Las jornadas del simposio sobre la política común que necesitan las izquierdas europeas comenzaron el viernes en el Convent de Sant Agustí de Barcelona con la ponencia inaugural de Antoni Domènech, editor general de la revista SinPermiso, y catedrático de filosofía de Ciencias Sociales y Morales en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona (UB).
«Podemos considerar ya un éxito el haber reunido distintas tradiciones y sensibilidades de izquierda para debatir en común», subrayó Domènech. «Izquierdas, no sólo de los distintos pueblos de España, sino tanto soberanistas como seriamente federalistas; quiero decir, las que siguen lealmente admitiendo que no hay federalismo sin respeto consecuente, hasta el final, del derecho de autodeterminación de todos los pueblos del mundo, y por supuesto los pueblos peninsulares».
La necesidad de que las izquierdas disputen políticamente Europa, y politicen el debate de la salida a la crisis, pasa por hacer un diagnóstico compartido. Pero, explicó Domènech, «los partidos tradicionales europeos, llámense Popular, Liberal, Verde o de Izquierda, no son más que marbetes, ya que no representan una política europea compartida por sus distintos componentes nacionales. En cambio, sí comienza a tenerla una extrema derecha populista, xenófoba y precisamente antieuropeísta«.
Este año se cumplen 100 años de la Gran Guerra que asoló nuestro continente y trajo cosas terribles, pero también algunas esperanzadoras, como apuntó Domènech:
El vuelco político tras la Gran Guerra«Con el desplome de las monarquías autocráticas, semiautocráticas o meramente constitucionales, vino a Europa la democracia republicana y el sufragio universal pleno, lo que significó el poderoso desarrollo de los grandes partidos y sindicatos obreros de masas y el fin de los partidos conservadores y liberales clásicos que habían dominado la escena política europea durante casi un siglo. Ningún partido liberal ha vuelto a ganar unas elecciones en Europa después de 1918».
La revolución de Octubre de 1917, apuntó hacia un horizonte que transcendía el desastroso capitalismo de la Belle Époque y de la era de la codicia norteamericana. Los procesos descolonizadores y de liberación de los pueblos oprimidos del mundo marcaron la franja central del siglo XX, pero, como recordó el orador, «en ese periodo también se dio la división del movimiento obrero y sus izquierdas políticas y, en parte y a resulta de ello, surgió el fascismo que culminó en otra catástrofe bélica aún más sangrienta, la Segunda Guerra Mundial. El proyecto europeo fue, en buena medida, hijo del antifascismo, un hijo bastardo moldeado por la Guerra Fría».
«El antifascismo volvió a unir, mal que bien, a las izquierdas», continuó Domènech. «Quizá el logro más importante del antifascismo fue la Declaración Universal de Derechos Humanos y Ciudadanos realizada por Naciones Unidas en 1948. Hay un lugar común erróneo, que es decir que tenemos derechos humanos desde la revolución americana o la revolución francesa. Los derechos humanos desaparecieron del derecho constitucional, de la vida intelectual, europea y mundial, durante 150 años. El antifascismo trajo la restauración de estos derechos, cuyos tres valores principales son: reconocer los derechos inalienables de la humanidad en su conjunto, sin ningún tipo de división; el derecho de autodeterminación de los pueblos, la reafirmación enfática a la soberanía nacional o popular y con la democracia como expresión de estas reafirmaciones; y los derechos sociales y económicos básicos del individuo».
De la retórica dominante fundacional, donde se instituyó y ha venido «construyéndose» la UE, apenas queda nada, más allá de un pliego de buenas intenciones. De los mensajes de paz lanzados por las élites rectoras de la UE, nos encontramos una Europa belicista y con guerras intestinas, desde la Yugoslavia de los noventa, hasta la Ucrania de hoy. Las garantías democráticas y las libertades civiles en la UE están en franco retroceso; en Hungría, en Chequia, en Polonia, en Letonia, o en la España del PP, con leyes reaccionarias que suponen una involución, como las promovidas por Gallardón o Fernández Díaz.
De todo ello habló el economista y candidato a las elecciones europeas por ICV-EUiA, Ernest Urtasun: «Los últimos años de la construcción europea han significado la laminación de dos grandes herencias que teníamos como europeos. La primera era la herencia de los valores de la Ilustración, absolutamente olvidados, desmantelados en el día a día de las políticas neoliberales y de los programas de austeridad. Y la segunda es la herencia de años y años de movimiento obrero plasmado en constituciones antifascistas, sociales… nacidas después de la II Guerra Mundial. El programa de austeridad y la Troika europea tienen en su punto de mira terminar con esos valores que la izquierda aportó al proyecto europeo«.
La reforma del artículo 135 de la Constitución española, que impusieron el PP y el PSOE, da prioridad absoluta del pago de la deuda pública sobre cualquier otro gasto del Estado. La Constitución portuguesa también está bajo ataque, a raíz del memorándum firmado con la Troika. Igual ocurre con la Constitución antifascista italiana cuyos valores fundamentales, como el del trabajo, están amenazados.
