Contando con las poderosas palancas de la planificación y de control de la política macroeconómica, el PCCh logra valerse del mercado pero sin que éste imponga sus reglas de modo absoluto.
Xulio Ríos (España, 1958) es licenciado en Derecho, estudioso de los temas chinos y, además de director del Observatorio de la Política China (www.politica-china.org), es director del IGADI, Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional y colaborador de numerosos institutos, revistas y medios nacionales e internacionales relacionados con el estudio y seguimiento de la política y los temas chinos como El País, La Vanguardia, El Periódico o El Correo de Bilbao; revistas especializadas como Política Exterior; también colabora con Radio Nederland, la BBC, Cadena SER, Radio Nacional de España o Radio France Internacional, así como con cadenas de televisión (TVG, TVE, CCTV) y agencias de noticias (AGN, AFP, Xinhua). Autor de más de veinte libros de temas internacionales, destacando los relacionados con China como: “China pide paso..De Hu Jintao a Xi Jinping” (Icaria, 2012) o “Bienvenido, Míster Mao”, en Akal, 2014.
Se acaba de celebrar el XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCH). ¿Qué valoración podemos hacer de este Congreso en relación al futuro inmediato y a medio plazo de China?
Sin duda, ha sido un congreso muy importante. En cierta medida, marca un punto de inflexión en la evolución de la China contemporánea abriendo un tercer tiempo en su proceso de modernización. El Congreso trazó la hoja de ruta básica para alcanzar los objetivos históricos marcados por el PCCh con dos fechas de referencia: 2021 (centenario del Partido) y 2049 (centenario de la República Popular). Por tanto, cabe esperar que en los próximos 30 años, a la luz de lo decidido en este congreso, se plasmen alternativas para afrontar las grandes tareas pendientes del país.
El Congreso ha aprobado el informe presentado por Xi Jinping que fija como objetivo inmediato culminar la construcción de una sociedad modestamente acomodada y un país socialista moderno para mediados de siglo. ¿Qué cambios en el modelo de desarrollo implica este objetivo?
El cambio se inició ya antes de Xi, con Hu Jintao (2002-2012) pero con Xi ese proceso recibirá un impulso mayor. Se trata de pasar del Made in China al Created by China, como decía en mi libro “China pide paso”, de dejar de ser la “fábrica del mundo” a instaurar un modelo de desarrollo basado en otros parámetros que no sean la mano de obra barata, la inversión exterior y la orientación de la producción hacia el extranjero. El nuevo modelo de desarrollo chino apunta a las nuevas tecnologías, la innovación, los servicios, la potenciación del mercado interior, al medio ambiente, a la justicia social…
¿Qué papel juegan las empresas estatales de propiedad pública en el camino de convertir a China en un gran país socialista moderno?
Siguen siendo muy importantes. El PCCh tiene claro que no puede prescindir de la propiedad pública y que si el Partido no dispone de una base económica propia y sustancial, su capacidad de control del rumbo del proceso tiene los días contados. Controlando estas empresas, ubicadas en sectores estratégicos, y garantizando la presencia de sus células en el sector privado, incluidas las multinacionales extranjeras, y contando también con las poderosas palancas de la planificación y de control de la política macroeconómica, el PCCh logra valerse del mercado pero sin que este imponga sus reglas de modo absoluto.
Según lo aprobado por el Congreso la contradicción principal en la sociedad china es la que existe “entre la creciente demanda del pueblo chino de una vida mejor y el desarrollo desequilibrado e insuficiente”. ¿Cómo ve el objetivo de erradicar definitivamente la pobreza fijado para 2020?
Los logros que China ha alcanzado en la lucha contra la pobreza son enormes. Le queda un trecho, probablemente el más difícil. La cifra equivale a la población española y se ubica en zonas remotas y de difícil acceso. Supondrá un gran esfuerzo que el PCCh trata de garantizar a toda costa. Ahora bien, además de garantizar la sostenibilidad en el campo, es igualmente importante estar atento al surgimiento de nuevos focos de pobreza, especialmente en los medios urbanos. Esa lucha contra la pobreza no se agotará en 2020.«Sin justicia social el nuevo modelo de desarrollo cojeará. La gente del campo, la población flotante, etc., han sido los grandes artífices del milagro económico chino pero su sudor le ha reportado pocos beneficios.»
