La noticia sobre la construcción del hotel en la playa de Los Genoveses, en pleno corazón del Parque Natural de Cabo de Gata, ha despertado una ola de indignación que se propaga como el viento entre las dunas. Este emblemático rincón de la costa almeriense, conocido por su belleza virgen y su carácter salvaje, se enfrenta ahora a lo que muchos consideran un atentado contra el equilibrio natural que lo define.
La promotora del proyecto, defensora de la legalidad de su actuación, asegura que el hotel respetará las normativas medioambientales y que su construcción está amparada por los permisos adecuados. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para calmar los ánimos de los habitantes de la zona ni de las asociaciones ecologistas que han levantado la voz. Lo que en los papeles parece cumplir con la ley, para muchos es una burla al sentido común: una construcción de estas características, aunque “sostenible”, no tiene cabida en un entorno protegido como el de Los Genoveses.
Las reacciones no se hicieron esperar. Desde que las primeras noticias comenzaron a circular, las redes sociales han sido un hervidero de mensajes de repudio. Vecinos de Níjar, el municipio al que pertenece la playa, han organizado movilizaciones y concentraciones para mostrar su oposición. Los residentes temen que la apertura de esta puerta al turismo masivo sea solo el comienzo de una serie de concesiones que acaben destruyendo el delicado equilibrio entre la naturaleza y la comunidad local.
Además, las iniciativas para frenar el proyecto han cobrado fuerza. La plataforma ciudadana “Salvemos Genoveses” ha reunido miles de firmas, instando a las autoridades a paralizar la construcción. Entre sus argumentos, subrayan el daño irreversible que un hotel de estas características causaría en la fauna y flora de la zona, muchas de ellas especies protegidas.
También se ha interpuesto una denuncia ante los tribunales, alegando que las evaluaciones de impacto ambiental han sido insuficientes y que el proceso administrativo presenta irregularidades. “No estamos en contra del desarrollo económico”, aclara un portavoz de la plataforma, “pero tiene que ser compatible con la conservación del entorno. No podemos permitir que el cemento se trague lo poco que nos queda de naturaleza virgen”.
Las autoridades locales, por su parte, se encuentran en una posición ambigua. El alcalde de Níjar, visiblemente incómodo en sus últimas apariciones públicas, ha declarado que el tema está siendo revisado por expertos y que se tomarán las decisiones adecuadas. No obstante, la falta de un pronunciamiento claro ha alimentado aún más el descontento de los vecinos, que acusan al consistorio de actuar en connivencia con los promotores del hotel.
La construcción del hotel en Cabo de Gata ha puesto sobre la mesa una vez más el eterno conflicto entre el desarrollo económico y la conservación del patrimonio natural. Pero en la zona ya hay 4000 plazas hoteleras. Qué encima nunca se llenan. Es decir que este hotel ni siquiera es necesario, solo es un pelotazo urbanístico
Los vecinos siguen en pie de lucha, con la esperanza de que la playa siga siendo ese refugio inalterado donde solo se escucha el rumor del viento y el mar. La batalla está lejos de concluir, pero lo que está en juego es mucho más que un hotel. Es la identidad de un lugar que, hasta ahora, había logrado mantenerse al margen de la voracidad urbanística que ha devorado otras zonas de la costa.