínculos entre políticos locales y los bancos locales.
Pero España no está fuera de peligro. La ayuda se traducirá en un aumento de la deuda pública, lo que complicará enormemente la tarea del Gobierno para atender la deuda actual al mismo tiempo que recorta servicios básicos. Esto puede desencadenar una segunda intervención, esta vez del país. Algo que es, probablemente, inevitable (…)