Elecciones norteamericanas

El mundo tras la victoria de Biden

La alternativa más agresiva y reaccionaria de la burguesía monopolista norteamericana encabezada por Trump ha perdido las elecciones,  y no podrá seguir cuatro años más en la Casa Blanca. ¿Esto es bueno o malo? Es una buena noticia para todos los pueblos del mundo y para el propio pueblo norteamericano.

Los resultados

Biden supera los 270 votos electorales necesarios para ser investido presidente. Pero aún hay 45 votos electorales por adjudicar en cuatro estados donde sigue la disputa voto a voto.

La jornada electoral ha supuesto una amplia movilización social, con la participación más alta en 120 años. 180 millones de norteamericanos han votado, el 67%  de los inscritos, 11,6 puntos más que hace cuatro años. Había mucho en juego y así lo han entendido los electores que se han movilizado masivamente.

La victoria de Biden ha venido de un aumento de la participación de sectores progresistas contrarios a la política “trumpista” vinculados con la defensa de los derechos civiles, de los negros, de las mujeres, de los inmigrantes… por la sanidad y la defensa del medio ambiente, y frente a una gestión de la pandemia basada en “la economía primero”, a costa de 10 millones de infectados y 240.000 fallecidos.

Biden no es el representante “progresista” de la izquierda norteamericana. Es el presidente más votado de la historia no por simpatía de los votantes, sino porque votarle era una forma de que Trump no siguiera gobernando. Un voto apoyado también en algunas de sus promesas electorales como impulsar el “Obamacare”, la extensión del seguro médico, subir el salario mínimo a 15 dólares la hora, volver al Acuerdo de París contra el cambio climático o combatir la pandemia atendiendo a las recomendaciones de los doctores y científicos despreciados por Trump.

Joe Biden, es un genuino representante del establishment político, con más de 50 años de experiencia política, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, ocho años como vicepresidente de Obama… Si Trump ha sido respaldado por los monopolios del complejo militar industrial, sectores de la minería y el petróleo y grandes bancos, Joe Biden está directamente vinculado a otro  sector de la oligarquía norteamericana del que forman parte importantes monopolios como Coca-Cola; las tecnológicas como Google o Amazón; las productoras de Hollywood o Neflix; el sector de las energías renovables y otros sectores industriales que se sienten perjudicados por las políticas de Trump. Además de importantes sectores financieros. Cabe recordar que Wall Street ha respondido con importantes subidas ante la confirmación del triunfo de Biden.

Además de la presidencia de la superpotencia, se decidía también la correlación de fuerzas entre las dos líneas en que está dividida la burguesía monopolista norteamericana.

Trump ha perdido las elecciones pero tras cuatro años de escándalos, y con una pandemia que ha convertido a EEUU en el país con más contagios y fallecidos del mundo,  ha aumentado en más de 7 millones sus votos. 

Los resultados en las dos cámaras legislativas van a influir en la política norteamericana.

En la Cámara de Representantes, los demócratas han perdido cuatro escaños, y los republicanos han ganado cinco. Todo apunta a que el Partido Demócrata mantendrá la mayoría pero será la menor desde 2002.

Mientras que en el Senado estarían empatados a 50, y todo queda pendiente para el 5 de enero donde se deciden en segunda vuelta los 2 escaños de Georgia.

La nueva Administración Biden se va a tener que enfrentar al poder de la línea Trump tanto en la Cámara de Representantes como sobre todo en el Senado, donde es previsible una mayoría republicana. 

Y nadie debe olvidar que el Senado es determinante a la hora de aprobar cualquier iniciativa que quiera poner en marcha la Administración, ya que tiene que aprobar -o bloquear- las iniciativas legislativas. Una cosa es sumarse al Acuerdo de París y otra que el Senado apruebe las medidas legislativas para que se aplique. Y lo mismo con las partidas para afrontar el “Obamacare”, etc.

¿Cómo va a afrontar Biden esta situación, unida a la mayoría conservadora en el poder judicial?

La “línea Trump” ha demostrado una fortaleza social mucho mayor que la anunciada por las encuestas. Y todos anticipan que mantendrá su influencia en la política norteamericana.

Trump está dispuesto a mantener la batalla judicial, apoyada en un supuesto “fraude electoral” por el conteo del voto por correo. Los jueces han desestimado estas demandas, pero el fiscal general ha autorizado investigar las acusaciones de fraude si “son creibles y afectan al resultado”. Al mismo tiempo, Trump es hasta el 20 de enero presidente norteamericano, con todos sus poderes intactos. Ya está efectuando cambios, entre ellos la destitución del Secretario de Defensa, el “jefe” político del Pentágono.

