En los momentos posteriores a la Dana que provocó estragos en Valencia, las noticias se llenaron de calles anegadas y viviendas destruidas. Pero de forma paralela surgió una ola de solidaridad tan fuerte como la propia tormenta.
En el centro de esa respuesta están el colectivo de Asociaciones Migrantes de la región, cuyo voluntariado y acciones solidarias han sido un salvavidas para los damnificados.
Es fácil pensar en voluntariado y asociarlo a nombres de entidades muy grandes y conocidas mediáticamente. Pero en esta ocasión son caras familiares de personas de clase trabajadora. De esa clase que se reúne todos los días en el metro, en las empresas como compañeros de trabajo, en los parques, los colegios y las calles, son personas que han venido de todos los rincones del mundo, las que están impulsando un rescate social y emocional.
Y no es casualidad, estas comunidades saben lo que significa empezar de nuevo, enfrentar las adversidades y reconstruir vidas desde cero. Es un conocimiento práctico que en estos días se convierte en acción concreta y en una entrega incondicional hacia quienes más lo necesitan.
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La dana golpea, la comunidad migrante se vuelca
Cuando la dana golpea, Valencia responde en equipo. Y en ese equipo, el corazón del colectivo migrante reacciona con fuerza y cariño por la tierra donde ha arraigado sus sentimientos y su vida entera.
Es el caso de la Plataforma Intercultural de España en Valencia (PIE) que reúne a cerca de 62 Asociaciones, cada una estructurada y fundada por inmigrantes venidos de diferentes países de Latinoamérica, del Magreb y África Subsahariana. Quienes formaron una estructura logística, de información y apego emocional, como respuesta inmediata a la necesidad urgente de los afectados por la mayor catástrofe natural que se recuerda en décadas.
Donde el Estado tarda en llegar, la sociedad civil organizada cobija y abraza una necesidad urgente de consuelo, de apoyo, de un simple abrazo y de decirles que no están solos.
Fue inmediata la respuesta de las Asociaciones Migrantes, colectivo que adecuó puntos de recogida en diferentes lugares de las ciudades cercanas a las zonas afectadas, destacando la labor de la Asociación Ecuatoriana El Rincón de Ibarra, Asociación Casa Guinea Ecuatorial, Asociación Aesco, Asociación Rumiñahui, Asociación Unmsur, Asociación Casa Chile, Asociación Cumpliendo Sueños de Manises, Federación Unión Africana, CIM Burkina, Asociación Cultural y Social Iberoamericana, entre otras.
Todas miembros de la PIE, creando una red de voluntariado que se acercó a colaborar poniendo sus vehículos y sus manos para recoger, clasificar, cargar y repartir en las zonas más afectadas. Uniendo así a empresas, entidades y colectivos de toda España quienes enviaban sus donaciones para asistir a las familias afectadas por la Dana.
Mientras las historias de migrantes suelen reducirse a sus dificultades o a la búsqueda de oportunidades, hoy estos hombres y mujeres muestran que traen mucho más. Una capacidad de ayudar, de transformar y de aportar a la sociedad en la que conviven.
Las acciones de estas asociaciones migrantes en la DANA nos recuerdan que la inmigración no es solo un tema de política o economía, sino una cuestión de humanidad. Las manos de quienes llegaron de lejos también construyen el bienestar de nuestra sociedad. Y en ocasiones como ésta, su contribución es la pieza que une y sostiene a una comunidad golpeada.
El legado del voluntariado migrante en la dana de Valencia no solo se mide en kilos de barro retirados o litros de agua drenados, sino en los lazos creados y las barreras derribadas.
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Una solidaridad con muchos, muchos acentos
En este contexto, donde las noticias suelen centrarse en el drama del desastre, hay historias de luz que vale la pena contar. Estas son las historias de manos que sin importar su país de origen, se extienden para ayudar. Valencia los necesita y ellos están ahí.
En palabras de Carla, una ecuatoriana que lideró a un grupo de 15 voluntarios: «A veces llegamos buscando una vida mejor, pero también llegamos para mejorar las vidas de otros. Y eso, en cualquier idioma, se llama humanidad.”
En Paiporta, uno de los pueblos más afectados, María José, una valenciana de 62 años, fue testigo del impacto de esta ayuda: «No sabía qué hacer cuando el agua destruyó mi pequeño negocio. Pero llegaron unos chicos colombianos con una energía increíble. No solo limpiaron mi tienda; también me animaron a seguir adelante. Ahora los considero mi familia.”
Más allá del trabajo físico, el apoyo emocional fue clave. Muchos migrantes no solo se limitaron a reparar daños materiales, sino que brindaron palabras de aliento y construyeron vínculos profundos con las comunidades afectadas.
Luisa, una joven venezolana que lleva tres años en España, relata su experiencia: «Mi madre siempre decía: ‘En las peores tormentas se mide el corazón’. No podía quedarme mirando cómo las familias sufrían. Fuimos casa por casa, sacando agua, limpiando barro y escuchando a la gente. Muchos se sorprendían cuando les decía que no soy de aquí, pero estoy segura de que ahora soy parte de esta tierra.”
El legado del voluntariado migrante en la dana de Valencia no solo se mide en kilos de barro retirados o litros de agua drenados, sino en los lazos creados y las barreras derribadas. Su impacto demuestra que la inmigración no es un problema a resolver, sino una oportunidad para crecer como sociedad.
Dado que la natalidad no ha dejado de caer en España y llevamos varios años con un continuo descenso demográfico. La inmigración salva las estadísticas, esto compensa el saldo negativo de un país cada vez más envejecido y que necesita nutrirse de clase obrera productiva.
La próxima vez que se hable de inmigración, tal vez la conversación cambie. Porque, cuando el agua se llevó todo, fueron esas manos venidas de lejos las que trajeron esperanza.
Valencia se ha beneficiado de ese impulso en un momento crucial, y lo seguirá haciendo. En sus gestos se observa una generosidad que es tan humana como universal y que desafía cualquier prejuicio o estereotipo. Este esfuerzo no solo alivió a quienes lo perdieron todo, sino que dejó una lección profunda:
“La multiculturalidad no es solo una riqueza cultural, es también una fuerza transformadora”.
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Geovanny Quijano Rengel
Asociación Cumpliendo Sueños
gquijano@asociacioncumpliendosueños.es