«Vamos para atrás como los cangrejos». Así de sencilla es la explicación que da sobre la huelga convocada en 400 centros de Educación Infantil – de 0 a 6 años – de Madrid, una abuela que debe quedarse durante dos días con los «peques». Se queja pero, claro «el ayuntamiento quiere eliminar el tramo de tres a seis años». ¿Es esto sólo un problema de gestión «mercantilista» o es, además, algo estructural?
La nueva normativa ermite abrir centros sin patio propio, obligando a los niños a acudir a parques públicos, y aumentar los alumnos por clase sin tomar medidas respecto al espacio o la cantidad de profesores. Las ayudas han sido eliminadas este año de manera que hasta se han producido bajas en la matriculación en el caso de familias con peores condiciones de vida. “El dinero público para la escuela pública”. Con un exitoso seguimiento del 80%, 600.000 niños se han visto afectados por la huelga. Hay que ir más alláPero ésta como tantas otras ocasiones debe ser aprovechada para extender la movilización y el debate. Porque “la privatización” es solo la versión dura del rodillo al que está sometida la comunidad educativa desde hace dos décadas, no solo por el destino y cantidad del dinero público – los presupuestos educativos solo han aumentado un pírrico 1,9% con la que está cayendo año tras año; informe PISA, Bofill… -, sino en la orientación del contenido. La educación debe ser pública, pero ésta debe ser popular y cuestionar los pilares que determinan tan ruinoso edificio. El número de octubre de la revista ESCUELA HOY editada por el STEs – Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza – contiene un artículo de Natividad Largo – profesora del Colegio Rural Agrupado de Navatejera, León – en el que sintetiza elementos de la práctica educativa en Nicaragua: la consideración de la organización infantil y el trabajo “…su valía como sujetos con derechos en presente, y ofrecen sus capacidades a una sociedad de adultos que con frecuencia les infravalora mirándolos con desconfianza” Aun siendo dos realidades notablemente diferentes, la concepción de la infancia y de la organización infantil que el artículo recoge permiten cuestionarse no ya nuestro modelo educativo, sino la forma en la que se da el debate pedagógico e, incluso, la estructuración de la comunidad educativa en el sentido más popular y menos institucional. De manera que temas como la desintegración de una unidad “natural” como ha sido la escuela y su comunidad inmediata, y el proceso de “infatilización forzosa” al que son sometidos los críos puedan tener desarrollo intelectual y práctico. Cabe decir que la educación infantil es la piedra angular sobre la que se construye cualquier modelo educativo, algo que choca con el escaso protagonismo que la pedagogía asociada y los profesionales tienen en su propio ámbito en beneficio de los aspectos de política inmediata. Por eso cuando familias y maestros “saltan” ante los atropellos de la Administración hay que aprovechar la ocasión para recordar que no solo es necesaria una educación pública – gestionada por el Estado -, sino sobre todo una educación al servicio de las necesidades populares, padres, madres, profesionales… y niños, que cuestione la concepciones pedagógicas y las formas organizativas. Por lo demás, si la situación de la enseñanza hoy es inaceptable, el caso madrileño más que a un cangrejo se parece al movimiento de un topo ibérico, cuanto más abajo mejor.