«Dicho en otras palabras: un trabajador produce hoy más alimento de lo que producían antes nueve trabajadores, y ello como consecuencia de un enorme crecimiento de la productividad del trabajador agrícola. Con base en estos datos, se puede ver lo absurdo que habría sido si hace 40 años cien economistas hubieran alarmado a la población indicando que, como consecuencia de que los trabajadores estaban dejando el campo, habría menos producción de alimentos, y al cabo de 40 años la gente en España se moriría de hambre.»
Pues bien, or muy ridículo que parezca, esto es lo que está ocurriendo ahora, con grandes cajas de resonancia mediática disponibles para promover este mensaje. La única diferencia es que, en lugar de alimento, ahora se habla de pensiones. FEDEA, la fundación más importante del capital financiero (banca y cajas de ahorros) en España, acaba de patrocinar un manifiesto, firmado por cien economistas, que utiliza el mismo argumento: “La ratio entre la población en edad de trabajar y la población mayor de 65 años pasará de cuatro en la actualidad a 1,65 en 2050”, de lo cual deriva que el sistema de pensiones públicas no es sostenible. Este argumento ignora que, más importante que la relación población adulta versus ancianos, es el número de trabajadores por pensionista y su productividad. EXPANSIÓN.- La Comisión Europea ha anunciado su intención de implantar nuevos impuestos a escala europea. La lista de opciones que propone es amplia y cubre desde la creación de un IVA europeo hasta impuestos sobre la energía o un IRPF para toda la Unión. La propuesta ha suscitado reacciones positivas en los dos grandes partidos europeos, el Popular y el Socialista, al tiempo que despierta lógicos recelos entre organizaciones de contribuyentes y empresariales. EL PAÍS.- En el caso de Obama llama la atención la rapidez con que se ha producido su desgaste político. Sin duda, ha sido víctima de la terrible crisis económica iniciada antes de su llegada a la Casa Blanca. A ello se ha unido un estilo de gobierno en el que algunas de las reformas emprendidas, imprescindibles para afrontar la crisis y evitar en lo posible recaídas futuras, se han interpretado por amplios sectores ciudadanos como indiferencia hacia sus problemas más inmediatos, entre los que el paro -casi el 10%- ocupa el primer lugar. Opinión. Público Pensiones, ¿inviables? Vicenç Navarro Hace 40 años, el 18% de los españoles adultos trabajaba en la agricultura. Hoy, sólo el 2% trabaja en la agricultura y produce incluso más que lo que producía 40 años atrás el 18% de la población en edad de trabajar. Dicho en otras palabras: un trabajador produce hoy más alimento de lo que producían antes nueve trabajadores, y ello como consecuencia de un enorme crecimiento de la productividad del trabajador agrícola. Con base en estos datos, se puede ver lo absurdo que habría sido si hace 40 años cien economistas hubieran alarmado a la población indicando que, como consecuencia de que los trabajadores estaban dejando el campo, habría menos producción de alimentos, y al cabo de 40 años la gente en España se moriría de hambre. Su desatención al impacto que el crecimiento de la productividad tiene en la cantidad de alimentos producidos explicaría el ridículo de su pronóstico. Pues bien, por muy ridículo que parezca, esto es lo que está ocurriendo ahora, con grandes cajas de resonancia mediática disponibles para promover este mensaje. La única diferencia es que, en lugar de alimento, ahora se habla de pensiones. FEDEA, la fundación más importante del capital financiero (banca y cajas de ahorros) en España, acaba de patrocinar un manifiesto, firmado por cien economistas, que utiliza el mismo argumento: “La ratio entre la población en edad de trabajar y la población mayor de 65 años pasará de cuatro en la actualidad a 1,65 en 2050”, de lo cual deriva que el sistema de pensiones públicas no es sostenible. Este argumento ignora que, más importante que la relación población adulta versus ancianos, es el número de trabajadores por pensionista y su productividad. Pues bien, el número de trabajadores por pensionista pasará de 2,24 ahora a 1,15 en 2050 (una reducción de menos de la mitad), pero, lo que es más importante, es que en 2050 cada trabajador producirá mucho más del doble de lo que produce un trabajador ahora, con lo cual podrá sostener más del doble de pensionistas que ahora. El mismo error aparece cuando el manifiesto neoliberal alarma a la población indicando que ahora nos gastamos el 9% del PIB en pensiones y dentro de 40 años nos gastaremos el 15%, lo cual, concluyen, es