Para investir al popular Luis María Beamonte como presidente de Aragón hacen falta, además de los votos de Ciudadanos, los de la ultraderecha de Vox y los del autonomista y centrista Partido Aragonés (PAR). El PAR no es una formación que haga ascos a gobernar con la derecha: ya fue socio del ejecutivo del PP de Luisa Fernanda Rudi tras las autonómicas aragonesas de 2011, y estaría dispuesto a sumar sus votos junto a los de Ciudadanos. Pero se mantienen firmes en su veto a participar o a posibilitar un Gobierno regional que dependa de los votos de Vox en las Cortes de Aragón.
El PAR lo dijo en la noche electoral y no se han movido de ahí. En palabras de su presidente, Arturo Aliaga, «el PAR y Vox son formaciones antagónicas», con posiciones opuestas en asuntos troncales como la autonomía o el trasvase del Ebro. Y en ningún caso contempla gobernar la región con el apoyo del partido de la extrema derecha. El PAR mantiene su intención de llegar a un acuerdo con el PSOE de Javier Lambán, una formación que tampoco descarta un pacto a dos aguas. Con Podemos y Chunta Aragonesista (CHA) a babor y con el PAR a estribor.
Tanto desde los socialistas como desde los aragonesistas confían en que Ciudadanos -que en Aragón mantiene negociaciones tanto con PSOE como con PP- acabará girando hacia el centroizquierda cuando constate que el acuerdo de centroderecha es imposible, por el imprescindible apoyo de Vox. Aunque desde la dirección naranja insisten en que su «socio prioritario» es el PP, no se cierran en banda a investir a un Javier Lambán que ha sido uno de los dirigentes del PSOE más críticos con Pedro Sánchez.
Aunque de no ser así, si Ciudadanos no diera sus votos al PSOE o se abstuviera en la investidura de Lambán, no es descartable una repetición electoral en Aragón. Casi todas las opciones están sobre la mesa. Todas no, porque el PAR mantiene un democrático cordón sanitario hacia Vox.