La atención internacional, con toda razón, está puesta en Ucrania. Pero no para todos. Las principales cabezas del Pentágono y de la inteligencia norteamericana siguen poniendo todos sus ojos sobre China, que aunque representa el caso único de país que ha adquirido el rango de gran potencia sin provocar ni una sola guerra, es la principal amenaza a la hegemonía estadounidense.
En los últimos días de febrero, cuando los tanques del Kremlin atravesaban las fronteras ucranianas y los primeros proyectiles comenzaban a caer sobre las ciudades, se producía en el Estrecho de Taiwán un hecho relevante, pero que quedaba eclipsado por la invasión rusa: el paso por esas conflictivas aguas del destructor norteamericano USS Ralph Johnson, integrado en la Séptima Flota de la Marina de EEUU, encargada del control de Asia-Pacífico. China protestaba enérgicamente, al igual que lo hizo en noviembre cuando otro destructor, el USS Milius, cruzaba ese mismo estrecho.
Desde su propia proclamación en 1949, la República Popular China reclama la soberanía de la isla de Taiwán, así como de sus aguas jurisdiccionales, incluido el Estrecho. Para las autoridades de Pekín, Taiwán es una «provincia rebelde» desde que los nacionalistas del Kuomintang se replegaron allí tras perder la guerra civil contra los comunistas. La propia isla también se considera parte de China -el nombre oficial de Taiwán es «República de China», y ha mantenido la simbología bajo la que los nacionalistas chinos gobernaron la China continental- y sólo en las últimas décadas han surgido partidos secesionistas, partidarios de romper con ese pasado y declarar formalmente la independencia bajo el nombre de Taiwán.
La isla es además uno de los principales focos de tensión en las ya complicadas relaciones entre EEUU y China. En 1979 el presidente Jimmy Carter reconoció el principio de ‘una sola China’, que incluía a Taiwán como parte de su territorio. A lo largo de cuatro décadas -sin que eso haya impedido vender armas a Taiwán o recibir a sus líderes- los distintos gobiernos de Washington han respetado ese principio. Pero el precepto de «One China» saltó por los aires durante el gobierno de Donald Trump, causando el más serio deterioro de las relaciones diplomáticas con Pekín, en el contexto de una guerra comercial que no dejaba de endurecerse.
Sin embargo, había sido la administración Obama la que en 2015 aprobó la venta de armas a Taiwán -incluidas fragatas, misiles y vehículos- a la isla. Un vínculo que el gobierno de Trump redobló con inversiones superiores a los 3.000 millones de dólares entre 2018 y 2020, implantando además el Instituto Americano en territorio taiwanés, que viene a ser lo más cercano a una embajada.
Lejos de modular la agresividad de Trump contra Pekín, la administración Biden no deja de incrementarla, tratando al mismo tiempo que sea más multilateral y mancomunada por un amplio frente de aliados y vasallos de EEUU.
Taiwán no es el único foco de hostigamiento norteamericano contra China. Hace pocas semanas, cuando Rusia mostraba su cara más amenazadora, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, afirmaba desde Australia que “China busca ser la principal potencia militar, económica, diplomática y política no solo de la región sino del mundo”. La administración Biden ha afirmado que “Pekín es el principal desafío regional en Indo-Pacífico”, y ha intensificado las políticas de «asedio y contención”. Entre ellas el reforzamiento de la presencia militar de EEUU en el Pacífico, el impulso al QUAD –formado por India, Australia, Japón y EEUU- como una especie de “OTAN asiática”, o la reciente creación del AUKUS, con EEUU y Reino Unido reforzando el papel de “gendarme militar antichino” de Australia.
El centro de atención norteamericano no está en Europa sino en el Pacífico. Y la principal amenaza a la hegemonía norteamericana es la emergencia de China. Lejos de modular la agresividad de Trump contra Pekín, la administración Biden no deja de incrementarla, tratando al mismo tiempo que sea más multilateral y mancomunada por un amplio frente de aliados y vasallos de EEUU.
Carlos dice:
Aaaay Biden, que te comen el mercado mundial los chinitos. Ya está plagado de tiendas chinas hasta Miami