insostenible en una sociedad que tiene recursos limitados. (Por cierto, Italia ya se gasta ahora el 14% del PIB en pensiones públicas, y el sistema no se ha colapsado). De nuevo, el manifiesto asume que la productividad apenas variará, lo cual es un error. Si la productividad creciera un 1,5% por año, que es el promedio de crecimiento en los últimos 40 años, el PIB de España en 2050 sería 2,25 veces mayor que ahora (en monedas constantes, es decir, que la capacidad adquisitiva real habrá más que doblado la actual). En otras palabras, si ahora el PIB es, por ejemplo, 100, en 2060 sería 225. Pues bien, en pensiones nos gastamos ahora nueve puntos, dejando para los no pensionistas 91 puntos. Y ,en 2050, nos gastaremos el 15% de 225, es decir, 33 puntos en pensiones, quedando para los no pensionistas 192 puntos, muchos más que los 91 actuales. En realidad, hace 40 años nos gastábamos el 3% del PIB en pensiones, y ahora nos gastamos el 9%. Hemos triplicado el gasto en pensiones y, sin embargo, los recursos para los no pensionistas también han aumentado, pues el tamaño de la tarta es mucho mayor ahora que hace cuatro décadas. Que no haya problemas graves en las pensiones públicas no quiere decir que no deban hacerse reformas, pero estas no debieran ir en el sentido de reducir las pensiones. Una medida aconsejable para aumentar los fondos a la Seguridad Social y mejorar las pensiones (que son demasiado bajas) es facilitar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. En España, el porcentaje de la población que trabaja es más bajo de lo que le corresponde por el nivel de riqueza que tiene. Y en parte se debe a dos factores. Uno es el bajo porcentaje de la población adulta que trabaja en empleo público (el 10%, uno de los más bajos de la UE-15, cuyo promedio es del 15%). En contra de lo que se dice, el sector público (y, muy en particular, en los servicios públicos del Estado del bienestar, tales como sanidad, escuelas de infancia, educación, servicios sociales, vivienda social, entre otros) está poco desarrollado y tiene escaso personal, y ello se traduce en el bajo porcentaje de la población que trabaja en él. El otro factor es el de la baja participación de la mujer en el mercado de trabajo (52%). Si España tuviera el porcentaje de Suecia, habría 2,8 millones más de trabajadoras pagando impuestos y cotizaciones sociales. Para ello se debiera expandir el cuarto pilar del bienestar, de modo que se incluya el derecho de acceso a las escuelas de infancia (que deberían ser mucho más que guarderías, aparcamientos para niños), además de los servicios domiciliarios a personas con dependencias. Y, naturalmente, hacer al hombre corresponsable de las obligaciones familiares. Y sobre todo, invertir en infantes y jóvenes, pues ellos son los futuros cotizantes que financiarán las pensiones del futuro. Deberían también corregirse las inequidades existentes en la financiación de las pensiones. Es injusto que Emilio Botín, el banquero más rico de la UE, pague a la Seguridad Social un porcentaje mucho menor que un empleado de su banco. Como también es injusto que una persona trabajadora no cualificada (que vive 10 años menos que un burgués), tenga ahora que trabajar dos años más para pagarle las pensiones al burgués (que le sobrevivirá 10 años). En realidad, el incremento de la edad de vida se ha concentrado en los últimos 40 años en las rentas superiores, sin que apenas se haya notado en las rentas inferiores. Predeciblemente, ninguno de estos temas aparece en el manifiesto de los cien. PÚBLICO. 4-11-2010 Editorial. Expansión Impuestos europeos, una forma de recaudar más La Comisión Europea ha anunciado su intención de implantar nuevos impuestos a escala europea. La lista de opciones que propone es amplia y cubre desde la creación de un IVA europeo hasta impuestos sobre la energía o un IRPF para toda la Unión. La propuesta ha suscitado reacciones positivas en los dos grandes partidos europeos, el Popular y el Socialista, al tiempo que despierta lógicos recelos entre organizaciones de contribuyentes y empresariales. La Comisión y los principales partidos que integran el Parlamento Europeo parecen entenderse en esta reforma de las fuentes de financiación. La medida reduciría las aportaciones de los estados miembros, que actualmente financian el 87% del presupuesto comunitario, y daría mucha más autonomía a las instituciones europeas. Este es uno de los principales argumentos esgrimidos por los defensores de los nuevos impuestos. Sin embargo, la ciudadanía tendría que soportar nuevas cargas fiscales en un momento