Todos los medios publican estos días reportajes sobre lo sucedido en la política española a lo largo del 2018, Pero del relato que se nos ofrece han desaparecido los protagonistas principales, el programa de saqueo y recortes, y las resistencias de un movimiento popular cuya influencia no ha parado de crecer.
Todos los medios publican estos días reportajes sobre lo sucedido en la política española a lo largo del 2018, presentando los hitos principales, desde el cambio de inquilino en la Moncloa a la evolución del “problema catalán”, y anticipando su repercusión en el próximo año.
Pero del relato que se nos ofrece han desaparecido los protagonistas principales, los que de verdad están determinando los acontecimientos en nuestro país: el programa de saqueo y recortes ejecutado desde 2010, y las resistencias que se han levantado a su paso, en forma de un movimiento popular cuya influencia no ha parado de crecer.
Si leemos los acontecimientos desde aquí, lo que nos aparece es el año que todavía no nos han contado.
Dos corrientes en lucha
Resulta cuanto menos sorprendente que de buena parte de los balances del año haya desaparecido, o relegada a un papel secundario, una palabra que una inmensa mayoría seguimos sufriendo: los recortes.
Desde 2010 todo lo que sucede en España está determinado por la ejecución, a golpe de dictados del FMI o de la Comisión Europea, de un proyecto de saqueo que ha impuesto una oleada de recortes, afectando a todos los sectores sociales.
¿Acaso hemos pasado ya la “época de los recortes”? A principios de año, el subdirector del FMI, de visita en España, dejó claro que no. Alabó “las reformas” -eufemismo para hablar de recortes- realizadas, pero anticipó que “es todavía un proyecto inacabado”. Los grandes centros de poder lo tienen claro, no solo no se han acabado los recortes sino que tienen que venir más.
Su actuación a lo largo del año ha sido consecuente con este proyecto. Han trazado líneas rojas, exigiendo el mantenimiento de los fustes de la reforma laboral o criticado la subida del salario mínimo.
Los compromisos adquiridos con Bruselas son una “camisa de fuerza” para garantizar que, aún con crecimiento económico, el gasto en sanidad, educación o ayudas sociales, seguirá disminuyendo en proporción al PIB.
Y en sus “planes de futuro” figura en un lugar destacado su voluntad de convertir las pensiones públicas en un negocio privado. El BCE afirma que la pensión inicial sobre el último sueldo se desplomará desde el 78,7% actual al 45% en 2070. Mientras el FMI “recomienda” que el Estado “enrole automáticamente a los trabajadores en un segundo pilar privado de pensiones”.
Este saqueo contra la población continúa, a pesar de que quieran ahora ponerle “sordina” para rebajar nuestras defensas. Está impuesto desde el exterior, pero de él también quiere participar la oligarquía española. Hemos visto como se ha triturado el Tribunal Supremo para garantizar los beneficios de la gran banca en el negocio hipotecario.
Esta realidad, que determina nuestras vidas y también la situación política, desaparece de la mayoría de “balances del año”.
Pero también quedan fuera las resistencias que se han levantado contra la ejecución de este saqueo. El año comenzó con la revitalización de las movilizaciones de pensionistas, continuó con una histórica huelga feminista el 8M…
No han sido episodios puntuales, sino una marea continuada de movilizaciones. En la Cataluña que todos reducían al “procés” hemos visto como se movilizaban profesores, funcionarios, bomberos, inquilinos contra la subida de los alquileres… Y esta realidad la podemos encontrar en todo el territorio español. De enero a septiembre se han producido casi dos huelgas cada día, en casi un millón de centros de trabajo.
Esta es una corriente de movilización popular, furibundamente enfrentada al “programa de los recortes”, y cuya influencia está también detrás de los principales acontecimientos políticos de 2018. A pesar de que se intente reiteradamente ocultarlo.
Sin partir de la lucha entre estas dos corrientes, en realidad dos fuerzas en lucha, quienes quieren imponer la continuidad del saqueo y los recortes y la mayoría que se enfrenta a ellos, no es posible comprender nada de lo que sucede en España.
El gobierno inesperado y un modelo político abierto
El principal acontecimiento político de 2018 ha sido la moción de censura que desalojó del gobierno a Rajoy. Para explicarla se ha recurrido al escándalo de la sentencia de la Gürtell, demoledor para el PP, o a la habilidad política de Pedro Sánchez. Estos elementos intervinieron, pero si pudo triunfar por primera vez una moción de censura fue porque actuó sobre un mar de fondo propicio.
