Muere Emilio Botí­n, presidente del Banco Santander

El gran jefe de la oligarquí­a española

En 1986, a la edad de 52 años, heredaba de su padre el mando del banco. Fundado en 1857 por un grupo de comerciantes cántabros, en su primer siglo de existencia el Santander nunca logró sobrepasar el papel de banco regional. Hasta que en 1946, con la absorción del Banco Mercantil, inicia un acelerado proceso de expansión por todo el territorio nacional que le lleva a convertirse durante el franquismo en uno de los «7 grandes» de la banca española.

Sin embargo, y a pesar de la continua absorción de otros bancos (Banco Continental, Banca Jover, Banco Comercial Español, Banco de Murcia, Banco Comercial de Cataluña, estos dos últimos fruto de la expropiación de Rumasa) a comienzos de los años 80 el Banco de Santander no dejaba de ser, en realidad, uno de los pequeños entre los grandes. Comparado con los “gigantes” Banesto, Hispanoamericano o Central, Botín hereda el timón de un banco que está en el furgón de cola de los grandes de la banca española. «Botín protagonizará dos de los movimientos más sonados en el sistema bancario español y que le darán la hegemonía absoluta en el sector» Pero no por mucho tiempo. Sólo tres años después, Botín -que ya había roto la costumbre de asistir a las comidas mensuales de los presidentes de los 7 grandes, donde se pulían las diferencias y se limaba la competencia entre ellos, amén de dictarse la política económica del país- lanza las supercuentas, una guerra en toda regla contra el resto de bancos con la que consigue quitarles buena parte de sus depósitos a los grandes “dinosaurios” bancarios que son incapaces de reaccionar con agilidad. En apenas dos meses, Botín aumenta en más de 150.000 millones de pesetas el dinero depositado en cuentas corrientes de su entidad, mientras que la media del resto de los grandes bancos nacionales no superará los 1.400 millones de pesetas. La jugada le permite dar un salto interno en la jerarquía bancaria y colocarse como cuarto banco del país, tras el BBV, Central y Banesto. De esta época viene también su primer tropiezo con la justicia gracias a las más de 45.000 operaciones con cesiones de crédito, operaciones altamente irregulares en las que el Banco utilizó nombres de personas fallecidas, de monjas de clausura o de indigentes para ocultar a Hacienda un enorme volumen de dinero que le permitieron captar 400.000 millones de pesetas. Tras casi 10 años de juicio, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo declaraban en un insólito auto la absolución de Botín y del banco bajo el argumento -nunca utilizado antes ni después- de que no era posible abrir juicio oral a instancias exclusivas de la acusación popular. Y en tanto que Hacienda, la fiscalía y la abogacía del Estado se habían retirado de la querella, no era posible juzgarlo. Es lo que desde entonces se conoce como “la doctrina Botín”, nombre que expresa exactamente su contenido: fue una doctrina jurídica ideada y aplicada únicamente para un caso y para que una persona, Botín, quedara exenta de cualquier delito. En la década siguiente, Botín protagonizará dos de los movimientos más sonados en el sistema bancario español y que le darán la hegemonía absoluta en el sector. En 1994 compra el expropiado Banesto. Y cinco años después se fusiona con el Banco Central Hispano. La expansión interna ha finalizado, y empieza la segunda etapa en la trayectoria de Botín: su expansión internacional hasta convertirse en el mayor banco de la eurozona y de Latinoamérica.El hombre que supo reinarPara dar ese salto, y convertirse en el indiscutido capo di tutti capi de la oligarquía bancaria española, Botín, apoyándose en el poder político -en particular en el gobierno de Zapatero- va a provocar una auténtica conmoción en el seno de la clase dominante española. Vale la pena detenerse en lo ocurrido en esos años recientes de nuestra historia, porque allí están encerradas muchas de las claves que explican lo que ocurre hoy.