en que cualquier nuevo impuesto puede suponer un coste insoportable para quienes tratan de reducir su endeudamiento o competir en el mercado global. En el caso de un IVA europeo del 1%, una de las medidas sugeridas, la UE recaudaría 41.000 millones de euros y los estados miembros dejarían de abonar 14.000 millones que en la actualidad aportan a la UE de la recaudación de los distintos IVA nacionales. Los 27.000 euros restantes se obtendrían del nuevo recargo sobre el consumidor. Además, los gobiernos nacionales perderían poder de control sobre los programas de gasto europeos y el nivel de los mismos. En buena medida, la aprobación de esta propuesta supondría dar el pistoletazo de salida a una nueva fuente de fiscalidad y gasto público que tenderá a crecer a costa de la ya de por sí mermada competitividad de la zona del euro. Otro preocupante aspecto de la propuesta de Bruselas es de carácter simbólico. Mientras muchos gobiernos europeos aprueban recortes del gasto público, las familias se aprietan el cinturón y las empresas sueltan lastre, la Comisión Europea mantiene intacto su presupuesto y pide nuevos impuestos y más gasto. Los dirigentes europeos están demostrando una capacidad imaginativa para crear impuestos que no tuvieron para evitar la crisis financiera. El planteamiento de Bruselas es muy goloso para los estados miembros: estos reducirían sus aportaciones al presupuesto comunitario, en la medida en que lo nutran los nuevos impuestos, y así podrían dedicar más dinero a gasto público en clave doméstica. Al final, es el consumidor el que siempre acaba pagando el pato. EXPANSIÓN. 2-11-2010 Editorial. El País Debilitado Obama El resultado de las elecciones legislativas estadounidenses ha confirmado los pronósticos: el Partido Republicano se hace con el control absoluto de la Cámara de Representantes, mientras que los demócratas mantienen una ajustada mayoría en el Senado. El presidente Barack Obama ha sufrido un serio revés que no difiere, salvo en grado, del que hubieron de enfrentar predecesores como Clinton o Reagan; está dentro de la tradición de Estados Unidos que las elecciones de mitad de mandato sean la ocasión para que los ciudadanos expresen su malestar. Pero en el caso de Obama llama la atención la rapidez con que se ha producido su desgaste político. Sin duda, ha sido víctima de la terrible crisis económica iniciada antes de su llegada a la Casa Blanca. A ello se ha unido un estilo de gobierno en el que algunas de las reformas emprendidas, imprescindibles para afrontar la crisis y evitar en lo posible recaídas futuras, se han interpretado por amplios sectores ciudadanos como indiferencia hacia sus problemas más inmediatos, entre los que el paro -casi el 10%- ocupa el primer lugar. El vapuleado presidente parece haber tomado nota de los puntos débiles y de la frustración de sus compatriotas, a juzgar por su comparecencia de ayer. Obama reconoce que falta eficacia en la lucha contra el paro y se muestra dispuesto a escuchar nuevas ideas y buscar terrenos comunes con los republicanos, también a propósito de su controvertida reforma sanitaria. Un factor nuevo que ha contribuido al apagón presidencial ha sido el fenómeno del Tea Party, configurado a partir de la derrota republicana en las elecciones de 2008 y articulado sobre una figura hasta entonces marginal como Sarah Palin. Más allá de la victoria de ese movimiento en algunas circunscripciones, su creciente relevancia radica en su demostrada capacidad para radicalizar la agenda política, apoyándose en medios de comunicación afines. Desde la irrupción del Tea Party, Obama se ha visto forzado a abandonar sus iniciales intentos de adoptar iniciativas bipartidistas. El Partido Republicano, por su parte, se ha resignado a seguir la estela de los ultraconservadores. Los resultados de este martes de noviembre, con una Cámara de Representantes bajo absoluto control opositor, hacen prever una parálisis legislativa que podría marcar el final del periodo reformista de Obama. Falta por ver sus efectos sobre la política exterior, aunque las perspectivas no son esperanzadoras. Las estrategias adoptadas por la Casa Blanca en los asuntos más espinosos heredados de Bush son difíciles de desarrollar sin un consenso interno. El pragmatismo recuperado por Barack Obama podría dejar paso de nuevo a una política exterior fuertemente ideologizada. El presidente de EE UU dispone de tiempo para reaccionar y aspirar con posibilidades a la reelección, en dos años. Lo que no es seguro, en cambio, es que disponga de suficiente margen político. EL PAÍS. 4-11-2010