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Sudán se desangra en su tercera guerra civil. Pero donde la población civil vive un infierno de violencia étnica, hambruna y crímenes de guerra -más de 150.000 muertes y 12 millones de desplazados- hay otras potencias que se llenan las manos de oro. Por ejemplo Emiratos Árabes.
Desde la sucesión de conflictos y protestas sociales que hicieron caer 30 años de régimen de Omar al-Bashir, Sudán sufre una cruenta guerra civil en la que detrás de cada facción y señor de la guerra están los intereses de diferentes potencias imperialistas. Tras las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) del general Abdelfatah al Burhan encontramos el apoyo occidental y de EEUU; y tras las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR o RSF) y sus temibles janjaweed encontramos el apoyo de Rusia… o de Emiratos Árabes.
En el caso de Emiratos, seguir la pista del oro es seguir la pista de la sangre. Emiratos Árabes no tiene ni una sola mina de oro, pero es el segundo mayor exportador mundial, y han aumentado sus reservas de oro un 30% en el último año sin haber registrado compras en los mercados mundiales.
No, no es por haber encontrado al genio de la lámpara. La respuesta es Sudán.
Emiratos Árabes apoya a una de las facciones, las FAR, que controlan el oro extraído ilegalmente de las minas de Jebel Amer en Darfur. A través de contrabandistas sacan el metal hacia Emiratos Árabes y una vez allí se convierte en moneda,se compra armamento de todo tipo para las FAR y se devuelve de nuevo a Sudán, donde vuelve a alimentar los crímenes de guerra y los ríos de sangre.