Y desde el punto de vista general, ¿en qué medida cree que en la nueva etapa el modelo de desarrollo puede acabar con las desigualdades y no excluir de esa “sociedad modestamente acomodada” a una parte sustancial del pueblo chino, como ocurre en los países capitalistas desarrollados?
La justicia social es un imperativo de esta nueva etapa. Las desigualdades han crecido enormemente en China y ese proceso debe revertirse con una fuerte inversión social, la mejora de los salarios, etc. El gobierno sabe que sin justicia social el nuevo modelo de desarrollo cojeará. La gente del campo, la población flotante, etc., han sido los grandes artífices del milagro económico chino pero su sudor le ha reportado pocos beneficios. El PCCh debe asumir una mayor inversión y compromiso social por razones de justicia y de cambio de la lógica económica. En este sentido, las mejoras introducidas en China en los últimos años son apreciables pero se requiere un esfuerzo mucho mayor para mitigar las desigualdades, que alcanzaron un nivel demasiado profundo.
Las transformaciones no solo implican al terreno económico, también al político. ¿Qué papel va a jugar la política en este nuevo periodo?
Será clave porque en la etapa actual se insiste en el carácter integral de la reforma, es decir, no es solo economía, que hasta ahora ha sido el vector principal. Además, los métodos de gestión del propio PCCh y la construcción de un orden interno basado en el gobierno con la ley (el Estado con derecho), la imparcialidad de la justicia, etc., son tópicos esenciales de esta nueva etapa. Todo ello acentuando una vía propia, que tenga en cuenta las experiencias ajenas pero, sobre todo, la propia realidad y el afán de asegurar la perennidad del PCCh como columna vertebral del sistema político.
En este terreno, ¿qué papel va a jugar el PCCH y dentro de él la campaña contra la corrupción?
La cuestión de la credibilidad del PCCh es el nervio central del sistema político chino. En los últimos tiempos, la corrupción campó a sus anchas. La lucha contra la corrupción era el espejo de los conflictos entre clanes y grupos de interés con proyección en el Partido. En este sentido, el primer lustro de Xi planteó un serio combate a este fenómeno, lo que le granjeó mucho apoyo cívico. El reto consiste ahora en dotarse de mecanismos objetivos e institucionalizados que trasciendan los compromisos subjetivos.«Contando con las poderosas palancas de la planificación y de control de la política macroeconómica, el PCCh logra valerse del mercado pero sin que éste imponga sus reglas de modo absoluto»
En lo ideológico y teórico, se habla de “xiísmo”, una vez llevado el “pensamiento de Xi Jinping” a los Estatutos del partido, ¿cómo debemos valorarlo, así como el hecho de darle más relevancia “a la posición rectora del marxismo”?
Incluye las respuestas teóricas a este nuevo tiempo de la reforma. En él podemos encontrar actualizaciones de viejos mandatos (la relación del Partido con el Ejército, por ejemplo) e ideas nuevas (la comunidad de destino compartido), pero es un pensamiento no acabado y probablemente en los próximos años se dotará de nuevas aportaciones. En ellas, la revitalización del marxismo, o también “sinización” del marxismo, será un elemento determinante. Hay un florecer de los estudios marxistas en China, al igual que de algunos aspectos del pensamiento clásico. Ambos contribuyen a blindar ideológicamente el proceso.
He leído que usted habla de que en el terreno internacional debemos esperar una China “más fuerte y activa”. Hasta ahora China se ha guiado en su política exterior por los 5 Principios de la Coexistencia pacífica, jugando un papel como factor de paz. ¿Qué ha dicho el Congreso respecto a reafirmar la política exterior china de no convertirse en hegemonista? ¿Qué podemos esperar de esta nueva época?
