Hace solo un mes, el PP cosechó la peor derrota electoral de su historia, perdiendo más de 3,5 millones de votos (casi la mitad de su electorado), quedando 12 puntos por detrás del PSOE cuando venían de ser la lista más votada en 2016.
La confirmación del retroceso electoral del PP -a pesar de haber conservado o ganado importantes enclaves como Madrid-, y el descenso de Vox -respecto a la ya contenida irrupción en las generales- confirma el rechazo social a las líneas más agresivas en la ejecución del proyecto hegemonista.
Los resultados del PP vuelven a evidenciar los límites del proyecto que representa la dirección encabezada por Pablo Casado.
El PP ha evitado una sangría todavía mayor. Incrementando en 3,5 puntos su peso en el voto global respecto a las generales, ampliando así la ventaja respecto a Ciudadanos. Ganando la cualitativa batalla en el ayuntamiento y la comunidad de Madrid, tras haber conquistado el gobierno autonómico en Andalucía. O pudiendo incluso, a través de pactos, alcanzar la alcaldía en 12 capitales de provincia o en el gobierno autonómico de Aragón.
Pero los hechos evidencian que, a pesar de estos factores, el retroceso electoral del PP ha vuelto a manifestarse en estos comicios.
Si en 2015 el PP fue la fuerza más votada en 10 comunidades autónomas, ahora no lo ha sido en ninguna. El PP ha perdido 709.000 votos en las autonómicas, y 958.000 en las municipales. Ha retrocedido en todos los territorios, incluso en feudos históricos como Castilla-León o Galicia. En Madrid, a pesar de que puede alcanzar el ayuntamiento de la capital y el gobierno autonómico, ha perdido 300.000 votos.
Han salvado los muebles. Pero grandes grietas amenazan los muros de carga de la calle Génova.