Según datos del Banco de España, la deuda pública superó en marzo el 101 % del PIB, por encima del billón de euros. Como reconoce el propio Banco de España en uno de sus últimos informes, «el elevado endeudamiento externo neto y las cuantiosas necesidades de refinanciación correspondientes siguen constituyendo un elemento de vulnerabilidad» de la economía española.
La deuda supone un inmenso atraco sólo por el pago de intereses. Entre 2010 y 2014 el capital extranjero se ha llevado 62.532 millones de euros, dinero que hemos pagado entre todos. Pero el informe del Banco de España también se ve obligado a reconocer que “el elevado endeudamiento exterior neto y las cuantiosas necesidades de refinanciación correspondientes siguen constituyendo un elemento de vulnerabilidad”. Es decir, al estar terriblemente endeudados con el capital exterior, estamos más sometidos al mismo y se nos puede intervenir y controlar mejor.
En el mismo informe se señala que a pesar del pequeño crecimiento económico que estamos experimentando (y de los continuos recortes que estamos padeciendo) la deuda soberana apenas ha descendido en estos últimos dos años. Algo normal, pues no es posible acabar con el problema de la deuda si no es atajando de raíz su principal causa: un modelo económico basado en el endeudamiento exterior como motor de crecimiento y expansión.
Deuda pública y financiación exterior
El modelo económico surgido tras la Transición se caracteriza por tener cuatro grandes dependencias que la atan por entero al capital extranjero: la financiación exterior, la dependencia de unos pocos mercados, la dependencia energética y la dependencia de cuotas y límites de producción. Estas cuatro dependencias imponen que produzcamos no según nuestras potencialidades y las necesidades de nuestro país, sino según los intereses de los capitales extranjeros a los que estamos sometidos. Y de estas cuatro dependencias, la dependencia de la financiación exterior es la principal.
En 2008, cuando Zapatero no hablaba de crisis, sino de “desaceleración”; cuando todavía no se había aplicado ni un solo recorte y la economía española se expandía tanto en Hispanoamérica como en Europa; cuando la economía española crecía un 3`5% anualmente y todos hablaban del “milagro económico español”; cuando la deuda pública sólo estaba a un 36% del PIB, niveles “aceptables” por aquel entonces… España era ya el país más endeudado del mundo en términos relativos (con respecto a la renta per capita) y el segundo en términos absolutos, sólo superado por EE.UU.
Aquí no hablamos de la deuda pública, sino de deuda privada que los principales bancos y monopolios españoles han contraído con el exterior. Deuda que entre la década de 1998 y 2008 ha tenido solamente dos destinos: el sector de la construcción, de escasa productividad y que acabó sumido en crisis; y el salto de la oligarquía a la expansión internacional para convertirse en multinacionales de alcance global. Así, en la época de Aznar, la oligarquía daba el salto a Hispanoamérica, mientras que con Zapatero no era extraño ver a Botín comprando bancos ingleses u holandeses. Entre 2001 y 2008, el volumen de la deuda externa (suma de la deuda pública más la privada) pasó de 619.608 millones de euros a 1,62 billones, en manos principalmente de bancos alemanes y franceses. Ese es el secreto del “milagro económico español”: una deuda hipertrofiada imposible de asumir.
Durante los años de crisis, tanto Rajoy como Zapatero han trabajado activamente para que parte de esa deuda privada se convierta en deuda pública cuyo pago tiene que realizar el Estado y en consecuencia, el pueblo español. Medidas como los rescates bancarios, la titularización como deuda pública del llamado déficit de las eléctricas, o el rescate a las autopistas de peaje no han tenido otro fin que el de hacer pasar la factura contraída por bancos y monopolios al resto de la población. Sólo así se explica el nivel abusivo de nuestra deuda pública actual: Es la oligarquía quien ha vivido por encima de sus posibilidades.
Cambiemos de modelo
Las consecuencias de un modelo productivo basado en la financiación exterior no sólo han llevado a un aumento de nuestra deuda soberana, sino también a las empresas del Ibex 35 a malvender parte de sus activos al capital extranjero con el fin de hacer frente a los vencimientos de la deuda. Telefónica se ha visto obligada a vender O2 (su filial en el Reino Unido), FCC ha caído en manos extranjeras y Abengoa está actualmente en proceso de liquidación. El imperialismo no sólo utiliza nuestra deuda para lucrarse a nuestra costa, (cada ciudadano le debe actualmente 19.825 euros al capital extranjero, sumado a sus deudas particulares) sino también para poder intervenir económica y políticamente en nuestro país, y cada vez a mayor escala.
Hace falta un modelo económico que rompa con esa nociva relación. Un modelo económico basado en la productividad, en la reindustrialización del país y la creación de riqueza y empleo en sectores competitivos y de alto valor añadido, capaz de valerse por sí mismo y no teniendo que depender de una cada vez continuo y mayor endeudamiento para desarrollarse y avanzar
¿Es acaso esto una quimera? No, de entrada, porque sobran los recursos en nuestro país para poder llevarlo adelante. Sólo con el dinero de los bancos y cajas rescatados con Bankia y Banco Mare Nostrum como base podríamos crear una banca pública, la cuarta banca nacional en volumen de activos con 281.984 millones de euros, capaz de invertir en industrias, sectores vinculados a las nuevas tecnologías y energías renovables, a la par que abre el crédito a las PYMES y las familias, y rompiendo con la dependencia del capital extranjero. Para esto, sólo es necesario dos cosas: un proyecto al servicio de la población y no de los monopolios, y voluntad política para llevarlo adelante.