«dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita»
(F.G. Lorca – Grito hacia Roma)
Rusia está lista para la paz, ha afirmado Vladimir Putin, tendiendo una mano diplomática a Ucrania para llegar a «soluciones aceptables». Sin embargo, sus propios hechos desmienten sus palabras. Además de que los misiles y los drones no dejan de golpear las ciudades ucranias, buscando provocar muerte y frío, o que los combates se intensifican en el Donbás, el Kremlin prepara una nueva ofensiva desde diferentes direcciones, incluido un ataque desde el norte usando Bielorrusia como lanzadera. No es una oferta de paz, es un chantaje.
Dia de Navidad en Rusia. El zar Vladimir en todos los televisores, una comparecencia que se ha hecho infrecuente desde el inicio de la invasión de Ucrania, un 24 de febrero del que cumplen ya diez meses. Putin detesta ser el pájaro de mal agüero que porta malas nuevas de reveses y derrotas militares, eso se lo deja a sus subordinados.
De su boca salen palabras de paz. Estamos listos para negociar con todas las partes involucradas acerca de soluciones aceptables, pero está en sus manos. No somos nosotros los que nos negamos a negociar, son ellos”, dice a los televidentes. “Todos los conflictos armados terminan con gestiones diplomáticas”. “Nuestro objetivo no es aumentar la rueda del conflicto, sino lo contrario: acabar esta guerra. Nuestros esfuerzos van en esa dirección y nos seguiremos esforzando. Y, por supuesto, cuanto antes, mejor”, había dicho poco antes, en una rueda de prensa. “Creo que estamos actuando en la dirección correcta, estamos defendiendo nuestros intereses nacionales, los intereses de nuestros ciudadanos. Y no tenemos otra elección que protegerlos”, ha añadido, culpando al gobierno de Kiev de bloquear el diálogo.
Detrás de cada palabra de paz de Moscú siempre suena el tirite de un cuchillo, o aguarda un melón de dinamita. Un timbre amenazador que no puede ser ocultado, por ejemplo, cuando el ministro de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, insta a Ucrania a aceptar su «propuesta de paz». «Las propuestas de Rusia sobre la desmilitarización y desnazificación de las tierras controladas por Kiev y sobre la eliminación de las amenazas a la seguridad deben ser aceptadas de ‘manera amistosa’ o el Ejército ruso se ocupará de este asunto». «De manera amistosa» significa para el Kremlin con las manos en alto.
Mientras que desde Rusia se lanzan estas «ofertas diplomáticas», Rusia se prepara para lanzar una inminente ofensiva, utilizando el terreno intensamente helado del invierno para que avancen sus tanques y carros blindados. Diferentes informes hablan de la posibilidad de que en enero, Moscú se lance al ataque desde varios frentes: desde el sur, desde el este en el Donbás (donde se combate ahora mismo con gran intensidad en la ciudad de Bajmut), e incluso desde Bielorrusia, donde no pocos afirman que Putin intentaría volver a dirigirse contra Kiev, o incluso intenta atacar mucho más al oeste, cerca de Polonia, tratando de cortar la línea de suministros por donde Occidente surte de armas y material a Ucrania.
Y los drones y las bombas siguen cayendo. No sólo sobre objetivos militares, sino sobre infraestructuras civiles de energía y calefacción, tratando de intensificar al máximo el sufrimiento en la retaguardia de la población civil, de ancianos, mujeres y niños.
Si, hay que lograr la paz. Si, hay que parar la guerra. Pero sobre la base de que cese la agresión rusa, de que se detengan los bombardeos sobre la población civil. La diplomacia debe explorar nuevas vías, pero sobre la base de que las tropas del Kremlin se retiren de Ucrania.
Lo contrario -negociar con quien te está masacrando, con quien te apunta a la cabeza- no es una oferta de paz, sino un chantaje. Es la diplomacia del cuchillo y la dinamita.