Multitud de ejemplos históricos, tanto del pasado como recientes, muestran cómo las grandes trasformaciones políticas que han permitido la caída de un régimen caduco y corrupto y su sustitución por otro más favorable a los intereses populares, han venido precedidas de la formación de alianzas, coaliciones o frentes de unidad lo más amplios posibles.
Alianzas, coaliciones o frentes en los que la izquierda ha tenido una mayor o menor hegemonía dependiendo de las circunstancias históricas concretas de cada país en ese momento y la correlación de fuerzas existente, y por tanto la profundidad y consecuencia del programa de cambio han sido mayores o menores, veloces o pausados.
Pero en todos ellos encontramos dos características comunes. El cambio ha provenido de una estrecha alianza entre una amplia variedad de fuerzas políticas y sociales, situadas tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político, pero unidas por el objetivo común de derrocar un régimen político contrario a los intereses del pueblo y del país.
En segundo lugar, en todos encontramos como grandes ejes programáticos una política de redistribución de la riqueza, ampliación de la democracia y defensa de la soberanía nacional. Ejes que se han podido concretar y desarrollar en mayor o menor medida dependiendo de quién llevara la dirección de esa alianza y la correlación de fuerzas interna en cada una de esas alianzas, determinada a su vez por la correlación de fuerzas general del país entre el pueblo y sus enemigos.
Aunque por razones de espacio es imposible detenernos de forma detallada en cada uno de ellos, bastarán algunas pinceladas para poner de relieve la necesidad de acometer la tarea de construir un Frente Amplio de Unidad
España: 14 de abril de 1931
A las 10,30 de la mañana del lunes 13 de abril, el entonces presidente del gobierno español, el almirante Juan Bautista Aznar Cabañas respondía ante la multitud de periodistas concentrados en las puertas del Palacio de Oriente: “¿Que si habrá crisis? ¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?” «En la alianza republicana coexistían desde la derecha conservadora, el centro y la izquierda hasta los nacionalistas catalanes o gallegos»
A esa misma hora, tres ciudades, Sahagún en León, Eibar en Gipúzcoa y Jaca en Huesca habían proclamado ya la Segunda República.
Y sólo 24 horas después, el presidente del Comité Revolucionario de la alianza republicana -una parte del cual estaba exiliado en Francia- declara al Conde de Romanones, enviado a negociar por el rey, una afirmación taxativa: “Alfonso XIII debe abandonar el país ante de que se ponga el sol”. Horas más tarde el monarca marchaba al exilio y la IIª República española era proclamada oficialmente ante el entusiasmo popular.
Estos son hechos de sobra conocido por todos. Pero lo que ya no lo es tanto es la composición del comité revolucionario formado tras el Pacto de San Sebastián entre diversos partidos republicanos, fuerzas nacionalistas y el PSOE. A la cabeza de ellos encontramos a Niceto Alcalá-Zamora, procedente del Partido Liberal del Conde de Romanones, es decir, un monárquico convencido que ocupó por dos veces cargos ministeriales en el régimen de la Restauración. Convertido en 1930 al republicanismo, no por ello dejaba de ser un político de “orden”, de centro-derecha. Más a la derecha todavía estaba su segundo, Miguel Maura, miembro del partido conservador hasta que en 1929 pierde su confianza en el rey y en el régimen en el que había participado activamente desde 1916 como diputado, para pasarse a un republicanismo moderado y conservador. Junto a ellos, Alejandro Lerroux, histórico republicano que pese a su carácter conservador era conocido por su radical anticlericalismo y su demagogia antinacionalista. Además de los representantes del partido socialista (Largo Caballero, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos,…) y a los republicanos de centro-izquierda seguidores de Azaña o de Diego Martínez Barrio, del comité revolucionario formaban parte también el nacionalista catalán Nicolau d´Olwer y el gallego Santiago Casares Quiroga.
Es decir, si la llegada de la República en 1931 fue posible se debió a la existencia de una amplia alianza de fuerzas de muy distinto signo político y orientación ideológica que supieron dar cauce y transformar en cambio político la voluntad expresada por el pueblo español en las elecciones municipales del 12 de abril.
Grecia: una unidad cada vez más amplia
Tras su victoria electoral, el gobierno de Alexis Tsipras está dando a todos los pueblos europeos un ejemplo de dignidad y férrea voluntad de resistencia frente a los ataques y el saqueo de Berlín y el FMI. Pero el camino hasta llegar aquí no ha sido nada fácil. Y cada uno de los avances políticos dados por Syriza ha ido en paralelo con la ampliación de su unidad. «Tras su victoria electoral, el gobierno de Alexis Tsipras está dando a todos los pueblos europeos un ejemplo de dignidad y férrea voluntad de resistencia»
La Syriza que hoy conocemos surge originalmente en 2001 como un “Espacio para el Diálogo para la Unidad y la Acción Común de la Izquierda” formado por 13 organizaciones y partidos de izquierdas que van desde los eurocomunistas, socialistas escindidos del PASOK, eco-comunistas, eco-socialistas, partidos trotskistas, el KOE, partido marxista-leninista-pensamiento Mao Tsé Tung, Ciudadanos Activos, del histórico luchador antinazi Manolis Glezos, varias escisión del dogmático y sectario partido comunista griego. En 2004, estos 13 partidos deciden formar una coalición, una alianza electoral, para presentarse a las elecciones: “Coalición de la Izquierda Radical” (Syriza por sus siglas en griego).
Once años después de aquello, Syriza no sólo logra ser el partido más votado de Grecia, quedando a dos escaños de la mayoría absoluta, sino que forma gobierno ampliando todavía más el radio de acción de su política de unidad. Y firma un pacto de gobierno con el partido de tendencia derechista y conservadora Griegos Independientes, una escisión de Nueva Democracia (el PP griego) producida en febrero de 2012, cuando el segundo rescate impone unas condiciones draconianas de ajustes, recortes y saqueo y la troika pasa a tomar la dirección del Estado griego, con el consentimiento del Pasok y Nueva Democracia. Primero, unidad de toda la izquierda no en un único partido, sino en una amplia coalición que agrupa bajo su marca a todos ellos. Años después, unidad con la derecha patriótica y democrática para hacer frente a las presiones y chantajes del FMI y Berlín.
Esa es la esencia de un frente amplio de unidad, capaz de representar los intereses del 90% de la población. No es por ello extraño que, según las últimas encuestas, la actuación del gobierno de Syriza esté siendo para el 80% de los griegos “digna de orgullo nacional” y que el 78% aprueben la gestión de Tsipras en sus escasos 5 meses de gobierno.
Pero no son sólo el pasado de España y el presente de Grecia. En Brasil, las alianzas de Lula con los partidos de centro-derecha representantes de la gran burguesía nacional de Sao Paulo fue lo que le permitió, tras tres intentos, alcanzar la presidencia de la república y darle la vuelta al país como un calcetín. Lo mismo que puede decirse del Frente Amplio de Mujica en Uruguay o la Alianza País gestada en torno a la figura de Rafael Correa en Ecuador.
A todas partes donde dirijamos nuestra mirada encontramos el mismo ejemplo, cada uno con sus lógicas variantes y particularidades nacionales: la necesidad de levantar en torno a un programa de redistribución, democracia y soberanía un frente amplio de unidad capaz de representar y defender los intereses de la inmensa mayoría de la población.