La masacre de la Paza de Mayo

El Guernica argentino

El 16 de junio, en el mediodí­a de otoño del año 1955, formaciones de las aviaciones de Marina y Aeronáutica, haciendo su bautismo de fuego, sobrevolaron el centro porteño y descargaron toneladas de explosivos sobre la población civil. El bombardeo dejó, aproximadamente, 350 muertos, cifras nunca confirmadas, como en Guernica, se ocultan los efectos de la masacre, y más de 2000 heridos, entre ellos casi un centenar de lisiados para el resto de su vida. Otras fuentes reflejadas en este trabajo hablan de 700 tumbas cavadas en el cementerio porteño de la Chacarita.

En Guernica los fascistas franquistas demuelen y masacran a un ueblo para que truene el escarmiento desde el aire, con total y absoluta cobardí­a; en Plaza de Mayo, masacran al pueblo alevosamente con el pretexto de matar a Perón, según los ideólogos de la Unión Democrática, del mismo modo: para que truene el escarmiento, hay que matar al tirano, comenzando por el pueblo que lo apoya. Fue el inicio de un proceso histórico, dentro del campo social y polí­tico, comenzaba el desmontaje de una formación ideológica de carácter nacional, esta es parte de su historia.La masacre de junio de 1955 era la anticipación de décadas de tutela militar. Cuestión que estallarí­a ese mismo año, el 16 de septiembre, con persecución y cárcel, tortura y muerte de miles de hombres y mujeres, trabajadores, delegados, militantes, activistas y todos los que se opusieron a la caí­da de Perón y a los luchadores populares comprometidos con el pueblo.Se debí­a terminar con ese proceso populista de carácter nacional, insoportable para las clases dominantes. La distribución del ingreso, a pesar de la crisis, el gobierno peronista, es decir Perón, habí­a decidido mantener a como de lugar el porcentaje más alto de la distribución del ingreso en forma equitativa con el pueblo, más alto de toda la historia de Latinoamérica. La participación de los trabajadores de la Argentina en el PBI rayaba en el 53 por ciento, hubo momentos del 61 por ciento. Muy mal ejemplo.Ante tan funesto ejemplo, la oligarquí­a, con el visto bueno del imperio, comenzó a armarse el andamiaje golpista. El imperialismo yanqui comenzaba a ocuparse de Latinoamérica, habí­a perdido terreno después de la segunda guerra mundial por atender a Europa, la prioridad.En abril crece el enfrentamiento con la iglesia. El 14 de abril se suspendió en todas las escuelas la enseñanza obligatoria de religión y moral. El 20 de mayo se suprimió, por ley, la exención de impuestos a los templos y organizaciones religiosas y se llamó a una Constituyente para separar la iglesia del Estado.En forma paralela, en México, se realizaban reuniones entre militares, Gainza Paz, Lanz Duret, el coronel Garcí­a Valsesca, donde participaba, además, un personaje de los medios de comunicación de esos tiempos, llamado Joshua Power, comerciante, que controlaba los servicios informativos de Editor Press. El The New Cork Time y The Economist, donde anticipaban, en sus artí­culos, los dí­as por venir.Los militares, debí­an resolver por medio de las armas, la fuerza y sin miramientos, las contradicciones que perjudicaban sus intereses, es decir, las contradicciones con los trabajadores y el campo popular. La resolución era la represión violenta. Se rechazaba con terrorismo todo veredicto, por más democrático que fuera, propuestas u hombres elegidos en las urnas que no fueran funcionales a sus ambiciones.La mañana del 16 de junio de 1955 fue el bautismo de fuego de los aviones de la aeronáutica contra el pueblo, aunque lo quieran negar. Operaron esos aviones los aviadores argentinos, arrojando nueve toneladas y media de explosivos, según algunas fuentes, otras, catorce toneladas sobre la población civil inerme. Fijaron sus objetivos de ataque en los puntos del centro neurálgico de la Plaza de Mayo, la casa de gobierno, donde lanzaron sus bolas de fuego y muerte contra los trolebuses repletos de pasajeros, en