«La decisión de EEUU entraña un doble desequilibrio: se refuerza la locura del mercado y empuja a una guerra comercial y financiera, sobre el fondo de la reducción de los salarios y los gastos sociales. Uno no puede evitar pensar en la frase lanzada por el ministro de Finanzas de EEUU, John Connally, en 1971, cuando Washington decidió desvincular el dólar del oro. «El dólar es nuestra moneda, pero es vuestro problema». Desde entonces, nuevos jugadores han aumentado su poder (China, Brasil …), pero su peso monetario sigue siendo débil y por ahora prevalecen los acuerdos vigentes. El privilegio del billete verde no ha muerto.»
Para evitar un alza muy ráida de su moneda, Pekín sigue comprando grandes cantidades de dólares y, al hacerlo, infla unas reservas (2,5 billones de dólares) cuyo poder adquisitivo corre el riesgo de colapsar al mismo tiempo que la moneda de EEUU. Esto explica, en parte, el aumento de las inversiones en el extranjero para reciclar los dólares: la compra de deuda soberana europea, inversiones de capital en los puertos (por ejemplo, Grecia), empresas mineras,…. Las empresas chinas poseen actualmente el 6% mundial de las inversiones en el exterior. En términos más generales, los mayores desequilibrios globales se deben menos a la manipulación de la moneda –incluso aunque tengan influencia– que a la combinación de políticas fiscales que favorecen a las rentas sobre el trabajo, y a estrategias empresariales que reducen el empleo y los salarios. Las enormes desigualdades, sobre todo en las dos economías más grandes del mundo (EEUU y China), y los abismales planes de austeridad, sobre todo en Europa, abruman los mercados nacionales. Y cada uno busca capturar el de los vecinos… En 2008, todo el mundo agitó el espectro de la crisis de 1929. En 2010, no sólo el peligro no ha sido descartado, sino que todo está en marcha para sumergirnos de nuevo en él… (LE MONDE DIPLOMATIQUE) Francia. Le Monde Diplomatique El doble juego chino-norteamericano Martine Bullard Gira europea del presidente chino, Hu Jintao, a principios de noviembre, pivote del G-20 el 11 y 12 del mismo mes, una presencia dominante en el Foro de Cooperación Económica para Asia y el Pacífico (APEC) el 14 : China ha confirmado su papel central en los asuntos mundiales. Abandonada durante muchos años, Europa está siendo cortejado por Pekín, que incluso ha expresado su voluntad de compra de una parte de la deuda portuguesa, como hizo con Grecia, con la cual ha firmado no menos de trece acuerdos de inversión. En Francia, el presidente chino prometió contratos fabulosos – parte de los cuales ya se estaban negociando, pero la zanahoria financiera siempre es eficaz para evitar los temas sensibles. Por supuesto, los Estados Unidos no se han quedado atrás. Antes de unirse a los veintiún jefes de Estado o de Gobierno en Seúl, el presidente de EEUU se embarcó en una gira por Asia marcada por su estancia en la India a la que asigna, como su predecesor, el papel de contrapeso a China y luego se fue a Indonesia, que es esencial para controlar el estrecho de Malaca (lugar de tránsito del comercio), a Corea del Sur y Japón con tensiones con China. Unos días antes, su secretaria de Estado, Hillary Clinton, inició una gira por Vietnam que se ha comprometido "a abrir su puerto estratégico en Cam Ranh, en el Mar de China Meridional, a los buques de guerra de todos los países", incluyendo los de Washington y, a continuación Camboya, Malasia, Nueva Zelanda y Australia, donde ha sido reforzado el acuerdo de cooperación militar.. Los dos dirigentes estadounidenses han establecido una especie de cordón diplomático alrededor de China, cuyos líderes sienten como un cerco. Se está muy lejos de la "Chinamérica" o del G2, inventado por los periodistas jugando a hacer miedo. Tampoco estamos en un escenario de guerra entre los dos gigantes. En un mundo que se ha vuelto multipolar y bascula hacia Asia, cada uno utiliza sus activos para defender sus intereses nacionales. Lo que tiende a reforzar los desequilibrios mundiales. Los