Si Deng Xiaoping instó a mantener un perfil bajo a nivel internacional concentrándose en los asuntos internos, Xi dará el espaldarazo definitivo al arranque exterior promovido por su antecesor, Hu Jintao. Se ha producido un cambio histórico de gran importancia. La China encerrada en sí misma quedó atrás. Hoy, China es altamente interdependiente con el mundo exterior y necesita desarrollar una política mucho más activa. El XIX Congreso apunta al reconocimiento de los fundamentos tradicionales de la política exterior china, incluido el rechazo del hegemonismo en cualquier forma, pero también anunció que China está de vuelta en el mundo. Y lo vemos ya desde hace un tiempo: las nuevas Rutas de la Seda, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, la Organización de Cooperación de Shanghái, los Foros continentales o subcontinentales, etc., etc., una serie de proyectos que afirman a China como un polo referencial de un nuevo orden mundial en el que su voz y sus intereses deberán ser tenidos más en cuenta por los países desarrollados.
En relación a los países vecinos y del área Asia-Pacífico, y especialmente en las tensiones en la península de Corea, ¿cómo ve la posición y actuación de China?
La estrategia seguida por Pyongyang incomoda mucho a China. Cada iniciativa de Kim Jong-un brinda argumentos para que EEUU refuerce su presencia militar en la zona. Lo vemos con la sucesión de maniobras militares o la instalación del sistema THAAD. A China le interesa reducir la presencia de EEUU en la región y rebajar su influencia. El conflicto de Corea o de Taiwán, al igual que el rearme de Japón, son desafíos importantes para la diplomacia china. No obstante, la primera apuesta seguirá centrada en la economía, destacando su papel como motor de desarrollo de la región y también de paz.
Por último dos preguntas sobre temas que están en los medios y en la cabeza de mucha gente. Algunos medios han calificado la situación de los Derechos Humanos en China como “más de lo mismo”. En el Congreso se ha hablado de desarrollar la democracia. ¿Cómo ve este problema y si podemos esperar cambios?
Es sabido que el PCCh no asume el discurso sobre los derechos humanos que promueve Occidente. Es evidente que el énfasis se traslada a los derechos económicos y sociales. No obstante, seguirá habiendo pequeños avances en materia de derechos básicos o, especialmente, en el ámbito de la justicia. Pero el reconocimiento efectivo de los derechos y libertades individuales no está en la agenda. Por otra parte, los experimentos iniciados por Hu Jintao en el terreno de la democratización se han frenado. Ahora, tras el reconocimiento de Xi como “núcleo” de la dirección del Partido, prima una adhesión y lealtad con menos capacidad crítica. La recentralización del poder será una de las notas características del mandato de Xi Jinping.
China ha firmado el Acuerdo de cambio climático de París, y ahora está en la Conferencia de Bonn. En el Informe aprobado por el Congreso se habla en numerosas ocasiones de una política respetuosa con el medio ambiente, un desarrollo sostenible… y mucha gente se pregunta: ¿tiene China un compromiso real con el medio ambiente, hay un cambio de la política de desarrollo en este sentido? ¿Por qué?
Los daños ocasionados en el medio ambiente en las últimas décadas han sido enormes. El PCCh infravaloró las consecuencias. Hoy, por el contrario, asume que debe actuar con diligencia e intensidad. Creo que nadie duda de su voluntad en este aspecto, respaldada con proyectos y recursos que pueden dar sus frutos en pocos años. No hay nuevo modelo de desarrollo si no es sostenible.
anarkoÑ dice:
La República Popular de China tendrá un desafío crucial en controlar los centenares de miles de chinos que han sido cooptados o bien enrolados en la campaña del jihadismo internacional. No deben permitirles regresar a China desde los países por ellos atacados. Deben ser ajusticiados sin que tiemble el pulso a China, o el jihadismo se convertirá en el mayor enemigo de la sociedad china y de su Estado en el presente siglo.