«Durante semanas han estado observando como se desarrolla la tormenta. La crisis de la deuda en la zona euro ha ido de mal en peor y ahora no solo amenaza a los bancos europeos, sino que también al sistema bancario mundial completo. El crecimiento mundial también se está desacelerando al tiempo que se observan pocas señales de algún plan entre los principales gobiernos para coordinar sus respuestas de política y evitar otra recesión.»
Como resultado, los inversionistas han ido cortando gradualmente los lazos con los mercados emergentes y han erdido el interés en las monedas ligadas a las materias primas al mismo tiempo que se muestran mucho menos inclinados a reciclar sus dólares diversificándose en el euro. Por el contrario, el dólar nuevamente ha demostrado ser el puerto que los inversionistas están buscando para protegerse mientras observan cómo cobra intensidad la tormenta. (THE WALL STREET JOURNAL) RIA NOVOSTI.- Aún considerando los posibles beneficios de esta nueva combatividad de Turquía, queda un interrogante: ¿Se trata de una estrategia brillante o de un peligroso salto hacia el vacío por parte de Erdogan? Pese a las habilidades políticas y diplomáticas del primer ministro turco y de su ministro de Relaciones Exteriores, los escépticos piensan que no serán capaces de controlar todas las consecuencias de su riesgosa estrategia en un escenario tan volátil y traicionero como Oriente Medio. En otras palabras, Turquía está jugando con fuego. Lo que podría ser el caso si el status quo regional fuera sostenible. No lo es, Erdogan lo sabe, y su apuesta tiene mucho más sentido si uno toma la verdadera medida de la situación. En vista de la obtusidad suicida de Tel Aviv, y la miopía y la parálisis vergonzosa de la primera superpotencia, algo de caos creativo no puede ser peor que el presente inmovilismo enfermizo. EEUU. The Wall Street Journal Las nubes de tormenta en la economía aumentan el atractivo del dólar Nicholas Hastings Como cualquier buen marinero, los inversionistas internacionales ahora están buscando "algún puerto en una tormenta". Y encontraron uno: el dólar. Durante semanas han estado observando como se desarrolla la tormenta. La crisis de la deuda en la zona euro ha ido de mal en peor y ahora no solo amenaza a los bancos europeos, sino que también al sistema bancario mundial completo. El crecimiento mundial también se está desacelerando al tiempo que se observan pocas señales de algún plan entre los principales gobiernos para coordinar sus respuestas de política y evitar otra recesión. Como resultado, los inversionistas han ido cortando gradualmente los lazos con los mercados emergentes y han perdido el interés en las monedas ligadas a las materias primas al mismo tiempo que se muestran mucho menos inclinados a reciclar sus dólares diversificándose en el euro. Por el contrario, el dólar nuevamente ha demostrado ser el puerto que los inversionistas están buscando para protegerse mientras observan cómo cobra intensidad la tormenta. La gota que rebalsó el vaso parece haber sido el ejercicio de la Reserva Federal de Estados Unidos, por US$400.000 millones, para presionar a la baja el extremo de más largo plazo de la curva de rendimientos de Estados Unidos. La denominada "Operación Twist" atrajo el oprobio instantáneo. Los inversionistas consideran que es demasiado ineficaz, especialmente cuando la propia Fed admite que el crecimiento de Estados Unidos aún se está desacelerando. El problema es que no es solo el crecimiento de Estados Unidos el que está desacelerándose. Una serie de datos de índices de gerentes de compras de China, así como de la zona euro, mostraron el jueves lo que muchos temían. Las manufacturas -y los servicios en muchos casos- se están contrayendo incluso más de lo anticipado en esas zonas, lo que deja las perspectivas para la demanda en un nivel aún más bajo de lo que proyecta el mercado. Incluso los que alguna vez fueron puntos brillantes de la economía mundial, como Nueva Zelanda, parecen no ser tan destellantes después de todo, ya que el crecimiento del segundo trimestre en la que alguna vez fue una economía fuerte apenas alcanzó el 0,1%, en lugar del 0,5% que se esperaba. Una medida de la caída en las perspectivas de la demanda mundial se puede observar en el mercado de los metales, donde el precio del cobre ha caído un 10% en lo que va del mes, y el precio del zinc ha perdido un 18% en los últimos dos meses. Como era de esperar, la moneda ligada a las materias primas por excelencia, el dólar australiano, ha sido presionada por debajo de la paridad frente al dólar estadounidense y bien podría permanecer allí por algún tiempo. Las monedas de los mercados emergentes también perdieron su atractivo durante la última semana a medida que los inversionistas evitaban el riesgo y vendían sus posiciones largas a favor del dólar y del otro paraíso seguro, el yen. Pero no es solo el crecimiento económico lo que está impulsando este desplazamiento de los inversionistas hacia la seguridad del puerto del dólar. El temor de otra crisis bancaria se está volviendo más palpable. Las calificaciones de algunos de los principales bancos de Francia fueron rebajadas a comienzos de la semana debido a su exposición en Grecia, y Moody’s inyectó otra dosis de realidad al rebajar la calificación de los tres principales bancos estadounidenses el miércoles, mientras que Standard & Poor’s redujo sus calificaciones sobre los bancos italianos. La idea de recapitalizar los bancos europeos también está cobrando fuerza, lo que se suma a los temores de que si Grecia y otros deudores periféricos caen en cesación de pagos, entonces el contagio se dispersará y el mundo enfrentará otra abrumadora crisis bancaria que podría ser más difícil de resolver que la de 2008. Es razonable que incluso el que alguna vez fue un dólar poco atractivo ahora se vea a sí mismo como el puerto al que se dirigen todos los marineros. THE WALL STREET JOURNAL. 