Perú: El Congreso destituye a Dina Boluarte como presidenta

«Dina asesina» fuera… pero Perú sigue levantado

La conocida como "Dina asesina" ha sido defenestrada, pero el polvorín de antagonismos sociales que ha terminado por derribarla apenas ha comenzado a estallar.

La que seguramente era la presidenta más ilegítima e impopular de toda Latinoamérica -con índices de aprobación por debajo del 3%-, Dina Boluarte, ha sido defenestrada. La que subió al poder en Perú a lomos de un golpe «cívico-militar» contra Pedro Castillo (diciembre de 2022) de clara marca ‘made in USA’, y se aferró a la presidencia gracias a su alianza con la extrema derecha fujimorista, ha sido depuesta por «incapacidad moral permanente”, por la propia bancada derechista del Congreso peruano, que es junto a la propia presidenta la institución más desprestigiada del país.

En su lugar ha sido nombrado como «presidente interino» el que hasta ahora ha sido justamente el presidente del Congreso, el derechista José Jerí, que además de afrontar una denuncia por violación y otras tantas por casos de corrupción, ha prometido «mano dura» para atajar la ola de crimen organizado que asola el país, hasta las elecciones previstas para abril de 2026.

Todo ello se da en un contexto de intensas luchas populares, donde en el último mes masivas manifestaciones han recorrido las calles de Lima y de otras capitales peruanas, expresando no sólo el rechazo a Dina Boluarte y a su corrupto gobierno -ha quedado acreditado cómo la defenestrada presidenta abandonó durante días su cargo para realizarse sigilosamente una rinoplastia y plancharse las patas de gallo; o la secreta colección de joyas y relojes de alta gama que ha acumulado a cambio de haber encubierto a prófugos de la justicia- sino sobre todo a sus antipopulares y reaccionarias políticas -como la reforma de pensiones recién aprobada-, además de la denuncia de la creciente criminalidad y sus vínculos con grupos de poder.

Las clases dominantes -nacionales y extranjeras- de Perú han dado por amortizada a una mandataria que durante tres años ha encuadrado, con mano de hierro y represión, la política peruana en los cauces prescritos por la oligarquía y por Washington. Y han designado a otro «presidente interino» aún no tan quemado como Boluarte, para que siga cumpliendo el mismo papel.

Pero en las calles y en el campo de Perú, en los movimientos populares, en los sindicatos, entre los estudiantes, y sobre todo entre los campesinos e indígenas -que conforman una cuarta parte de la población- y en general entre los sectores más olvidados y empobrecidos, que fueron claves en el triunfo electoral de Pedro Castillo, laten enormes fuerzas de rebeldía y resistencia.

La conocida como «Dina asesina» ha sido defenestrada, pero el polvorín de antagonismos sociales que ha terminado por derribarla apenas ha comenzado a estallar.

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