Hasta 2003, la jerarquía y la composición interna de la oligarquía habían sido producto, en lo fundamental, del proceso de concentración interna y expansión en Iberoamérica efectuado en los años noventa. Un proceso que da lugar a la aparición de dos megacorporaciones financieras y un selecto grupo de grandes monopolios en telecomunicaciones, energía y construcción. El desarrollo de este selecto grupo de bancos y monopolios permanece bajo un relativo equilibrio de fuerzas hasta 2003.A partir de entonces, sin embargo, se produce un abrupto y acelerado decantamiento hacia el sector en cuyo núcleo está el Banco de Santander. Lo que se traduce no sólo, en términos económicos, en la considerable brecha en beneficios, activos o capitalización bursátil que se abre entre ellos, sino también en una profunda alteración en las jerarquías y equilibrios internos en el seno de la oligarquía financiera española.Un despegue de unos sectores oligárquicos frente a otros –nada progresivo, sino considerablemente abrupto en el tiempo- que no es exactamente resultado del mayor dinamismo o capacidad de gestión. La estrecha relación entre el Banco de Santander –y el conjunto de clanes oligárquicos aliados a él- con el gobierno de Zapatero –colocando la acción de gobierno y los recursos estatales al servicio de su expansión- va a jugar un papel preponderante en este cambio interno.Cuando Zapatero era un simple aspirante sin posibilidades de triunfo, Emilio Botín sorprendió a todos brindándole público respaldo al afirmar, crípticamente, que “mis hijos, que de esto saben mucho, me han dicho que va a ser un gran presidente”.Años después, el significado de esas palabras de Botín se manifiestarían abiertamente. Más allá de los matrimonios gays o la ley de memoria histórica, el gran papel, en términos de poder de clase, jugado por los gobiernos de Zapatero fue el de propiciar una drástica alteración de la correlación de fuerzas en el seno de la oligarquía, a favor del sector encabezado y nucleado en torno al Banco de Santander.Una rápida lectura de los números servirá para aclarar esta cuestión. En 2003, la diferencia entre los beneficios netos obtenidos por Santander y BBVA era de sólo 384 millones de euros favorable al banco de Botín, en 2007 -el año anterior al estallido de la crisis- esa brecha se había elevado a 2.934 millones. Entre 2004 y 2008, la distancia en cuanto a los activos gestionados, a favor del Santander, se había multiplicado por cuatro. Y si la cartera crediticia era pareja entre ambos en 2004, el Santander había pasado a gestionar 220.000 millones de euros más. Si hasta ese momento, la concentración y expansión había respetado el equilibrio de fuerzas entre los dos grandes conglomerados bancarios, a partir del 2004 esta relativa igualdad salta por los aires.Y el despegue de los sectores nucleados en torno al Banco de Santander no fue “un producto natural de la expansión económica”, ni fruto de su mayor dinamismo o mejor gestión. Botín fue el único miembro de la oligarquía que se atrevió a ofrecer respaldo público a Zapatero antes de su inesperada llegada a la Moncloa, adquiriendo en sus sucesivos gobiernos una influencia decisiva.«Cuando Zapatero era un simple aspirante sin posibilidades de triunfo, Emilio Botín sorprendió a todos brindándole público respaldo» Es esta capacidad de influencia de Botín en el gobierno de Zapatero –y que supuso privilegiar en la acción de gobierno a unos sectores oligárquicos sobre otros- el elemento central que explica cómo fue posible que se produjera, de forma tan abrupta, una brecha tan profunda en el seno de la oligarquía.La actuación del gobierno de Zapatero jugará un papel fundamental en los factores, tanto en el plano interno como en el internacional, que permiten el decantamiento interno en el seno de la oligarquía a favor del sector encabezado por el Santander. El giro de 180º en la política exterior española impuesto por Zapatero, recomponiendo las relaciones con Francia y Alemania en abierta contraposición al cerrado enfrentamiento practicado por Aznar es la base política que explica una expansión que, si hasta el año 2000 estuvo centrada en Iberoamérica, tras esa fecha se lanza también a la “conquista” de los mercados europeos.Un giro en los negocios oligárquicos que es inseparable del brusco giro en la política exterior impuesto por Zapatero, plasmado en “la vuelta al corazón de Europa”, es decir la recomposición de las relaciones con Francia y Alemania, rotas por el enfrentamiento de Aznar. El proyecto de Aznar –que buscaba dar un salto en la cadena imperialista, y un nuevo papel en Europa, haciendo valer el acercamiento hacia EEUU- fue durante un periodo muy rentable para los negocios oligárquicos (la inversión en Hispanoamérica, para lo que era imprescindible contar con el beneplácito norteamericano, se disparó, las privatizaciones se consumaron…). Pero, a partir del 2001 -y en especial desde 