Terremoto político en Turquía al conocerse la detención de Ekrem Imamoglu, alcalde socialdemócrata de Estambul y principal figura opositora a un Erdogan que, enrocándose en el autoritarismo, pierde fuelle elección tras elección.
Una masiva respuesta, con movilizaciones y protestas multitudinarias, y quince millones de «votos» simbólicos a favor del opositor detenido, hacen que la tierra se mueva bajo las suelas de un líder otomano que lleva gobernando con mano férrea el país desde 2003.
En Turquía la política a veces también parece una telenovela de esas que ahora arrasan en nuestras pantallas. Hace unos días, al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, le dio tiempo a hacerse un vídeo para sus seguidores -ajustándose la corbata y anunciando que la policía estaba a las puertas de su casa- y colgarlo en las redes sociales, antes de que los agentes se lo llevaran preso.
Un tribunal de Estambul dictaba horas después prisión provisional para el alcalde de la capital demográfica, económica e histórica de Turquía que -con sus 15 millones de habitantes es además su motor, representando el 30,4% del total del PIB de Turquía- es también el más importante trampolín político para gobernar el país. Bien lo sabe Erdogan, que fue su alcalde antes de saltar a la arena nacional.
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Imamoglu: una figura importante, una estrella en ascenso
Ekrem Imamoglu es la figura emergente de la política turca, y por tanto la máxima amenaza para la declinante hegemonía electoral de Erdogan y su partido islamista, el AKP.

Dotado de cierta aura magnética, el cabeza del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP por sus siglas en turco) se ha convertido en uno de los principales líderes de la oposición en Turquía.
Hace un lustro, un casi desconocido Imamoglu se convirtió en una molesta sorpresa para Erdogan al ganar las elecciones municipales de Estambul, en cuya campaña el islamista se había implicado además personalmente. En una primera votación, el socialdemócrata derrotó al AKP por apenas 14.000 votos. En una maniobra tan torticera como cuestionada, las autoridades ordenaron repetir las municipales, pero les salió el tiro por la culata. La segunda vez Imamoglu volvió a ganar, pero esta vez con una margen de 800.000 votos.
En las últimas municipales del 2024, el líder opositor volvió a ganar en Estambul, obteniendo mayoría absoluta y aumentando su ventaja a 11 puntos porcentuales sobre su oponente islamista. El triunfo de Imamoglu se contagió además a la capital, Ankara, donde el CHP también se hizo con la alcaldía, obteniendo 28 puntos de ventaja sobre el partido del presidente turco. El rechinar de dientes de Erdogan se pudo oír en todas las embajadas.
Desde entonces, todo tipo de autoridades -judiciales y académicas, siempre bajo la sombra del sultán Erdogan- han tratado de sabotear el ascenso de Imamoglu con medio centenar de acusaciones, la mayor parte de las cuales están en curso. En 2022, el alcalde fue condenado a prisión por llamar “idiotas” a los que ordenaron repetir las elecciones en Estambul. Una condena que le impidió presentarse a las presidenciales de 2023, que volvió a ganar Erdogan. Y un día antes de la actual detención, la Universidad de Estambul decidió revocar el título universitario del líder socialdemócrata, lo cual también le impide presentarse a las próximas elecciones.
Todo ello en un momento en el que Erdogan ha cumplido el límite de mandatos presidenciales establecido en la Constitución turca y ya no podría presentarse a la reelección en 2028. Sin embargo, altos cargos de su partido y de la ultraderecha -el partido ultranacionalista MHP de Devlet Bahçeli- han sugerido que debería modificarse la Carta Magna para permitir que Erdogan se presente de nuevo.
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¿De qué se acusa al líder opositor?
La Fiscalía acusa a Imamoglu de “dirigir una organización criminal, corrupción, soborno y fraude”, creada para desfalcar fondos municipales mediante facturas infladas y empresas pantalla a través, sobre todo, de contratos de publicidad. Esta es la acusación bajo la que se le ha condenado a prisión provisional.

