Raúl Incertis, médico en Gaza

Diálogos sobre Gaza

El testimonio de Raúl Incertis en el Ateneo 21 de Valencia estremeció al público con un relato sereno y directo sobre la realidad que vivió en Gaza

El acto se celebró a finales de noviembre en el Ateneo21 de Valencia y fue conducido por el director de esta casa, Joanen Cunyat. Uno de esos actos que no solo informan, sino que transforman el ambiente emocional de una sala. El protagonista fue el médico y cooperante humanitario Raúl Incertis, cuya presencia bastó para que el auditorio bajara el tono y fijara la atención. Su testimonio, fruto de cuatro meses de trabajo en un hospital de Gaza, ha adquirido relevancia pública por la mezcla de precisión clínica, humanidad y una valentía que, como él mismo repite, “no es heroica, sino necesaria”.

Incertis inició su intervención recordando que llegó a Gaza en misión humanitaria después de haber trabajado en otros contextos de crisis con organizaciones como Médicos Sin Fronteras. Sin embargo, nada de lo vivido previamente se comparaba con lo que encontró allí. En el hospital donde trabajó atendió a centenares de pacientes en condiciones extremas: sin recursos, sin insumos, sin electricidad estable y con el sonido constante de los bombardeos. Ejerció como cirujano de urgencias, pero también asumió una tarea adicional: la documentación forense de heridas y lesiones.

Relató ante el público cómo, con autorización del Ministerio de Sanidad gazatí, reunió más de 200 fotografías clínicas, todas acompañadas de su correspondiente historia médica y conservando los metadatos necesarios para servir como prueba. Subrayó que se trata de un documento descriptivo, nunca interpretativo, elaborado según los protocolos de la OMS. Un material que hoy está siendo utilizado por organismos internacionales y que puede llegar ante tribunales. “Es solo una mínima parte de lo que vi”, explicó, “pero suficiente para entender la magnitud del daño”. Recientemente ha estado en Ginebra colaborando con los fiscales de la ONU.

Una imagen del acto en el Ateneo Valencia XXI

Uno de los momentos más comentados de la conferencia fue cuando relató la decisión de entregar personalmente su informe a varios responsables políticos españoles. Contó que fue convocado por la ministra Mónica García cuando aún estaba terminando el documento, y que decidió imprimir cuatro copias: para ella, para Pedro Sánchez, para Santiago Abascal y para Alberto Núñez Feijóo. “Lo hice por la indignación que sentí al regresar a España y escuchar a políticos negar que lo de Gaza sea un genocidio”, dijo. “No es una opinión respetable, porque la ONU, asociaciones especializadas y académicos del Holocausto ya han afirmado que lo es”.

El auditorio reaccionó con un silencio tenso, consciente de la carga que llevaba cada una de esas palabras. Incertis no alzó la voz en ningún momento, pero su tono transmitía la certeza de quien no puede permitirse el lujo de la ambigüedad.

A medida que avanzaba la tarde, Incertis habló del vínculo que mantiene con Gaza. Relató que cada día recibe mensajes de compañeros, estudiantes de Medicina y amigos que siguen viviendo entre ruinas. “Esta misma mañana”, contó, “una chica me envió un audio desde una casa semidestruida; otra persona me mandó un vídeo de un ataque a un edificio cercano”. También mencionó a Sanad, un niño al que conoció en la UCI y con quien mantiene videollamadas frecuentes. “Paso muchas horas respondiendo —admitió—. Es difícil emocionalmente, pero no puedo dejarlos solos”.

Raúl Incertis en Gaza, junto a otros médicos palestinos

Uno de los pasajes más conmovedores llegó cuando habló de la actitud moral de la población gazatí. Aseguró que nunca escuchó insultos hacia los israelíes, ni en el hospital ni en la vida cotidiana. Recordó, incluso, una ocasión en la que él mismo empezó a maldecir tras la muerte de unos niños, y fueron los propios gazatíes quienes le pidieron que no lo hiciera. “Me dijeron que no sirve de nada y que ellos están demasiado ocupados sobreviviendo como para odiar”. Añadió que la fe y el sentido comunitario son pilares que sostienen a la sociedad gazatí en medio del horror.

También abordó el patrón de violencia que presenció, describiendo ataques continuos en zonas supuestamente evacuadas, disparos a civiles durante los repartos de comida y una destrucción sistemática de la infraestructura sanitaria. “La falta de distinción entre civiles y combatientes, la desproporción y la repetición diaria de estos hechos evidencian intencionalidad”, afirmó. “No lo digo yo: lo dicen los propios datos y los estándares internacionales”.

Cuando Joanen Cunyat le preguntó cómo sobreviven los profesionales sanitarios de Gaza, explicó que llevan casi dos años sin descanso, muchos viviendo hacinados y habiendo perdido a familiares. Aun así, siguen trabajando movidos por sus hijos, por su fe y por la comunidad. “Sin esos dos últimos elementos, la tasa de suicidios sería mucho mayor”, aseguró.

En el tramo final del acto, Incertis enumeró lo que puede hacerse desde España. Habló de dos ejes: la verdad y la justicia. La verdad implica informarse a través de fuentes fiables —informes de la ONU, periodistas palestinos, medios rigurosos—. La justicia, participar en manifestaciones, apoyar campañas de boicot, presionar a instituciones académicas o profesionales para que rompan vínculos con entidades israelíes y contribuir económicamente a ONG o familias gazatíes. Añadió la importancia de combatir la islamofobia y acercarse a la comunidad musulmana local para construir espacios de diálogo.

La última pregunta del público fue sencilla y devastadora: ¿Cómo te despides de ellos? Incertis sonrió con tristeza antes de responder: “Les digo: ‘Que pases un día suficientemente bueno en Gaza’. No puedo desearles un buen día porque no los hay. Y también les deseo seguridad en nombre de Allah, aunque yo no sea creyente. Es mi forma de acompañarlos”.

El aplauso final fue largo y contenido. En el auditorio quedó la sensación de haber asistido no solo a una conferencia, sino a un acto de memoria y responsabilidad compartida. Raúl Incertis no ofreció discursos grandilocuentes; ofreció verdad. Y la verdad, dicha sin adornos, puede ser lo más transformador de todo.

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