11 Marzo

El terrorismo es fascismo

El terrorismo siempre es fascismo. No solo siega la vida de víctimas inocentes. Atenta contra la libertad y la democracia de todos, intentando imponer por la fuerza del terror sus delirios reaccionarios. Por eso es también siempre un crimen contra la humanidad. La unidad y voluntad de los pueblos en defensa de la paz, la libertad y la democracia será siempre mucho más fuerte que el terror. El terrorismo es siempre fascismo. Ni ha sido, ni es, ni será «de los pueblos. El terrorismo siempre está al servicio de los intereses y proyectos de grandes potencias mundiales y de poderosas clases dominantes»

Y el fascismo es por definición la dictadura terrorista del capital monopolista. Es decir, el régimen más execrable que utilizan las clases más reaccionarias -las burguesías monopolistas e imperialistas- para imponer su dominio sobre la población, utilizando en primera instancia la fuerza y el terror. Así ha sido desde la misma aparición del imperialismo, en los años treinta del siglo XX o en la actualidad.

El terrorismo, tanto si utiliza motivaciones políticas o religiosas, si enarbola como bandera el integrismo islámico o la “nación vasca”, comparte siempre las características más negras del fascismo.

Pretende imponer sus proyectos políticos amedrentando a la población a través de la fuerza, extendiendo el terror entre la sociedad, ejecutado a través de los medios más criminales.

Exige el sometimiento absoluto de toda la sociedad y de cada individuo, eliminando cualquier disidencia y pulverizando las libertades individuales y la democracia, hasta imponer su dominio mediante una dictadura del terror.

Parte del principio de que “el fin justifica los medios”, de que existe un “bien superior” -la raza aria, la nación vasca, la religión…- que otorga “carta blanca” para cometer cualquier crimen.

La base de principios y el programa político del terrorismo, sean cuales sean las razones que invoca, es la que se corresponde al dominio imperialista. Y no puede ser más ajena a los pueblos.

Desde su mismo origen, el movimiento comunista ha denunciado el terrorismo.

Marx combatió a quienes “alientan una ola de violencia espontanea y destructora” como forma de lucha revolucionaria, llamando a la tarea de “dominar la ciencia mas compleja y útil de la organización política del proletariado”. Y expulsando en 1872 de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) a todos los defensores del terrorismo, tratándolo como algo antagónico con la lucha del proletariado.

Lenin combatió duramente las concepciones terroristas que hicieron mella entre los llamados socialistas revolucionarios (eseristas). Estableciendo que “la experiencia histórica ha condenado de modo unánime el terrorismo (…) el terrorismo parte de un punto de vista hostil a la revolución de los trabajadores con el apoyo de las masas”.

Detrás del terrorismo siempre encontramos al imperialismo

Las posiciones dominantes entre determinados sectores de la izquierda ante el terrorismo borran por completo el aspecto principal, la intervención del imperialismo.

En nuestra época, imperialismo y terrorismo son dos caras de una misma moneda. El terrorismo es una de las muchas herramientas que utiliza el imperialismo para intervenir y desestabilizar aquellos países que busca controlar.

Así ha ocurrido con el origen y desarrollo del terrorismo islámico. Nada tiene que ver con “una respuesta desesperada de los pueblos árabes”. Detrás de su origen encontramos los proyectos de dominio global de la superpotencia norteamericana.

En 1980, en el momento álgido de la Guerra Fría, EEUU financió y armó a los talibanes para combatir la invasión soviética de Afganistán. Una operación encabezada por Z. Bzrezinski, entonces a la cabeza de la política de seguridad nacional con Carter y hoy uno de los principales asesores de Obama en política internacional. De aquí surgirían posteriormente Al Qaeda y Bin Laden.«El terrorismo siempre acaba sirviendo a los intereses y proyectos de las principales potencias, es uno de los instrumentos de dominio del hegemonismo.»

En 2013, ante el fracaso de la operación que pretendía derribar el régimen de Bachar El Asad en Siria, EEUU impulsa, financia y arma a diferentes grupos armados, que lleven adelante las operaciones militares sobre el terreno como “peones interpuestos”. Uno de ellos es el que luego se convertiría en el Estado Islámico, y que ha llegado a controlar territorio sirio e iraquí donde viven hasta ocho millones de personas.

Están documentadas las reuniones en Siria de John McCain -senador republicano, rival de Obama en la carrera a la presidencia y “negociador clave” en las operaciones de la CIA en todo el mundo- con Ibrahim al-Badri, más conocido por su nombre de guerra, Abu Bakr al-Bagdadi. O sea el fundador del Emirato Islámico (EI) y autoproclamado emir del Califato de Irak y Siria.

No hay que buscar por tanto en la lucha de los pueblos árabes el origen del terrorismo islámico, sino en la superpotencia norteamericana, o en sectores de las burguesías petroleras con ambiciones imperiales locales, y que desde Arabia Saudí u otros emiratos petroleros financian generosamente al Estado Islámico como antes hicieron con Al Qaeda.