EEUU acusados Los Estados Unidos están a la vanguardia. Ellos lograron la hazaña de crear unanimidad (o casi) en su contra durante la cumbre del G-20. Hace unos días, el banco central de EEUU, la Reserva Federal, ha decidido poner en marcha la imprenta para inyectar 600 mil millones en la economía. Lo que dará lugar mecánicamente a un dólar más débil y un alza de las otras monedas, salvo el yuan que sigue estando en gran medida vinculado al dólar. Desde la perspectiva de EEUU, la decisión puede ser defendida: la economía está anémica, la producción industrial estancada, la tasa oficial de desempleo se acerca al 10% y las ejecuciones hipotecarias de viviendas se aceleran… En estas condiciones, insuflar medios financieros no es un horror económico, si se combina con condiciones para la inversión (en la industria y las infraestructuras), la reestructuración de las deudas inmobiliarias de las familias (o incluso una moratoria), una mejora de los sistemas de salud, educación, etc. Desde el apogeo de su elección, Barack Obama no ha podido –o no ha querido– imponer normas para los grandes bancos. Desde 2008, 1,7 billones de dólares han sido inyectados en la economía de EEUU. Con los resultados conocidos. Es poco probable que el presidente cambie de rumbo, después de su derrota en noviembre pasado. Una parte de la patronal –y de los nuevos electos– espera que la caída del dólar, que reduce automáticamente el precio de los bienes vendidos en el extranjero, facilitará las exportaciones para reiniciar la maquinaria. Es asimismo necesario que las economías de los socios sean dinámicas. En Europa, las curas de austeridad sin precedentes han dejado anémica la demanda. En Asia, Japón no llega a salir de la trampa en la que está inmerso desde hace más de una década. A pesar de la insistencia del Sr. Obama, Corea del Sur aún no ha ratificado el tratado de libre comercio firmado en 2007, cuyo centro son las importaciones de carne y automóviles estadounidenses (…) Queda la India y su crecimiento del 8% y China que tutea al 10% – pero los obstáculos son muchos. El balance corre el riesgo de ser escaso. Sin embargo, la caída del dólar provocará un aumento de facto de los precios de importación. Los economistas liberales (y otros) creen que esto animara a la fabricación local … Se olvidan de añadir que las oleadas de deslocalización han eliminado gran parte de la producción industrial y minera. El ejemplo de las "tierras raras", esencial para los productos de alta tecnología, es simbólico: consideradas no rentables hace dos décadas, su producción fue abandonada en favor de China, que ahora impone sus precios y las cantidades vendidas. Se podría también hablar de la industria textil, electrónica, o de otros productos de consumo. Durante mucho tiempo, el gigante minorista Wal-Mart continuará gozando de los beneficios comprando en la otra orilla del Pacífico y… repercutiendo el aumento de precios a los clientes. Los primeros perdedores pueden ser los estadounidenses cuyos ingresos no sigan la curva ascendente. En cuanto a la inundación de dólares emitidos por la Reserva Federal, la mayor parte recalará en otros países, donde la rentabilidad es más alta. Se irá a la deuda pública (donde los bancos centrales dan casi por nada sumas importantes a las instituciones financieras que otorgan préstamos a los Estados endeudados a altas tasas de interés). Se utilizará para especular con las materias primas (cobre, estaño, petróleo, oro,…), pero igualmente con productos agrícolas convertidos en favoritos de los fondos de inversión. Por último, los especuladores no desprecian las divisas, las cotizaciones de bolsa, etc. Así, Brasil se ha enfrentado a una afluencia de capital que ha llevado al gobierno a tasar (un poco) su entrada para evitar la caída del real. Sin mucho resultado. A pesar de las tasas de interés cercanas a cero, Japón vio dispararse el valor de su moneda, a pesar de haber gastado 24 mil millones de dólares durante el mes de septiembre para tratar de calmar el juego. De acuerdo