Barcelona, lunes 14 de octubre. Grupos organizados se dirigen al aeropuerto del Prat, al grito de “¡Vamos a hacer un Hong Kong!”. Intentaban imitar la toma del aeropuerto realizada en la ciudad asiática, durante unas revueltas que socavan desde hace meses la estabilidad china.
Hong Kong, jueves 24 de octubre. Los impulsores de las revueltas organizan una “Asamblea de Solidaridad Hong Kong-Catalunya”, bajo el lema “unidos contra la tiranía”… de China y de España.
Fue Quim Torra quien defendió hace ya varias semanas “la necesidad de poner en marcha una oleada de concentraciones indefinida como la protagonizada por los ciudadanos de Hong Kong”.
¿Por qué acaban confluyendo las tormentas políticas en Hon Kong y en Barcelona? ¿Qué hay en el “ejemplo de Hong Kong” que encandila a las élites del procés?
El Gibraltar chino
Las movilizaciones que sacuden desde marzo la ciudad asiática se nos presenta como el conflicto como el enfrentamiento entre los defensores de la “autonomía” de Hong Kong, y un poder chino concebido casi como una potencia ocupante.
La realidad es que Hong Kong es un territorio chino que Londres convirtió en 1842 en una colonia, ocupada durante un siglo y medio.
Los promotores de las protestas en Hong Kong exigen autonomía de China, pero se manifiestan enarbolando banderas norteamericanas y reclaman abiertamente una intervención exterior de EEUU o de Reino Unido. A pesar de ser chinos, gritan que “somos ingleses”.
Hong Kong es el Gibraltar chino, un enclave colonial usurpado por la fuerza. En 1997 se reintegró a China, pero sigue siendo la puerta de entrada del 60% de las inversiones anglonorteamericanas en el gigante asiático, y tanto Washington como Londres mantienen un denso entramado de relaciones que utilizan para intervenir en los asuntos chinos.
No es por la democracia
Según la información que recibimos, el motor principal de las movilizaciones en Hong Kong es la defensa de la democracia frente al sistema autoritario impuesto por China.
Existen contradicciones entre la sociedad de Hong Kong y un gobierno chino que por ejemplo ha retrasado la promesa de implantación del sufragio universal.
Puigdemont y Torra miran a Hong Kong, un conflicto transformado en ariete de intervención en manos de grandes potencias
Pero la primera vez que un ciudadano nacido en Hong Kong presidió el gobierno local fue en 1997… cuando dejó de ser colonia y se integró como territorio chino. Durante la ocupación colonial todos los gobernadores eran británicos y nombrados a dedo por Londres. No existió sufragio universal… hasta 1991, cuando ya se sabía que solo seis años después volvería a ser una ciudad china.
Las leyes que hoy permiten en Hong Kong al gobierno liquidar todas las libertades no fueron impuestas por Pekín. Las aprobó el gobierno colonial en 1922, para acabar con una huelga de marineros. Y solo han sido utilizadas una vez, en 1967, para sofocar unos disturbios contra la ocupación británica.
Es curioso que los manifestantes que en Hong Kong reclaman democracia lanzaran huevos contra la sede de la Federación de Sindicatos… que encabezaron la rebelión contra el ultradictatorial poder inglés en 1967.
Y algunos analistas han resaltado su extrañeza ante que en las “cinco demandas” de la revuelta de Hong Kong no exista ninguna sobre las condiciones de vida, en una ciudad donde un quinto de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y cientos de miles de inmigrantes filipinos o indios ni siquiera aparecen en las estadísticas.
El origen de las revueltas en Hong Kong no tiene que ver con las demandas de “más democracia”. Estallaron justo cuando EEUU afilaba sus cuchillos en la guerra comercial contra China. Sus promotores han recibido financiación de la Fundación Para la Democracia (NED) del Congreso norteamericano, y las autoridades estadounidenses les han respaldado públicamente.
Y las “nuevas formas de lucha” -concentraciones permanentes, toma de instalaciones estratégicas, “movilizaciones pacíficas” combinadas con episodios de violencia…- que tanto gustan a las élites del procés, fueron concebidas para forzar un enfrentamiento que mantuviera abierta durante mucho tiempo una herida por la que China sangre.