El presidente del PNV, Urkullu, tiene un sólo cuerpo, pero en el primer Alberdi («día de la patria vasca») quiso representar las dos almas del PNV. Tarea que no le fue nada fácil. Era la primera vez en 30 años que el PNV celebraba su día más simbólico fuera de Ajuria Enea, en la oposición, y que, por tanto, sólo contaba con un orador. No había un lehendakari. Consciente del viento popular por la unidad de España y su regeneración democrática que les ha expulsado del poder autonómico en el País Vasco, y que ha obligado al PSE y al PP a unirse, atacó con fuerza el pacto entre ellos que permitió al socialista Patxi López convertirse en lehendakari. Pero ofreció diálogo al «usurpador».
Por un lado, acusó al PSE y al PP de intentar “diluir” a Euskadi ara convertirla en “una comunidad más de España”. ¡Ay, señor "Urkullu de las dos almas"!, lo sentimos pero eso es lo que la mayoría de los ciudadanos vascos ha dicho con su voto. También intentó Urkullu atacar el acuerdo de gobierno entre el PSE y el PP en el País Vasco, que calificó con el rancio término de “pacto de las Vascongadas”, en contraposición a la situación en el resto de España, donde PSOE y PP se pelean con “trajes y escuchas”. ¡Ay, señor "Urkullu de las dos almas"!, también el viento popular ha obligado a las direcciones vascas del PSOE y del PP a cambiar el rumbo. Con una gran clarividencia de lo obvio, el líder nacionalista destacó que “desalojar al nacionalismo del gobierno de las instituciones” es lo que “ha unido a los contrarios”. Esta demostración de dialéctica materialista no ha sido aplicada por Urkullu a su propio partido, al PNV. Porque juntó, en sus promesas, en el mantenimiento de “sus señas de identidad”, tanto la responsabilidad y estabilidad institucional, como la defensa de Euskadi. Urkullu calificó la política del nuevo gobierno autonómico vasco de “abolición sistemática” del autogobierno vasco y el Estatuto, aludió al “viejo roble de Estella”, en doble referencia al fracasado Estatuto de 1932 y al pacto de alianza con ETA y otras fuerzas nacionalistas étnicas de 1998, con el ibarrechano, con un Ibarretxe ausente, “somos una nación y queremos decidir nuestro futuro, es nuestro derecho, el derecho a ser consultados”. Para, a renglón seguido, afirmar que “lo mal que lo está haciendo Zapatero no invita a la esperanza, pero, por responsabilidad y por Euskadi, lo primero es lo primero. Si hay que negociar, negociar, si es posible acordar, acordar". Urkullu quiso encarnar el lema que los dirigentes y cargos peneuvistas alzaron con los brazos sosteniendo cartones: Denok Bat ("Todos a una"). El problema es que el viento popular por la unidad de España y la regeneración democrática exige consecuencia a todos, y, en concreto, al PNV que decida qué alma dirige su cuerpo.