A estas alturas de la «película» de la crisis todos sabemos que la «culpa» la tienen los trabajadores. Por eso «lo más importante» es la reforma laboral. Aunque las clases han desaparecido por decreto para el conjunto de la sociedad, parece que sí hay clases pero sólo dentro de la clase trabajadora, dividida en fijos indefinidos y en temporales, eventuales y precarios. Y el otro problema es la elevada deuda pública. Pero ¿es realmente público su origen o es una deuda dos veces privada?
Según los datos de la memoria del Banco de Esaña sobre el mercado de deuda pública, las emisiones de deuda pública en 2009, la cantidad neta descontadas las amortizaciones, suman 116.881 millones de euros. Lo que significa más del doble que el año anterior. Incluyendo lo emitido en 2009, la deuda pública española ha alcanzado los 461.996 millones de euros. Durante el año 2009 los bancos y las cajas españolas han aumentado, de forma muy significativa, su compra de títulos de deuda pública pasando de poseer el 9% del total emitido a tener el 20%. El otro dato revelador es que las entidades financieras extranjeras, preferentemente alemanas y francesas, tienen en sus manos la mitad de las letras del Tesoro. Los números, los datos, nos describen otra realidad ocultada por los medios, dominantes, de comunicación al servicio del oligopolio financiero, de sus grandes empresas, y de los bancos y compañías extranjeras. Los números nos muestran que la banca española, gracias al plan de rescate pagado con deuda pública, tiene dinero suficiente para pagar sus deudas privadas, producto de su voracidad inmobiliaria e hipotecaria, a la banca extranjera, especialmente alemana. Este es el primer uso privado del dinero público. Pero además la banca española tiene dinero suficiente, que ha obtenido ventajosamente del Banco Central Europeo (BCE) al 1%, para invertirlo en deuda del Tesoro público, del que consigue un interés seguro del 4% con el que tapa sus agujeros negros y los de sus constructoras. Este es el segundo uso privado del dinero público. Igualmente, la banca extranjera, donde destaca la europea comandada por la banca alemana, se beneficia del mismo juego. ¿Ha recibido algo de todo este dinero público la pequeña y mediana empresa (pymes) para afrontar la crisis y mantener la economía productiva propia de nuestro país? ¿No es esa la función social de los bancos? Los números nos enseñan que hay dos clases de empresarios. La banca y sus grandes empresas que tratan de salir de la crisis a costa del dinero público, por un lado, y las pymes que se están asfixiando por falta de créditos, por el otro lado. ¿Qué es lo urgente, entonces? Realmente es otro el problema clave de la crisis. Como dice el economista Manuel Sarachaga en su reciente artículo ‘Basilea III (o la crisis que está por venir)’: “El asunto de la reforma del sistema financiero (…) parece haber quedado en un segundo plano, (…) corregir los fallos estructurales de un sistema defectuoso, (…) la aparente lucha de poder para recortar antiguos privilegios, librada entre el oligopolio de entidades de crédito [bancos y cajas] y los reguladores [bancos centrales y otros organismos públicos] quienes –curiosamente- siempre terminan por ponerse de acuerdo para que nada cambie.”