Colaboración de Cristina Rois
Portavoz del Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA)
En el emplazamiento de la central se acumulan más de 1.000 tanques con agua radiactiva: 1,4 millones de m3 procedentes del agua utilizada para el enfriamiento del combustible nuclear fundido de tres de los reactores más dañados, y también de aguas subterráneas que se cuelan entre las ruinas del complejo nuclear desde zonas a mayor altura.
Ese agua contiene sobre todo tritio, un tipo de átomo de hidrógeno (H), que forma parte del agua misma (H2O) y muy difícil de separar. También hay otros elementos más peligrosos.
En 2018 la prensa japonesa descubrió que la empresa propietaria, TEPCO, ocultaba que aproximadamente el 84% de los 890.000 m3 de agua tratada a partir de septiembre de 2018 contenían concentraciones de sustancias radiactivas más altas que los niveles permitidos para su liberación al océano, con niveles de estroncio-90 más de cien veces por encima de los estándares de seguridad en unos 65.000 m3 del agua tratada. También cesio-137 y yodo-129, con niveles que superan los límites en un factor de 20.000, en algunos tanques. Según los datos de TEPCO de agosto de 2021, el 69% del agua habría de someterse de nuevo a filtración.
Algunos de esos elementos radiactivos se incorporan a la biota marina o a los sedimentos del lecho oceánico más fácilmente que otros, así que se requieren soluciones diferentes. Por ejemplo, los factores de concentración biológica en los peces son hasta 50.000 más altos para el carbono 14 que para el tritio; y el cobalto-60 tiene hasta 300.000 veces más probabilidades de terminar asociado con los sedimentos del lecho marino. En definitiva, lo que se dice para tranquilizar a la opinión pública de que si se diluye lo suficiente no hay peligro, puede ser válido para el tritio, pero no se puede utilizar para evaluar el comportamiento de todos los isótopos que se arrojan al mar.
Peligro para la vida
Grupos ecologistas y organizaciones científicas cuestionan las afirmaciones del gobierno japonés de que ese agua no afectará la vida marina ni a la salud humana. La Asociación Nacional de Laboratorios Marinos (NAML), a la que pertenecen más de 100 laboratorios, ha señalado la falta de datos científicos adecuados y precisos para respaldar esas garantías de seguridad. Denuncian la ausencia de datos contrastados sobre el contenido de sustancias radiactivas en cada tanque.
Para la NAML, los datos proporcionados por TEPCO y el gobierno japonés muestran, en algunos casos, fallos en los protocolos de muestreo, en el diseño estadístico y el análisis de muestras. Declara que confiar en la dilución de los contaminantes en el océano es ignorar la realidad de los procesos biológicos de bioacumulación y bioconcentración en organismos marinos como almejas, ostras, cangrejos, langostas, camarones y pescado. Así como los fenómenos de acumulación en los sedimentos locales del fondo marino.
Japón usa el Pacífico como basurero nuclear
Una acción verdaderamente controlada necesita de estudios oceánicos independientes. El océano Pacífico contiene la mayor biomasa de organismos de valor ecológico, económico y cultural, incluyendo el 70% de las pesquerías del mundo. Además, por muy bajo que sea el nivel de radiación no puede descartarse un daño a la salud. Los límites legales de exposición radiactiva no son una garantía.
Hay otras soluciones
La descarga en el océano se ha presentado como la única solución posible a la continua acumulación de agua en los tanques, puesto que el combustible fundido tiene que enfriarse durante muchos años. TEPCO declaró que se quedaría sin espacio para almacenar agua radiactiva, y esa es la razón de la urgencia en la liberación del océano. No es motivo suficiente: los tanques pueden almacenarse fuera de los límites del actual complejo nuclear. Y el paso del tiempo ayudaría a reducir la radiactividad: el tritio tiene una vida media de 12,3 años, y en 60 años el 97% de todo el tritio se transformaría en un átomo no radiactivo, lo mismo que varios de otros isótopos de vida más corta.
Para evitar los riesgos de derrames de líquido se ha propuesto la acumulación de los radionucleidos en la concha de moluscos filtradores como las ostras; o incluso emplear el agua para hacer cemento, más fácil de almacenar y capaz de bloquear la radiactividad del tritio. Esas propuestas no han sido escuchadas. La solución en la que se han empeñado, tanto la empresa como el gobierno japonés, es verterla al océano a lo largo de treinta años, de tal modo que los contaminantes se diluyan.
No quieren examinar otras posibilidades y han conseguido la aprobación de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Se ha optado por la salida más fácil, “barata” e irresponsable. Pero había otras
Un problema mundial
En una reunión de la Organización Marítima Internacional de las Naciones Unidas en 2021, el gobierno japonés bloqueó la iniciativa de establecer un grupo de trabajo científico para evaluar alternativas a la descarga de esas aguas en el Océano Pacífico. Una propuesta de Greenpeace que obtuvo el apoyo de Corea de Sur, China, Chile, Vanuatu y Palau. Aunque la delegación japonesa consiguió el respaldo de EE.UU, Reino Unido y Francia.
A pesar de todo, no pudieron evitar que fuera discutido ese mismo año en posteriores reuniones internacionales (la Convención de Londres y el Protocolo de Londres) para promover el control efectivo de todas las fuentes de contaminación marina. La OIEA tendría que explicar también si ha considerado otras soluciones antes de ofrecer su pleno apoyo a Japón. Parece claro que se ha optado por la salida más fácil, más barata y también más irresponsable.
El vertido de Fukushima establece un precedente muy peligroso
Pese a sus esfuerzos, el gobierno no ha logrado vencer la oposición de las cooperativas pescadores locales y grupos sociales japoneses, a pesar de la promesa de fondos de apoyo por más de 500 millones de € a la industria pesquera local.
Tampoco convence a los países vecinos: China y Corea del Sur no confían en el proceso de descontaminación de TEPCO; y el Foro de las Islas del Pacífico (con casi 20 países y regiones, incluidos Australia y Nueva Zelanda), había pedido que se pospusiera la descarga al Océano por su impacto negativo en la industria pesquera.
El vertido ha comenzado, y establece un precedente muy peligroso: ya hay otra planta nuclear en desmantelamiento (CN de Pilgrim en Plymouth, EE.UU) que pretende verter al Atlántico las aguas residuales de la piscina de combustible gastado.
El lanzamiento del agua contaminada de Fukushima al mar es una muestra del poder político de la industria nuclear, y sus consecuencias afectan a todo el planeta.
De nuevo se demuestra que la electricidad que producen las centrales nucleares no compensa el daño que nos causan.