con las estadísticas oficiales, los bancos centrales de Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Tailandia y Taiwán han comprado cerca de 30 mil millones de dólares en menos de un mes (entre el 27 de septiembre y el 11 de octubre) para apoyar la divisa norteamericana y evitar un alza de su propia moneda. En efecto, la revalorización lleva de hecho a mayores precios de exportación, y todos estos países se han volcado en las ventas al exterior. La decisión de EEUU entraña un doble desequilibrio: se refuerza la locura del mercado y empuja a una guerra comercial y financiera, sobre el fondo de la reducción de los salarios y los gastos sociales. Lo que ha hecho decir al presidente brasileño Lula da Silva: "Si los estadounidenses toman una medida económica para tratar de resolver un problema de Estados Unidos, deben tener en cuenta las consecuencias que esto tendrá en China, Brasil, Argentina, Alemania, Francia o en un país africano". Una voz piadosa. Uno no puede evitar pensar en la frase lanzada por el ministro de Finanzas de EEUU, John Connally, en 1971, cuando Washington decidió desvincular el dólar del oro. "El dólar es nuestra moneda, pero es vuestro problema". Desde entonces, nuevos jugadores han aumentado su poder (China, Brasil …), pero su peso monetario sigue siendo débil y por ahora prevalecen los acuerdos vigentes: China continúa comprando bonos del Tesoro de EEUU. El privilegio del billete verde no ha muerto. China evita los ataques Mientras que en vísperas del G-20, Beijing era la principal figura acusada por su moneda subvaluada, ha sido el dólar y Washington los que han ocupado el lugar central. El problema no es menor. Desde la crisis de 2008, el yuan se ha vinculado al dólar de EEUU, cayendo con él. En julio de 2010, el gobierno ha aflojado el lazo y la moneda china se apreció ligeramente (+1,5% frente al dólar). Sin que nada cambie, por otra parte. Se requeriría un aumento significativo del yuan (los expertos lo han establecido en el 40%) para que tuviera un efecto importante – al igual que Estados Unidos lo impuso a Japón a mediados de los años ochenta. De 1985 a 1998, el valor del yen aumentó un 100%, causando una caída en picado de la economía japonesa, que todavía no se ha recuperado. Un escenario que Pekín busca evitar a toda costa. Desde el punto de vista chino, esta opción es coherente. El gobierno teme un colapso de las exportaciones –y el aumento del desempleo– sin poder, por ahora, girar su producción hacia las necesidades internas. Ciertamente, el plan de estímulo en noviembre de 2008 permitió desarrollar la inversión (especialmente en infraestructuras) que se convirtió en el principal motor del crecimiento, pero esto fue a costa de una pérdida considerable de capital (por ejemplo se multiplican en la prensa china los casos de corrupción, la construcción de edificios fantasmas,…). A pesar de su aumento (el 18,6% en el primer semestre), el consumo no es lo suficientemente fuerte para tomar el relevo de la actividad. Puesto que el alza en los ingresos hace correr a más voluntarios hacia el ahorro, cuyo nivel bate todos los récord (con una tasa del 56%). Además, las autoridades tratan de calmar la burbuja económica mientras la inflación se está acelerando: 4,4% oficialmente en octubre (de más del 10% al 11%, según la Academia de Ciencias de Pekín), con un foco realmente abrasador en los productos alimenticios y los bienes raíces. El gobierno tomó medidas rápidas para frenar los aumentos (sacando al mercado carne de cerdo, los subsidios para el arroz, control de ciertos precios, lucha contra la especulación), cerrar la válvula del crédito (al aumentar los requisitos de reservas bancarias…) y restringir aún más la entrada de capital extranjero, que entraron con la esperanza de una rápida reevaluación del yuan. No ha llegado aún el tiempo de una apertura total del mercado chino. Sin embargo, la situación no es estática. Las industrias de exportación necesita una reevaluación del yuan: actualmente, los precios de las importaciones