Conversaciones con Rinara Granato. La batalla en la educación

El autoritarismo intenta imponerse

Los cambios consisten principalmente en la exclusión de contenidos que hacen referencia a las luchas sociales y a los derechos de las minorías

Rinara Granato es licenciada en Derecho por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Vianna Júnior (Juiz de Fora, MG); Doctora en Ciencias Jurídicas y Sociales; profesora y supervisora del Curso de Cultura e Historia de los Pueblos Indígenas (Universidad Federal de Juiz de Fora, 2014, 2015); profesora de Derechos Humanos e Internacional en el Instituto Vianna Júnior y en la Fundación Educativa São José; desde 2017, investigadora en el área de derechos humanos adjunta al Núcleo de Estudios en Tribunales Internacionales (NETI) de la Universidad de São Paulo.

En el escenario brasileño posterior al golpe blando de 2016, una de las mayores batallas entabladas entre el campo progresista y el avance de las fuerzas reaccionarias se libra en la esfera de la educación. En un país que todavía tiene más de 11 millones de analfabetos y casi 2 millones de niños y adolescentes fuera de la escuela, la mayor preocupación expuesta por los políticos de la extrema derecha en la actualidad ha sido la de una supuesta “ideología de izquierda” que, según ellos, ha dominado en la educación brasileña en los últimos 30 años.

Los ataques orquestados por los sectores ultrarreacionarios en todas las instancias vinculadas a la educación van desde el intento de cierre de escuelas ligadas al Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), pasando por la persecución a profesores (sobre todo de las escuelas y universidades públicas), hasta el cambio gradual que se está introduciendo en los planes de estudio, materiales didácticos y evaluaciones. Esos cambios consisten principalmente en la exclusión de contenidos que hacen referencia a las luchas sociales y a los derechos de las minorías. Se pretende también promover un revisionismo histórico, con el objetivo de ofuscar los crímenes cometidos por el Estado a lo largo de la dictadura militar (1964-1985) y promover puntos de vista vinculados a los intereses del gran capital. De esta forma, se busca una educación ajena a los derechos humanos y a los grandes dilemas de un país que, a pesar de ser la octava economía del mundo, todavía ocupa el décimo lugar en el ranking mundial de desigualdad social.

“En los últimos tres años han sido innumerables los casos de profesores que sufrieron agresiones virtuales, amenazas, despidos, etc.”

El 4 de febrero de 2019, la diputada Bia Kicis (Partido Social Liberal (PSL), el partido de Bolsonaro) presentó en la Cámara de Diputados el nuevo texto del polémico proyecto de ley conocido como “Programa Escuela sin Partido”. Dicha propuesta, defendida por los sectores ultraconservadores de la sociedad y de la política brasileña, se está tramitando en el Congreso desde 2014, pero solo pasó a tener visibilidad nacional a partir de 2016.

Bajo la justificación de que “profesores y autores de libros didácticos vienen utilizando sus clases para intentar obtener la adhesión de los estudiantes a determinadas corrientes políticas e ideológicas”, se propone un estricto control sobre las prácticas educativas y los contenidos en la escuela.

Un instrumento para controlar la educación

Hablamos con la profesora de Derechos Humanos Rinara Granato*, que desde 2016 investiga el tema. Desde su punto de vista, “el proyecto consiste en un instrumento de cercenamiento y control de la educación, y en un intento de alterar la legislación brasileña para limitar la libertad de expresión en las escuelas, especialmente en relación con las minorías y los grupos históricamente marginados”.

Comparando la última versión del proyecto, que se presentó en la Cámara en diciembre de 2018, con el nuevo texto, Rinara Granato observa que, “si antes el énfasis incidía sobre los temas morales y religiosos, el texto actual deja claro su propósito de impedir que los espacios destinados a la educación cumplan el papel garantizado en la Constitución Federal en lo que concierne a la promoción de la ciudadanía a partir del diálogo y la confrontación de ideas”. La profesora añade que: “bajo la máscara de protección de los estudiantes ante un supuesto adoctrinamiento ideológico, se pretende, en realidad, impedir que toda una generación tenga contacto con obras de pensadores que dedicaron sus vidas al cuestionamiento del statu quo y a la lucha contra la injusticia social”. No por casualidad se constata que la simple difusión en la sociedad del programa “Escuela sin Partido” ha sido suficiente para demonizar la obra de Karl Marx, así como la de Paulo Freire, considerado el patrono de la educación brasileña.

Se demoniza la obra de Karl Marx, así como la de Paulo Freire, considerado el patrono de la educación brasileña

No se puede negar que las raíces del proyecto están en las reacciones de la extrema derecha brasileña a los avances educativos ocurridos en el país desde el fin de la dictadura militar (1964-1985) y, sobre todo, a partir de las políticas educativas aplicadas en los años en los que el Partido de los Trabajadores (PT) estuvo en el poder (2003-2016).

Desde 2013, con el agravamiento de la crisis política que culminó en el golpe blando de 2016, los espacios educativos de Brasil se convirtieron en un territorio fértil para la lucha social, tanto a nivel ideológico como en el plano concreto. En 2015, en la ciudad de São Paulo, por ejemplo, comenzó un importante movimiento que permitió un encuentro, de alcance inédito, entre el campo político y el espacio escolar. El Llamado “Movimiento de Ocupación de las Escuelas” estuvo inspirado en los movimientos estudiantiles de Chile (2006) y Argentina (2011), y surgió como reacción al proyecto de reorganización escolar y cierre de escuelas propuesto por la política neoliberal del entonces gobernador, Geraldo Alckmin.

En el contexto de las escuelas públicas, los estudiantes de enseñanza secundaria revelaron a Brasil un sorprendente potencial de lucha social, y dieron inicio a un gran movimiento a escala nacional, cuyas repercusiones se hicieron notar hasta mediados de 2017. Con el lema “No cierren mi escuela”, las acciones rompieron las fronteras del espacio escolar y promovieron también encuentros y protestas en los barrios y en las regiones centrales de la ciudad, además de la obstrucción de calles y avenidas.

Riesgos para la libertad y la democracia

Sin duda, los ataques sufridos por el sector educativo de Brasil en los últimos años se derivan de la percepción, por parte de la extrema derecha, de la potencia revolucionaria que puede surgir en el ámbito de los espacios escolares, a partir de la toma de conciencia de los estudiantes acerca de sus derechos sociales. En ese sentido, la profesora Rinara Granato llama la atención sobre los riesgos que conlleva el proyecto “Escuela sin Parido” para la libertad y la democracia en los contextos educativos: “desafortunadamente, aunque no se haya aprobado, la propuesta es responsable de la instauración de una verdadera guerra cultural en el ámbito de la educación brasileña”. La profesora subraya que, “en los últimos tres años, han sido innumerables los casos de profesores que sufrieron agresiones virtuales, amenazas, despidos, etc., en virtud de la difusión de las ideas contenidas en el programa en cuestión. A pesar de que han surgido numerosos movimientos de resistencia, en los que participan profesores, alumnos, padres y escuelas, está claro que, en los próximos años, las fuerzas progresistas de Brasil enfrentarán una difícil batalla. Su mayor desafío será luchar contra la criminalización de la actividad docente y el intento de obstruir el papel de la escuela y de la universidad como espacios verdaderamente críticos y plurales, cuyas acciones sean fomentadas por el deseo de construir una sociedad menos injusta y desigual”.

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