23-9-2011 Rusia. Ria Novosti Cuando el “soft power” de Ankara se endurece Marc Saint-Upéry Al primer ministro turco Erdogan le recibieron como héroe en las capitales árabes que visitó hace poco. Celebrando el despertar democrático árabe, condenó las políticas israelíes y declaró que el reconocimiento de un Estado palestino “no era una opción, sino una obligación.” A inicios de septiembre, en reacción ante la negativa israelí de presentar excusas por el asalto contra la flotilla humanitaria para Gaza el año pasado, Turquía suspendió sus relaciones de cooperación militar con Tel Aviv, expulsó los principales diplomáticos israelíes de su territorio y habló de mandar la marina turca para escoltar los próximos barcos humanitarios. En su discurso en la cumbre de la Liga Árabe de en Cairo, Erdogan explicó ante un público embelesado que Israel “tenía que pagar por los crímenes que había cometido.” ¿Se habrán vuelto los turcos radicales antioccidentales, como se les reprocha a veces en Tel Aviv y en Washington? ¿Querrán tomar el puesto de una Siria debilitada y un Irán que suscita sospechas a la cabeza de un frente regional contra el Estado judío y su padrino norteamericano? Sería más bien extraño, ya que Turquía es todavía miembro de la OTAN, todavía candidata a la Unión Europea, y todavía un amigo y aliado declarado de Estados Unidos, un estatuto oficialmente reciprocado por Washington. Casi al mismo momento en que decretaba sanciones contra Israel, Ankara aceptó el despliegue en su frontera sudoriental de un sofisticado sistema de radar de la OTAN cuyo objetivo explícito es proteger Europa de los misiles iraníes. En realidad, lo que está ocurriendo es algo más complejo y más interesante, y existe cierto paralelismo con las evolucione recientes en otras partes del mundo. En America del Sur, en la primera década del siglo XXI, la Venezuela de Hugo Chávez –amigo cercano de Bashar al-Asad y Mahmud Ahmadinejad– era supuestamente la punta de lanza del antiimperialismo regional, mientras el Brasil de Lula era percibido por los radicales como demasiado conciliador hacia el “imperio”. Sin embargo, el radicalismo de Chávez colapsó bajo el peso de sus contradicciones y de su retórica fatua. El líder venezolano proclama ahora estar prácticamente enamorado del presidente colombiano Juan Manuel Santos, ayer tratado de fascista, mafioso y cachorro de Washington. Y no hay dudas de que Santos es el mejor amigo de Washington en la región. Es ahora el moderado Brasil y su política de tipo “cero problemas con los vecinos” –para retomar el famoso lema del canciller turco Ahmet Davutoglu– que asuma a los ojos del mundo el liderazgo de los afanes de autonomía y autodeterminación diplomática de la región. Sin sorpresas, Brasilia y Ankara ya demostraron su voluntad de colaboración estrecha sobre temas internacionales delicados, como las ambiciones nucleares de Teherán. Hay también un lado económico en este paralelismo del “poder blando”. Mientras las multinacionales brasileñas –las únicas de origen local que cuentan en la región– manejan casi todos los grandes proyectos de infraestructuras sudamericanos, las empresas turcas hacen exactamente lo mismo en Asia Central. Y los interese turcos no solo están penetrando Oriente Medio (¿adivinen quién ganó los contratos de recolección de basura en metrópolis iraquíes como Bagdad y Basra?), sino también África subsahariana. Al inicio de la guerra civil libia, cuando los extranjeros fueron evacuados precipitadamente, muchos se sorprendieron de saber que había alrededor de 25.000 trabajadores turcos en el país de Muamar Gadafi. Allá también, las empresas turcas eran fuertemente implicadas en el sector de la construcción, entre otros. Ankara fue inicialmente muy prudente y no rompió completamente con el dictador libio, pero cuando finalmente lo hizo, regaló 300 millones de dólares a los rebeldes. Las oportunidades económicas de Turquía en Libia lucen óptimas. En cuanto a Egipto, el volumen anual de sus intercambios con Turquía llega a $3,7 mil millones de dólares, no muy lejos del nivel del comercio entre Ankara e Israel. Aún considerando los posibles beneficios de esta nueva combatividad de Turquía, queda un interrogante: ¿Se trata de una estrategia brillante o de un peligroso salto hacia el vacío por parte de Erdogan? Pese a las habilidades políticas y diplomáticas del primer ministro turco y de su ministro de Relaciones Exteriores, los escépticos piensan que no serán capaces de controlar todas las consecuencias de su riesgosa estrategia en un escenario tan volátil y traicionero como Oriente Medio. En otras palabras, Turquía está jugando con fuego. Lo que podría ser el caso si el status quo regional fuera sostenible. No lo es, Erdogan lo sabe, y su apuesta tiene mucho más sentido si uno toma la verdadera medida de la situación. Los líderes de Turquía están en lo cierto en al menos un cosa: las autocracias árabes y los abusos coloniales israelíes son parte de la misma ecuación obsoleta. En vista de la obtusidad suicida de Tel Aviv, y considerando la miopía y la parálisis vergonzosa de la primera superpotencia, algo de caos creativo no puede ser peor que el presente inmovilismo enfermizo. RIA NOVOSTI. 21-9-2011