No es un fenómeno nuevo. Desde hace cincuenta años el terrorismo en Europa Occidental ha ido apareciendo y desapareciendo en los momentos en que EEUU necesitaba forzar la situación política de uno u otro país.

En los años setenta, EEUU utilizó en Italia la violencia del terrorismo, tanto de “ultraderecha” como de “ultraizquierda” con el objetivo de desestabilizar el país para impedir que el PCI -el poderoso partido comunista italiano prosoviético- alcanzara el gobierno.

Giandelio Maletti, ex director de la contra-inteligencia italiana, confesó que la oleada de atentados de grupos de ultraderecha, de los que el gobierno se apresuró a culpar a la extrema izquierda, se impulsó bajo órdenes directas de la CIA, con el objetivo de desacreditar al PCI.

Al mismo tiempo, Norman Birmbaum, un analista independiente norteamericano, no duda en afirmar que «buena parte del terrorismo italiano fue obra de las agencias de espionaje italianas, nostálgicas del fascismo y corrompidas con dinero extranjero. En otras palabras, el terrorismo rojo era a menudo bastante negro (o rojo, blanco y azul)», es decir, los colores de la bandera de barras y estrellas.

Son las Brigadas Rojas las que secuestran y asesinan a Aldo Moro, justo en el momento en que el entonces líder de la Democracia Cristiana pretendía cerrar un entendimiento con el PCI, violando la regla de oro impuesta por EEUU.

En Alemania, grupos terroristas como el RAF aparecieron justo cuando el presidente Helmut Smichdt proponía, en plena guerra fría, un acercamiento a la RDA, y por extensión a la URSS. Y su actividad cesó cuando Smichdt perdió las elecciones.

Durante la Guerra Fría tanto EEUU como la URSS sembraron el planeta de grupos terroristas al servicio de sus intereses hegemonistas. Toda una rama del KGB estaba especializada en “gestionar la violencia ilegal”, impulsar o dar apoyo a grupos terroristas para que ejecutaran atentados al servicio de los intereses soviéticos. Una intervención que se extendió hasta ETA, las RAF en Alemania respaldadas por la Stasi -la policía política de la RDA-, África, Asia, Hispanoamérica…. Inoculando el veneno ideológico -que todavía hoy persiste entre determinados sectores de la izquierda- de que el terrorismo puede ser un arma a utilizar por la lucha de los pueblos.

En España no puede explicarse la pervivencia durante 50 años de ETA sin la intervención de potencias extranjeras azuzando el terrorismo para incrementar su dominio sobre nuestro país. «Durante la Guerra Fría tanto EEUU como la URSS sembraron el planeta de grupos terroristas al servicio de sus intereses hegemonistas»

Sigue sin responderse la pregunta que Adolfo Suárez formuló hace casi treinta años, cuando fue obligado a dimitir al enfrentarse a los proyectos norteamericanos que exigían una integración inmediata de España en la OTAN: «Me voy de la presidencia sin saber si ETA cobra en dólares o en rublos».

Las sospechas se convierten en certezas cuando comprobamos que la actuación de ETA siempre ha ido en la dirección que interesaba a las grandes potencias extranjeras.

El asesinato de Carrero Blanco se produjo 24 horas después de que mantuviera una tormentosa entrevista con Kissinguer. Carrero era un obstáculo para el cambio de régimen, que EEUU precisaba para integrar plenamente a España en la OTAN. Hoy sabemos que la facilidad de atentar contra Carrero, a escasos metros de la embajada norteamericana, se la proporcionaron a ETA personas de “fuera de la organización” y alguna de ellas “extranjera”.

La mayor ofensiva criminal de ETA se produjo en los meses anteriores al 23-F. Tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca, Washington exigía a España “poner fecha y hora para su entrada en la OTAN. La negativa de Suárez a cumplir con la orden le convirtió en un objetivo a abatir para Washington, a cualquier precio. EEUU tiró de todos sus hilos de desestabilización, desde ETA al golpismo, con el objeto de acabar con la política neutralista de Suárez.

Pero no sólo EEUU ha utilizado a ETA como medio de intervención en España. Sabemos que ETA mantuvo desde su nacimiento un santuario en el sur de Francia. París disponía de una unidad de los servicios secretos especializada en la vigilancia y control de los miembros de ETA residentes en Francia, y manejaba la llave del santuario a su conveniencia.

Las actuaciones del llamado terrorismo islámico, antes Al Qaeda ahora el Estado Islámico, también acaban contribuyendo objetivamente a que avancen los proyectos del hegemonismo que antes encontraban resistencia.«Las consecuencias políticas de la cadena de atentados en París es la de acelerar la completa integración europea en las operaciones militares en Oriente Medio, al servicio de la geeostrategia de Washington»

Deja una respuesta