«De manera más ominosa, la monetización de estos déficits fiscales se está convirtiendo en un patrón en muchas economías avanzadas, ya que los bancos centrales han comenzado a inflar la base monetaria mediante compras masivas de papeles gubernamentales de corto y largo plazo. Para los miembros «Club Med» de la eurozona (Italia, España, Grecia y Portugal) los problemas de deuda pública se suman a una pérdida de competitividad internacional.»
La regunta es si estos países de la eurozona estarán dispuestos a emprender una dolorosa consolidación fiscal y una depreciación interna real a través de deflación y reformas estructurales para aumentar el crecimiento de la productividad y prevenir un fin de la historia al estilo argentino: salida de la unión monetaria, devaluación e impago de la deuda. Países como Lituania y Hungría han mostrado su disposición a hacerlo. Está por verse si países como Grecia, España y otros miembros de la eurozona aceptarán ajustes así de penosos. (THE GLOBE & MAIL) DIARIO DEL PUEBLO.- El tipo de cambio será el campo de batalla principal donde medirán fuerzas China y EE.UU. en el futuro. En algún momento futuro llegará la libre conversión del yuan chino. Pero corresponde a las autoridades chinas definir el momento y las condiciones para ese paso. La apreciación forzada del yuan arrastrará a ambos países a una guerra comercial costosa, y causará daños diplomáticos imprevisibles. Ambas partes necesitan apropiarse de una visión más amplia y tomar medidas constructivas, para evitar que el conflicto se les escape de las manos. Canadá. The Globe & Mail Economías avanzadas, el riesgo de los ricos Nouriel Roubini Los enormes déficits fiscales y de la deuda pública están causando inquietud acerca del riesgo soberano de varias economías avanzadas. Tradicionalmente, el riesgo soberano se ha concentrado en las economías de los mercados emergentes (…) Sin embargo, en gran parte -y con unas pocas excepciones en Europa Central y del Este- las economías de los mercados emergentes mejoraron su desempeño fiscal (…) Como resultado, el riesgo soberano hoy es un mayor problema en las economías avanzadas que en la mayoría de los mercados emergentes. De hecho (…) a menos que las economías avanzadas comiencen a ordenar sus cuentas fiscales, los inversionistas, los actores atentos a los mercados de bonos y las agencias calificadoras pueden pasar de ser amigos a enemigos. La grave recesión, combinada con la crisis financiera de 2008-2009, debilitó las posiciones fiscales de los países desarrollados, debido al gasto destinado al estímulo, los menores ingresos tributarios, y el refuerzo y rescate de sus sectores financieros (…) De manera más ominosa, la monetización de estos déficits fiscales se está convirtiendo en un patrón en muchas economías avanzadas, ya que los bancos centrales han comenzado a inflar la base monetaria mediante compras masivas de papeles gubernamentales de corto y largo plazo. Finalmente, los grandes déficits fiscales monetizados producirán una crisis fiscal y/o un aumento de las expectativas inflacionarias que podrían elevar radicalmente los rendimientos de los bonos gubernamentales de largo plazo y abortar una recuperación económica que hasta ahora es tentativa y frágil. Los estímulos fiscales son un asunto delicado. Las autoridades se ven afectadas si no los emprenden, pero también si lo hacen. Si quitan el estímulo demasiado pronto al elevar los impuestos, reducir el gasto y retirar el exceso de liquidez, la economía puede caer nuevamente en la recesión y la deflación. Sin embargo, si se permite que haya déficit fiscales monetizados, el aumento de los rendimientos de largo plazo ahogará el crecimiento. Los países con situaciones fiscales iniciales más débiles (como Grecia, Reino Unido, Irlanda, España e Islandia) se han visto obligados por el mercado a implementar una consolidación fiscal temprana. Si bien eso puede causar una contracción, sus beneficios en términos de mayor credibilidad de la política fiscal podrían prevenir un alza dañina de los rendimientos de los bonos gubernamentales de largo plazo. Así, una consolidación fiscal temprana puede terminar siendo expansiva, si se la ve en perspectiva. Para los miembros “Club Med” de la eurozona (Italia, España, Grecia y Portugal) los problemas de deuda pública se suman a una pérdida de competitividad internacional. Ya habían perdido parte de los mercados para sus exportaciones ante China y otras economías asiáticas de bajo valor añadido y que requieren mucha mano de obra. Luego, una década de crecimiento nominal de los salarios que superó en ritmo el aumento de la productividad condujo a un alza de los costes de la mano de obra, la apreciación del tipo de cambio y grandes déficit de cuenta corriente. La aguda alza del euro ha agravado aún más este problema de competitividad, limitando el crecimiento y aumentando todavía más los desequilibrios fiscales. Así, la pregunta es si estos países de la eurozona estarán dispuestos a emprender una dolorosa consolidación fiscal y una depreciación interna real a través de deflación y reformas estructurales para aumentar el crecimiento de la productividad y prevenir un fin de la historia al estilo argentino: salida de la unión monetaria, devaluación e impago de la deuda. Países como Lituania y Hungría han mostrado su disposición a hacerlo. Está por verse si países como Grecia, España y otros miembros de la eurozona aceptarán ajustes así de penosos. Estados Unidos y Japón podrían ser los últimos en enfrentar la ira de quienes se dedican a seguir los mercados de bonos: el dólar es la principal moneda