necesarias para la producción (materias primas, productos intermedios …) se mueven más rápido que los precios de exportación; si el yuan se revaloriza, las importaciones serán menos caras y los precios de las exportaciones se elevarán, restaurando los márgenes, incluso si hay más competencia en los mercados extranjeros. Es por ello que las autoridades chinas poco a poco están revaluando la moneda – pero "a su propio ritmo". Mientras tanto, se mueven en una gran contradicción: para evitar un alza muy rápida de su moneda, Pekín sigue comprando grandes cantidades de dólares y, al hacerlo, infla unas reservas (2,5 billones de dólares) cuyo poder adquisitivo corre el riesgo de colapsar al mismo tiempo que la moneda de EEUU. Esto explica, en parte, el aumento de las inversiones en el extranjero para reciclar los dólares: la compra de deuda soberana europea, inversiones de capital en los puertos (por ejemplo, Grecia), empresas mineras,…. Las empresas chinas poseen actualmente el 6% de las inversiones en el exterior. El ejercicio tiene sus límites. En la propia China, se elevan voces para sacar al país de este dilema. Incluso en los círculos de poder. Como ejemplo, el Libro Blanco de la muy oficial comisión para el desarrollo económico y la reforma institucional acaba de lanzar la "alarma contra la [demasiado] grave dependencia del mercado internacional y el mamut de las reservas de divisas que constituyen un riesgo enorme para la estabilidad el país". ("Informe advierte sobre la dependencia de las exportaciones de China", China Securities Journal). Manteniendo un sistema orientado hacia el exterior, China está contribuyendo a los desequilibrios mundiales. Sin embargo, por razones internas –más que por los gritos externos– el cambio comienza poco a poco. Para beneficio de sus vecinos más cercanos. Corea del Sur y Taiwán, por ejemplo, han visto aumentar sus exportaciones al Imperio del Medio el 10% y el 14% de su producto interior bruto (PIB). Hasta ahora eran sobre todo los componentes y los productos semielaborados que se ensamblaban en territorio chino antes de ser exportado a otros países. Ahora, este tipo de mercancías ha pasado de "casi el 40% de hace una década al 27% en 2008", según un estudio realizado por la Universidad de Seúl, citado por The Economist. Los productos de consumo han tomado el relevo, reflejando, señala el estudio, "la transformación gradual de China, que de ser la fábrica del mundo se convertirá cada vez más en el consumidor del mundo". El semanario liberal especifica que "las economías de Filipinas, Corea del Sur y Taiwán son ahora más dependientes de la demanda china que de la demanda de EEUU". En estos países, los intereses económicos a menudo tienen prioridad sobre el temor al dragón chino… De hecho, sería un error creer que una simple revalorización del yuan sería suficiente para sacar al mundo de la recesión. Incluso para los países para los que China constituye su mayor destinatario como Brasil (12,6% de las exportaciones), Japón (18,9%) y Australia (21,8%), estas ventas son sólo pequeña parte de la riqueza producida, como señala The Economist: el 1,2% del producto interior bruto de Brasil, 2,2% de Japón, 3,4% de Australia. Sólo las exportaciones a China no pueden ser el principal motor de su crecimiento. En términos más generales, los mayores desequilibrios globales se deben menos a la manipulación de la moneda –incluso aunque tengan influencia– que a la combinación de políticas fiscales que favorecen a las rentas sobre el trabajo, y a estrategias empresariales que reducen el empleo y los salarios. Las enormes desigualdades, sobre todo en las dos economías más grandes del mundo (EEUU y China), y los abismales planes de austeridad, sobre todo en Europa, abruman los mercados nacionales. Y cada uno busca capturar el de los vecinos… En 2008, todo el mundo agitó el espectro de la crisis de 1929. En 2010, no sólo el peligro no ha sido descartado, sino que todo está en marcha para sumergirnos de nuevo en él… LE MONDE DIPLOMATIQUE. 22-11-2010