Para Urtasun, «la función de las políticas de la Troika es eliminar esos valores y derechos, en base a un federalismo autoritario que impone su criterio en todos los ámbitos de la política económica y monetaria. Nosotros tenemos intervenido el presupuesto del Estado, tenemos intervenido el mercado del trabajo, ya que las reformas laborales están directamente pilotadas por funcionarios del FMI, que visitan Madrid una semana tras otra, amparados en un silencio escandaloso de los medios de comunicación. Y tenemos intervenida también la reforma de la Seguridad Social. Todo esto tutelado por una Troika antidemocrática que, en estos momentos, no está bajo control soberano de ningún tipo».
Las políticas de austeridad son la expresión de la política de precarización del trabajo y, según el candidato de Iniciativa per Catalunya Verds, se basan en tres principios:
«1. El autoritarismo y la represión. Por ejemplo, la ley de seguridad ciudadana impulsada por el PP es una premisa para imponer en España las políticas europeas de austeridad».
«2. El retorno de los valores del patriarcado. El desmantelamiento del Estado del bienestar necesita de este retorno patriarcal que vemos con preocupación.
«3. El abandono absoluto de cualquier tipo de perspectiva de lucha contra el cambio climático y defensa del medio ambiente. Incompatible, desde cualquier punto de vista, incluso incompatibles con la leyes medioambientales que tenemos en la UE, que están siendo, sistemáticamente desmanteladas».
Pero ¿qué propone la izquierda? «La izquierda no tiene, no tenemos -puntualiza Urtasun- los instrumentos necesarios para combatir esto y presentar una alternativa común en Europa, y ése es el reto de los próximos cinco años. Merkel quiere reproducir la gran coalición que opera en Berlín y en Bruselas, e impulsar una turbo-reforma de la UE para consolidar el federalismo autoritario y el desmantelamiento del Estado del bienestar, con algunos maquillajes. Nuestro trabajo en el Parlamento europeo es dotarnos de esos instrumentos de combate que ahora mismo no tenemos, con una izquierda dividida. El sindicalismo, por ejemplo, es inoperante en el ámbito europeo, salvo algunas movilizaciones puntuales. Tampoco tenemos movimientos sociales capaces de articular protestar en el conjunto de Europa, cosa que sí hay en cada Estado miembro… ¿para cuándo una gran movilización europea contra la deuda? Está claro que hay que cambiar todo el marco institucional de la UE, que ahora está pensado y al servicio de las políticas neoliberales, y eso pasa por combatir el Tratado de Lisboa, que es un auténtico desastre. Y otra gran batalla de la izquierda es refundar la Eurozona y recuperar la soberanía nacional que ha sido usurpada por la troika y los programas de austeridad».
Por su parte, Gerardo Pisarello, profesor de Derecho Constitucional en la UB y vicepresidente del observatorio Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), hizo un repaso a las dos concepciones históricas que han tenido las izquierdas, en plural, de la idea de Europa. Desde un posible espacio de emancipación y solidaridad de los pueblos, los Estados Unidos Europeos, hasta como un espacio antisocial, instrumento del colonialismo y con una estructura burocrática:
«Parte del movimiento antifascista, después de la Segunda Guerra Mundial, se inspiró en esa idea de una Europa como espacio de solidaridad entre los pueblos, contra el racismo, la xenofobia o el nacionalismo belicista y excluyente, pero otra parte de las izquierdas advirtió que ese proyecto europeo, según cómo se hiciera, podía ser un proyecto antidemocrático, antisocial y tecnocrático. Sobre todo cuando quedó claro, al comienzo de la Guerra Fría, que esa idea de Europa se estaba construyendo de manera subordinada a los intereses de los EEUU».
«Ya en 1957, Pierre Mendès France, primer ministro francés, habló de las comunidades europeas como una abdicación democrática, y señaló de manera profética los riesgos que aquello implicaba. La sumisión, decía él, a una autoridad exterior que ejercerá el poder político en nombre de la técnica, o que en nombre de una economía sana acabará dictando la política monetaria, así como la política, en sentido amplio del término, nacional o internacional».
«Las izquierdas deben rescatar esas tradiciones plurales, socialistas, comunistas, anarquistas, y las aportaciones del movimiento social, feminista, ecologista y sindical de ahora. Aceptando que no hay una respuesta única, se deberían pensar desde esa pluralidad y mestizaje, los instrumentos necesarios para combatir la deriva oligárquica y autoritaria en la que está inmerso el proyecto europeo. Unas izquierdas que deberán ser seguramente europeístas, frente a la tentación del repliegue nacional, frente al populismo racista… y que no debería ser eurocéntrico, sino un europeísmo genuinamente internacionalista y universalista, con respeto a la diversidad de sus pueblos. Unas izquierdas rupturistas y que tuvieran una concepción clara de la desobediencia con aspectos básicos de esta construcción europea. No nos valen ya los sí críticos o las teorías del mal menor, hay que romper con el corsé monetarista que ha generado deudas ilegítimas e impagables»
Después, Xosé-Manuel Beiras, catedrático de Estructura Económica y portavoz de Alternativa Galega de Esquerda, afirmó:
«Hay que abordar el proceso cívico-político de nuestro combate en Europa por una construcción europea que implique una deconstrucción del aberrante edificio construido, pero hay que abordarlo en clave de ruptura democrática a diferentes niveles o no podremos con el monstruo de la Troika y el ultraliberalismo rampante» (…)