Pero estas maniobras enfrentan serios límites. Los impuestos por algunos de los sectores de la gran burguesía norteamericana que han respaldado a Trump. Bush jr, que llegó a la presidencia violentando la democracia norteamericana en el año 2000, ha felicitado a Biden y desautorizado a Trump. La Fox, apoyo mediático clave de Trump, desconectó ayer la intervención de la portavoz de la Casa Blanca criticando que “denuncie fraude sin aportar pruebas”.

El de Trump es, desde el final de la Guerra Fría, y tras Bush jr y Obama, el tercer proyecto fracasado o inconcluso de la superpotencia para “embridar” su declive. La disputa en el seno de la burguesia norteamericana sobre como gestionar su hegemonia se ha agudizado, y explica la “tensión” electoral. Pero no debe sobrepasar ciertos límites. Un medio tan relevante como “The Politico” ha editorializado tras las elecciones que “Es oficial: China se enfrentará a una América dividida”. Advirtiendo que “la incertidumbre prolongada abre la oportunidad para que los retadores prueben los límites de la resolución estadounidense en el espacio de la seguridad. Después de todo, cuando el gato no está, los ratones bailan”. 

Implicaciones internacionales de la victoria de Biden

Aún es pronto para conocer la línea concreta que va a llevar la administración Biden, depende de factores aún por definirse. Sin embargo, las declaraciones de Joe Biden y las reacciones a su victoria nos permite apuntar por dónde parece que va a ir el nuevo presidente, lo que pueden ser los contornos de su política internacional

Como mínimo, hay tres imperativos estratégicos de la superpotencia a los que Biden, sea con formas más suaves o más duras, va a tener que hacer frente

La primera y central es la contención de China, el principal enemigo geopolítico de EEUU, y la principal amenaza a su hegemonía.

En un momento de crisis en el mundo y también para EEUU (el PIB norteamericano carerá un 4% este 2020), la superpotencia va a descargar las pérdidas sobre los paises de su órbita. Necesita incrementar el saqueo, adueñarse de nuevas fuentes de riqueza y aumentar los «impuestos de guerra» sobre aliados y vasallos, incuyendo Europa.

Al mismo tiempo, debe dar respuesta a la lucha de los países y pueblos del mundo, que no dejan de propinar reveses y crear dificultades al hegemonismo.

Con respecto a China, Biden no propone relajar la presión sobre Pekín -en el plano económico, comercial, tecnológico, político, diplomático y militar- respecto a la administración Trump, sino perseguir su contención mediante estrategias diferentes. Pondrá mucho más énfasis en la construcción de un «frente unido de aliados y socios de los EEUU para confrontar a China», en el que se incluyen no sólo los países europeos y de la OTAN, o tradicionales aliados del Pacífico como Japón o Australia, sino la cada vez más declarada intención de reclutar a India. 

En lo que respecta a Rusia, es previsible que las malas relaciones entre Washington y Moscú empeoren aún más, lo que podría reactivar o agudizar conflictos en Bielorrusia, Ucrania o el Cáucaso. 

En América Latina el panorama para Biden es complejo. La ofensiva norteamericana para derribar con golpes «duros» y «blandos» a los gobiernos antihegemonistas ha sufrido importantes reveses. En Argentina vuelve a gobernar el kirchnerismo, y en Bolivia el MAS; en Venezuela el gobierno bolivariano no ha caído con las tramas golpistas de Guaidó; en Chile y Colombia, los gobiernos proyanquis tienen crecientes dificultades ante el auge de la lucha de las masas…

En cuanto a Europa, la mayor parte de los líderes de la UE han mostrado su nada disimulado alivio con el resultado final de las elecciones. “La UE está lista para comprometerse con una fuerte relación transatlántica”, ha señalado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Llegan excelentes noticias desde EEUU”, ha exlamado el  líder del grupo popular en el Parlamento Europeo.

Pero detrás de estas buenas palabras hay también recelo. Es esperable que las relaciones entre EEUU y la UE, deterioradas tras cuatro años de Trump, recuperen cierto tono de cordialidad, pero como ya dijo el presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Bundestag, «los viejos buenos tiempos, si es que alguna vez existieron, no volverán».