de reserva global, y la acumulación de reservas extranjeras (principalmente en la forma de bonos y billetes del gobierno de EE.UU.) prosigue a ritmo acelerado. Japón es un acreedor neto y, en gran medida, financia su deuda internamente. Sin embargo, los inversionistas se volverán cada vez más cautos incluso hacia estos países si se demora la necesaria consolidación fiscal. Estados Unidos es un deudor neto con una población que envejece, un gasto sin financiar en seguridad social y sanidad, una anémica recuperación económica y riesgos de una monetización constante del déficit fiscal. Japón está envejeciendo incluso más rápido, y el estancamiento económico está reduciendo el ahorro interno, mientras la deuda pública se acerca al 200% del PIB. Estados Unidos también enfrenta limitaciones a la consolidación fiscal: los estadounidenses tienen la ilusión de que pueden disfrutar de un gasto social al estilo europeo y, al mismo tiempo, mantener bajas tasas de impuestos, como en tiempos del Presidente Ronald Reagan. Al menos, los votantes europeos están dispuestos a pagar mayores impuestos por sus servicios públicos. Si el Partido Demócrata estadounidense pierde en las elecciones legislativas de noviembre, se corre el riesgo de que persistan los déficit fiscales, si los republicanos vetan los aumentos de impuestos mientras los demócratas vetan los cortes en el gasto. Entonces monetizar los déficit fiscales se convertiría en el camino menos difícil: ponerse a imprimir billetes es mucho más fácil que una reducción del déficit políticamente dolorosa. Sin embargo, si Estados Unidos utiliza el impuesto que significa la inflación como modo de reducir el valor real de su deuda pública, aumentaría notablemente el riesgo de un colapso desordenado del dólar estadounidense. Los acreedores extranjeros de Estados Unidos no aceptarán una reducción radical del valor real de sus activos en dólares a causa de la inflación y la devaluación. Una salida caótica llevaría a un colapso del dólar, un alza pronunciada en los tipos de interés de largo plazo y una grave recesión de doble caída. THE GLOBE & MAIL. 21-1-2010 China. Diario del Pueblo La revaluación del yuan no aliviará las penas de EEUU ¿Propiciará el presidente estadounidense Barack Obama lo aparentemente inevitable, al declarar a China como país manipulador de su moneda en el informe que someterá al Congreso en abril? De hacerlo, corre el riesgo de dañar aún más las ya maltrechas relaciones con el país asiático. Vale recordar que Obama ha resistido dicha tentación en dos ocasiones durante su primer año en la Casa Blanca. Si las ventas de armas a Taiwán y la anunciada reunión de Obama con el Dalai Lama han erizado los pelos a los chinos, la acusación de manipulación monetaria, seguida de nuevas medidas proteccionistas, no harían más que empeorar las cosas. Resulta aparente asimismo que ninguna de las partes tiene mucho sitio para hacer concesiones en el tema monetario. La vergonzosa derrota de los demócratas en la elección para el Senado por Massachusetts ha enviado una señal clara a Obama de que los votantes no aprueban su desempeño. Al deponer su ambiciosa reforma sanitaria, Obama está invirtiendo su capital político en crear trabajos y reavivar la economía. Si el índice de desempleo no muestra ninguna muestra de mejora en breve, los demócratas enfrentarán otro desastre en la elección de mediano plazo de noviembre. En momentos en que la economía de EE.UU. permanece atascada en la recesión, Washington echa mano a su manido recurso de acusar por ello a otra economía en acelerado crecimiento, cuyo desarrollo bloquea, exigiéndole que revalúe su moneda. Ya utilizó el mismo método con Alemania y Japón en años anteriores. El tipo de cambio será el campo de batalla principal donde medirán fuerzas China y EE.UU. en el futuro. En su informe presidencial sobre el estado de la Nación, Obama dejó en claro que EE.UU. procurará nuevos mercados de manera agresiva, con vistas a crear más empleos, para lo cual duplicará las exportaciones durante los cinco años próximos, como forma de apoyar 2 millones de puestos de trabajo en su territorio. Usar a China como chivo expiatorio en el tema monetario no se traducirá necesariamente en un incremento de las exportaciones de EE.UU., pero Obama necesita demostrar que está haciendo algo. La revaluación forzada del yuan significaría un golpe demoledor para las exportaciones de China, que son cruciales para su mercado laboral y crecimiento integral. Desde que efectuó su histórica reforma cambiaria en julio de 2005, China ha permitido que el yuan se aprecie en 15 por ciento contra el dólar estadounidense. Dado el pequeño margen de beneficio que producen las exportaciones de China, la apreciación del yuan minaría perceptiblemente la economía china, tan dependiente de las exportaciones, en momentos en que el país asiático se somete a un proceso de gradual actualización de su capacidad industrial. Como consecuencia, se perderán millones de puestos de trabajo. En algún momento futuro llegará la libre conversión del yuan chino, pues la misma resulta inevitable para mejorar la eficiencia y calidad de la producción. Pero corresponde a las autoridades chinas definir el momento y las condiciones para ese paso. No se puede llegar a esa meta bajo presión externa. La apreciación forzada del yuan arrastrará a ambos países a una guerra comercial costosa, y causará daños diplomáticos imprevisibles. Ambas partes necesitan apropiarse de una visión más amplia y tomar medidas constructivas, para evitar que el conflicto se les escape de las manos. DIARIO DEL PUEBLO. 10-2-2010