El que ya había empujado a Rajoy a ceder incluyendo la revalorización de las pensiones en función del IPC en los presupuestos, a a posponer la aplicación del “factor de sostenibilidad” -traducido en un recorte de las pensiones futuras- de 2019 a 2023.
En 2016 se impuso un gobierno de Rajoy a pesar de que más de dos tercios del electorado rechazaban sus políticas. Para ello fue necesario una insólita doble vuelta de las generales… y una visita de Obama a España. Pero ese gobierno de Rajoy, a pesar de estar bendecido por el FMI, la UE, la gran banca española… apenas ha podido mantenerse poco más de un año. La razón está en la influencia política de una mayoría social de progreso, contraria a los recortes.
Esta es la razón de por qué el gobierno de Pedro Sánchez se ha visto sometido a un “pim pam pum” in crescendo de ataques y exigencia de elecciones anticipadas. No va a desafiar ninguna de las “líneas rojas” impuestas por el FMI, la UE o la OTAN. Pero nace marcado por la influencia de la mayoría social contra los recortes, y está obligado a satisfacer parte de sus demandas. Lo hemos visto con la reciente subida del salario mínimo, o con la reversión de parte de los recortes en sanidad, educación o pensiones.
Los grandes centros de poder internacionales y nacionales están empeñados en evitar que la influencia de esta mayoría de progreso en la política española siga creciendo. Esta, y no la debilidad de un gobierno en minoría, es la razón de toda la inestabilidad política que vivimos.
Hay una mayoría contra los recortes que no admite ser silenciada, y que se expresa influyendo los acontecimientos. Por eso no ha podido cerrarse todavía, a gusto de EEUU, Alemania o la gran banca española, el nuevo modelo político que sustituya al bipartidismo tradicional.
El “problema” catalán
Este ha sido un año decisivo en Cataluña. Comenzó con la “resaca” de la aplicación del 155, y anticipando un nuevo enfrentamiento tras unas elecciones donde las fuerzas independentistas obtuvieron mayoría de escaños, que no de votos, en el parlament catalán.
El año se ha cerrado con una reunión del gobierno español en Barcelona, que las fuerzas independentistas se han visto obligadas a aceptar. Antes, las élites del procés aceptaron en los hechos el marco autonómico para poder nombrar un govern que les permitiera recuperar el control de la Generalitat.
Asistimos a la paradoja de un ultramontano presidente independentista, Quim Torra, que lanza discursos incendiarios, pero que en los hechos no ha tomado una sola decisión práctica que se salte el marco legal.
La herida contra la unidad sigue abierta en Cataluña, con un govern que actúa contra una mayoría de catalanes que no aceptan la independencia. Y es utilizada -contando con el escandaloso amparo brindado a Puigdemont en territorio de la UE- para atacar a España. Pero nadie puede esconder que las élites independentistas han acumulado este año retroceso tras retroceso.
En ello ha vuelto a ser decisivo el “protagonista oculto”, el pueblo catalán. Puigdemont y Torra no solo se enfrentan al Tribunal Supremo o al 155. Sobre todo tienen enfrente una mayoría social de catalanes que, con su movilización, han puesto límites a los proyectos de ruptura. Que, por ejemplo, se ha expresado con el manifiesto “Ja n´hi ha prou / Ya está bien”, ese que en palabras de un destacado analista catalán “circula por toda Cataluña”.
Un 2019 imprevisible
La batalla sobre la ejecución del “programa de los recortes” en España sigue abierta. Esta es la base de que vayamos a vivir un 2019 “imprevisible y lleno de incertidumbres”, como repiten diferentes analistas.
Y va a establecer una correlación de fuerzas que determinará en qué condiciones puede seguir ejecutándose el proyecto de saqueo en España, y qué expresión alcanza la mayoría social progresista, sobre qué bases puede seguir enfrentándose a la política de recortes.
Esto es lo que va a jugarse en un año donde vamos a vivir sucesivas elecciones (europeas, autonómicas, municipales… hasta la posibilidad de unas generales y catalanas), el juicio a los líderes del procés, la aprobación o no de los presupuestos…