su mayorí­a trabajadores que se desplazaban hacia sus tareas, o bien transeúntes distraí­dos que recorrí­an ese lugar histórico, mientras se escondí­an como podí­an ante la sorpresiva y violenta lluvia de bombas y metrallas. Eran aviones de la Fuerza Área y de la Marina de Guerra Argentina que actuaron con los mismos objetivos y la misma saña criminal.Aquel 16 de junio, el capitán de fragata Néstor Noriega, de 39 años de edad, esperaba que el cielo se despejara, la escuadrilla formaba escalonada hacia arriba. A las 12,40 Noriega al mando de su Beechcraft descarga una bomba de 100 kilos que cae sobre la sede presidencial; a continuación los North American al mando del capitán de corbeta Santiago Sabarots descargan bombas de 50 kilos cada uno. La Plaza de Mayo era un incendio, quienes salí­an de las bocas del subte se encentraron con la nube de pólvora, los aviones rasantes sobre el casco porteño, la griterí­a, la desesperación, la gente intentando esconderse como podí­a, heridos, muertos, mutilados, así­ comienza la masacre del 16 de junio. Noriega y Sabarots son los responsables materiales junto a los aviadores de aquel dí­a de masacre, hay otros responsables intelectuales.En el trabajo por recuperar históricamente aquella masacre, realizado por Gonzalo Cháves, titulado la Masacre de Plaza de Mayo, pasa revista a los nombres de muertos y heridos, lugares donde fueron alojados y la cantidad de muertos NN que aparecen en el listado.Por otro lado, Gonzalo Cháves afirma en un reportaje concedido a un diario de Rosario: Me sorprendió descubrir entre los protagonistas de la masacre del 16 de junio de 1955 a hombres y nombres que participaron en el golpe del 24 de marzo de 1976, como los dos secretarios del ministro de Marina Olivieri, que fueron Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, dos marinos importantes en el último golpe de Estado. Ellos estuvieron al tanto de lo que iba a pasar y no detuvieron la acción militar contra los civiles. El ministro Olivieri dio parte de enfermo y sólo regresó al despacho dos dí­as más tarde del 16 de junio. Lo mismo hicieron «Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, sus jóvenes ayudantes».Hay un testigo incomparable, el camarógrafo de Sucesos Argentinos, Carlos de la Fuente, ví­ctima del bombardeo, que a pesar de estar herido, no perdió la conciencia, llegó a contabilizar «pilas de muertos detrás de la Casa Rosada», con una etiqueta atada con un hilo en el dedo gordo del pie con los datos de cada una de las victimas. Dice lacónicamente: todo fue un pandemonium.Como culminación de la serie de actos de desagravio a la bandera, se dispone que una escuadrilla de diez aviones a sobrevuelen la Catedral de Buenos Aires, en Plaza de Mayo. Ignorándolo Perón, ese vuelo debe convertirse en la señal de una insurrección conjunta de las tres fuerzas armadas y comandos civiles, que debí­a iniciarse a las 8″.Pero debido a una imprevista niebla, los aviones sólo pueden alzar vuelo a las 10. Durante ese lapso Perón es informado de la conjura y se traslada al Ministerio del Ejército. Al mediodí­a aviones navales bombardean la Casa Rosada y sus adyacencias, al tiempo que fracasan los intentos de la infanterí­a de marina de apoderarse del sector. Las ví­ctimas se cuentan por centenares. Los aviones que participaron de la acción se refugiaron en Uruguay», es decir, se fugan llenos de cobardí­a.Al dí­a siguiente, el diario Clarí­n -que no se caracteriza por sus simpatí­as peronistas- escribe: ‘Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad’.La masacre de junio de 1955 costó la vida aproximadamente a 350 ciudadanos, otras fuentes más precisas sostienen 367, y a más de dos millares de heridos, sin contar las profundas secuelas de terror que se instaló en gran parte de la población que vivió, asistió y sufrió aquellos bombardeos encabezados por los aviones de la marina y Aeronáutica, acción indudablemente repudiable.

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