2003, con la guerra de Irak y su participación en el trío de las Azores-, el cerrado enfrentamiento de Aznar con Francia y Alemania se convierte en “veneno para la taquilla” de los negocios oligárquicos, colocando barreras políticas a la pretendida expansión oligárquica en Europa. El giro en política exterior dado por Zapatero –donde se demuestra que, tal y como planteaba Lenin, la diplomacia actúa como una avanzadilla abriendo paso a los negocios- crea el marco político necesario para que la oligarquía española dé un salto en su expansión en el mismo seno de la UE. A partir de 2004, las grandes operaciones europeas de los bancos y monopolios españoles se concentrarán, como antes en Hispanoamérica, en banca, telecomunicaciones, energía, construcción…Una reorientación estratégica de las inversiones exteriores hacia Europa, una activa participación de bancos y monopolios españoles en el proceso de fusiones y adquisiciones continentales, y un salto en la jerarquía financiera que llevan a Botín a convertir el Santander en el mayor banco de la eurozona y a él mismo en el jefe indiscutido de la oligarquía española. Su éxito tenía un precio… para nosotrosPero abordar este camino de expansión en Europa tenía un alto precio: el recurso al endeudamiento exterior, dado el insuficiente volumen de capital de que disponía la oligarquía española para abordarlo. Con la introducción de la moneda única y la rebaja de los tipos de interés por el BCE en los primeros años del siglo XXI, Botín y los suyos vieron el camino abierto para lanzarse a las costosas compras en el mercado europeo. Con ello, abrieron la puerta al enorme endeudamiento y la colosal dependencia de la financiación exterior que están en la base del alto precio que ahora los españoles estamos pagando. «Abordar el camino de expansión en Europa tenía un alto precio: el recurso al endeudamiento exterior» El endeudamiento exterior es la forma de importación de capital que más dependencia crea y la que resulta más costosa para el país. En ella, es de la ganancia empresarial, es decir, del beneficio bruto, de donde salen los beneficios para el capital extranjero, en forma de pago de intereses.Esta forma de inversión exterior es, sin duda, la más perjudicial –tanto para las empresas que participan de ella como para el conjunto de la economía nacional– por dos razones. En primer lugar porque, al reducir de forma sustancial la parte de la ganancia que queda como beneficio empresarial, obliga necesariamente a aumentar la cuota de plusvalía que se extrae a los obreros como forma de recuperar esa parte de la ganancia que ahora se desvía hacía el capital bancario y financiero. Y ello sólo se puede hacer de dos formas. O bien revolucionando, mejorando y perfeccionando los medios de producción, de manera que con la misma cantidad de trabajo se produzcan más mercancías. O bien, como es el caso de las empresas españolas, cuyo endeudamiento no ha ido dirigido a la innovación sino a la expansión y la compra en otros mercados, intensificando la explotación y recurriendo a una clase obrera en condiciones de ser hiperexplotada. Lo cual explica tanto que España sea el país desarrollado con la existencia del mayor mercado de trabajo precario y el menor salario mínimo, como la afluencia masiva de clase obrera inmigrante en los últimos años. En segundo lugar, porque esta forma de inversión exterior basada en el endeudamiento ata de una forma directa y mucho más férrea a la economía de un país a la cadena de operaciones del capital financiero a escala internacional en su eslabón más fuerte: estableciendo una relación acreedor-deudor entre las grandes empresas del país y el capital financiero extranjero. Mientras a la inversión extranjera directa o a los dueños extranjeros de acciones les interesa que la economía del país de destino funcione bien (de lo contrario no pueden vender sus mercancías o no sacan los dividendos anuales a su inversión), a los grandes prestamistas internacionales esto les es, hasta cierto punto, indiferente. Si una empresa no paga la deuda, simplemente debe poner a la venta una parte de sus activos, y además a un precio de saldo, para ponerse al día en el pago de la deuda. Si ese país, además, transforma esa impagable deuda privada de bancos y monopolios en deuda pública, entonces toda la sociedad, el 90% de la población debe hacerse cargo de ella a través de rebajas de salarios y pensiones, recortes de servicios públicos de todo tipo y aumento sin cesar de toda clase de impuestos. Exactamente la carga que las oligarquías financieras más poderosas del planeta nos han impuesto a los españoles para que seamos nosotros los que paguemos las deudas adquiridas por bancos y monopolios españoles durante esos años de expansión internacional. Y todo esto para que, entre otras cosas, el Banco Santander pueda alardear de ser el número uno en la eurozona.

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