Naturaleza primate (II)

Dian Fossey

Nos acercamos a las montañas Virunga a conocer el legado de la imprescindible científica que se atrevió a adentrarse en la vida del gorila de montaña.

Tras la muerte de Jane Goodall iniciamos este serial dedicado a las grandes primatólogas y sus enseñanzas sobre el mundo animal y nuestra propia naturaleza. En esta segunda entrega recorremos la valiente historia de Dian Fossey y qué es lo que nos une al misterioso animal que inspiró el mito de King Kong.

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La mujer que supo adaptarse al bosque

Nacida en San Francisco en 1932, Dian Fossey estaba profundamente atraída por África y la vida salvaje. Tras graduarse en Terapia Ocupacional consiguió ahorrar para viajar al continente madre, donde tuvo dos encuentros que cambiarían su destino.

En Kenia conoció a Louis Leaky, el reconocido paleontólogo (que guió a Goodall a empezar sus investigaciones con los chimpancés), profundamente interesado en el estudio del comportamiento de los grandes simios. Pero sobre todo, en la actual República Democrática del Congo, por primera vez sintió la cercanía de un gorila de montaña. “El aire se llenó de repente de una serie de gritos agudos, seguidos del rondó rítmico de los agudos golpes de pecho de un gran macho de lomo plateado”, un encuentro que la científica nunca olvidaría.

Poco tiempo después, Dian se trasladaría definitivamente a iniciar sus investigaciones en una Ruanda convulsa, en una región llena de peligros y cazadores furtivos. Se sometió a unas condiciones muy duras, en las montañas Virunga, a más de 3000 metros de altitud, para a acercarse a unos animales misteriosos que superan los 200 kg de peso. Con todo, se ganó el apodo de “Nyaramachabelli”, que significa: “la mujer que supo adaptarse al bosque”.

Si siguen existiendo gorilas de montaña es gracias a su labor.

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Sin gorilas vivos, no hay ciencia

Fossey fue la primera persona en realizar un estudio sistemático y continuado del comportamiento de los gorilas. Hoy, decenas de investigadores continúan su legado en el centro de investigación Karisoke que ella misma fundó. Sus descubrimientos derribaron muchos de los injustos mitos sobre estos grandes simios y supusieron un gran avance para la ciencia.

Sin embargo, la situación desesperada de estos animales hizo que la investigación pasara a un segundo plano. A pesar de que su decisión supuso cierto desprestigio por parte de algunos círculos académicos, Fossey no dudó en dedicar todo su empeño en preservar una especie que todos los científicos vaticinaban que se extinguiría antes de llegar el siglo XXI.

Los cazadores furtivos mataban familias enteras de gorilas y comerciaban con las crías o con partes del cuerpo de los adultos. Fossey intentaba echar a los cazadores haciéndose pasar por bruja, poniéndose máscaras o fingiendo hacer magia negra. Denunció las amenazas que se ceñían sobre los gorilas y la complicidad de un gobierno corrupto. Pero le salió muy caro.

En 1985, tras 17 años de vida en la selva, la primatóloga fue asesinada a machetazos en su casa. A día de hoy la identidad del asesino sigue siendo un misterio.

Hoy podemos decir que si siguen existiendo gorilas de montaña en nuestro planeta es gracias a Dian Fossey y a los y las conservacionistas que continúan su labor.

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Seres de mirada profunda

Con estas románticas palabras se refirió Fossey a la especie de simio de mayor tamaño sobre la faz de la Tierra. También los llamó “gigantes gentiles” o “almas tranquilas entre la niebla”.

¿Cómo se ganó la confianza de estos animales? El reto al que se enfrentaba no era pequeño, aunque (como ella misma demostró) no son animales agresivos, su tamaño y fuerza son imponentes y el riesgo es más que notable.

Su paciencia, constancia (y creatividad) le permitieron despertar la curiosidad en estos primates haciendo cosas “que nunca haría delante de humanos”. Así, descubrió que disfrutaban viéndola trepar por los árboles (ella exageraba los movimientos), pelar cortezas y comer hojas o que estaban interesados en sus expresiones faciales e incluso, los más jóvenes, llegaban a imitar algunos de sus gestos.

Los machos espalda plateada protegen y juegan con las crías.

La vida de Dian Fossey fue llevada al cine en «Gorilas en la Niebla» (1988) protagonizada por Sigourney Weaver

La visión hacia estos animales, considerados bestias terribles cambió notablemente gracias a los descubrimientos de Fossey. Observó que los gorilas de montaña son herbívoros selectivos, consumiendo más de 100 especies vegetales (bambú, ortigas, cardos, hojas y raíces). Corrigió el mito de que comían grandes cantidades de fruta o carne. Mostró su papel ecológico en la dispersión de semillas y el mantenimiento del equilibrio del bosque montano.

Documentó que la mayoría de los comportamientos agresivos, como golpes en el pecho o gruñidos, eran rituales de demostración y no ataques reales. Y describió un complejo repertorio de vocalizaciones, gestos y miradas usados para mantener la cohesión del grupo.

Gracias a su trabajo, aprendimos que los gorilas de montaña viven en grupos familiares estables de 5-10 individuos (no en bandas temporales como se creía). En cada familia hay un macho dominante (espalda plateada), varias hembras adultas, sus crías y machos jóvenes subordinados (espalda negra). Son grupos pacíficos, con fuertes lazos sociales. Las crías son altamente dependientes de sus madres durante los primeros 3 años. Los machos dominantes protegen y juegan con las crías, un comportamiento poco documentado en primates no humanos.

Una vez más, estudiar otras especies primates nos lleva a profundizar en nuestra propia naturaleza. Como dijo la propia Fossey: “verlos cuidarse unos a otros, proteger a sus crías y compartir el alimento es como mirar hacia atrás en el espejo del tiempo.”

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