Cine

El secreto de sus ojos

Vuelve el gran Campanella, no el amanerado y hasta pedantesco de «Luna de Avellaneda», sino el Campanella de verdad, el de «El hijo de la novia», pero esta vez con una historia y un guión de verdadera hondura, una pelí­cula grande, veteada por cuatro o cinco temas de gran calado, y luego, levantada y puesta en pie por un conjunto de actores -todos argentinos, todos en estado de gracia- que convierten las dos intensas y pletóricas horas que dura la pelí­cula en la contemplación, plena y acabada, de eso que raras veces puede llamarse con verdad «cine en estado puro».

En rimera instancia, la película parece que va a estar articulada por el tema del "regreso al pasado". Benjamín Expósito (Ricardo Darín), un antiguo secretario judicial, ya jubilado, busca en un episodio criminal del pasado el argumento para escribir un libro que le ocupe y llene el tiempo muerto de una vida vacía. Pero también, la proyectada novela, es la excusa perfecta para volver a Buenos Aires, para volver a encontrarse con Irene Menéndez Hastings (magníficamente interpretada por Soledad Villamil), la que fue muchos años su "jefa" en el juzgado y la mujer a la que amó toda la vida… y aún sigue amando.El retorno al pasado permite a Campanella reconstruir una historia que nos da la pauta de lo que fue la Argentina de mediados de los setenta, cuando el país se desliza ya por la pendiente que acabaría llevándolo a la destrucción y al horror: las juntas militares, los desaparecidos… Pero, sobre todo, le sirve para levantar el relato de cómo unos atrabiliarios, oscuros, solitarios, alcohólicos y mujeriegos funcionarios judiciales, que no parecen tener más aspiración laboral que escaquearse del trabajo (geniales todas y cada una de las respuestas telefónicas que da el ayudante de Benjamín, Salvador, para eludir los requerimientos externos) ni más aspiración vital que ahogar su vacío en el alcohol, se acaban transformando en héroes involuntarios.Un día, con la desgana y la abulia de siempre, Benjamín se ve catapultado a hacerse cargo del homicidio brutal de una joven. Más tarde el impacto del crimen se redobla cuando conoce al marido de la joven asesinada, Ricardo Morales, cuyo empecinamiento en alcanzar la verdad, reclamar justicia y buscarla por todos los medios a su alcance, no sólo va a ser el motor que va a empujar a Benjamín, a Salvador y a Irene a perisitir en la caza del asesino (pese a los mil y un obstáculos a los que habrán de enfrentarse), sino que va a convertirse en el foco de la más poderosa verdad que recorre esta película estremecedora: la justicia no es una elección, es una obligación, independientemente de las consecuencias que tenga. Esta poderosa verdad trágica (que ya Sófocles formuló en "Antígona") es la que sopla con una fuerza arrolladora en el trasfondo de "El secreto de sus ojos". Es la que mueve a Morales a hacer lo que hace (Campanella nos guarda un final estremecedor), y la que despierta y empuja a Benjamín, a Salvador y a Irene a perseguir la verdad y la justicia hasta poner en peligro sus propias vidas.Como Benjamin y Salvador no son precisamente unos héroes estelares, sino seres corrientes, verdaderos antihéroes, Campanella puede permitirse el lujo de emplear, sin desdoro, sin ajar la película, todos los recursos: desde el cómico hasta el trágico, sin faltar a la coherencia del relato ni quebrar la consistencia del hilo narrativo. Campanella nos hace reír y nos sobrecoge sin traicionar la película y sin traicionar a sus personajes. Verdaderamente, uno de los films que no hay que perderse.

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