Los abogados del centroizquierdista alegan que se trata de una acusación montada a base de rumores y de confesiones de testigos secretos, y en definitiva, que se trata de un caso de lawfare tan evidente como impúdico. Desde la cárcel, el propio Imamoglu ha alentado a sus seguidores hablando de «golpe de Estado», y de que el proceso en su contra «no es judicial, sino una ejecución extrajudicial”.
Pero además -y esto, por extravagante que suene, es tristemente común con la oposición a Erdogan en Turquía- también se le acusa de «ayudar a una organización terrorista».
¿Por qué? Porque Imamoglu, en calidad de líder del socialdemócrata CHP, hizo un pacto contra Erdogan con la izquierda prokurda (DEM) en las municipales del 2024, retirando su candidatura y allanando el camino a que los izquierdistas se hicieran con la importante alcaldía de Van (370.000 habitantes), capital de la provincia homónima y cercana a la frontera iraní, está enclavada en la esquina inferior derecha del mapa turco, en pleno corazón del Kurdistán. Una victoria que los tribunales trataron de violentar antidemocráticamente, aunque la movilización popular lo impidió.
La fiscalía hace así una carambola entre Imamoglu, el CHP, la izquierda de DEM y el grupo armado kurdo PKK (considerado terrorista por el Gobierno). Todo ello además en pleno proceso de negociación de paz con el PKK tras la denominada «Llamada del Siglo» del su líder el pasado mes de febrero, llamando a dejar las armas y la declaración de alto el fuego.
Muchos piensan que Erdogan, y con él la ultraderecha nacionalista, busca sabotear el proceso de paz. Necesitan tener a un enemigo interno -el separatismo kurdo- para justificar su autoritarismo, sus políticas represivas y sus ataques a la democracia y las libertades.
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La reacción en las calles

Tras conocerse la detención de Imamoglu (el miércoles 19 de marzo) y sobre todo tras la orden de prisión (el domingo 23), las calles de toda Turquía se han llenado de protestas y manifestantes, y en muchos puntos, de disturbios. No sólo de simpatizantes del CHP, sino del resto de la izquierda y otras facciones opositoras. Todos ven en la detención del líder socialdemócrata el enésimo intento de Erdogan por violentar el Estado de derecho y perpetuarse en el poder.
El CHP ha convertido la detención de su máxima figura en un trampolín de popularidad. Los socialdemócratas estaban en medio de una primarias simbólicas -porque Imamoglu, por incomparecencia de otros candidatos, es la única opción- para pulsar cuál es el apoyo dentro del millón y medio de miembros del partido. Tras el arresto, sacaron las urnas a las calles para que los ciudadanos pudieran mostrar su solidaridad. Ya van 15 millones de papeletas.
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Erdogan: el sultán enrocado
En cualquier otro momento, la detención del líder de la oposición hubiera desatado una tormenta de reacciones internacionales contra un Erdogan al que tantas veces Washington o Bruselas han deseado mandar a la cuneta. Pero no ahora. O no lo parece.
En los últimos años, en la arena internacional, la Turquía de Erdogan ha sabido posicionarse como un jugador autónomo y clave, capaz de nadar entre dos aguas a su conveniencia.
La península de Anatolia está a mitad de camino de los dos focos de conflicto más decisivos del panorama internacional: Oriente Medio y Ucrania.
En la guerra de Ucrania, Turquía ha desempeñado el papel de mediador entre Rusia y Ucrania, y tiene valiosos canales de comunicación tanto con Moscú como con Kiev. Pero también los tiene tanto con Washington -a pesar de sus tiranteces, es miembro de la OTAN- como con China y los BRICS (es miembro asociado del club de las economías emergentes).
En Oriente Medio, aunque enfrentada diplomáticamente a Israel por el genocidio en Gaza, Turquía ha desempeñado un papel clave en el reciente derrocamiento del régimen de Bachar Al Assad en Siria, y sigue siendo clave en dotar de estabilidad al actual gobierno de ex-yihadistas en Damasco.
También para Europa, Erdogan es ahora mismo una pieza clave. Justamente ahora, en la que la cuestión del rearme cobra tanta importancia, el presidente turco ha reactivado negociaciones para la adhesión de Ankara a la UE, reivindicando mediante su fuerte brazo militar, un papel clave en la nueva arquitectura de defensa que dice buscar Bruselas.
¿Hace todo esto que Erdogan sea el sultán imprescindible para las embajadas y cancillerías? ¿O precisamente por todo esto hay centros de poder que buscan definitivamente su caída? Veremos.
BOCADILLO: En los últimos años, en la arena internacional, la Turquía de Erdogan ha sabido posicionarse como un jugador autónomo y clave, capaz de nadar entre dos aguas a su conveniencia.