El 18 de mayo de 1909 se inauguró la era moderna del ballet en un proceso de terremoto artístico que recorrió prácticamente todas las disciplinas. Serguéi Diaghilev y su compañía de los Ballets Russes debutaron en el Teatro Chí¢telet de París. Y junto a la capital francesa, España en el siguiente paso, en la trayectoria del genio ruso. El Teatro Real, el Gran Teatro del Liceo, Zaragoza, Alcoi, Cartagena, Valladolid, Logroño, San Sebastián… Cultura del De Verdad digital quiere unirse a los que piensan que a las autoridades, esta efemérides se les ha pasado.
El año de la Revolución de Octubre, se estrenó en el Teatro Alhambra de Londres “El sombrero de tres icos” – Le Tricorne -, con música de Manuel de Falla y vestuario de Pablo Picasso. 72 años después el investigador Vicente García-Márquez le concedió a Diaghilev el puesto correspondido, organizando en Granada un congreso que reunió a especialistas de todo el mundo en torno a la categorización científica de su esencial etapa española.El ballet español nació con la jerarquización del cuadro flamenco de Diaghilev, y probablemente Francia ha de estar agradecida a éste por agarrarse al duende y arrastrarlo hasta París… que no había quien lo moviese de su tierra.Pintores como Picasso, diseñadores como Leon Bakst y Alexander Benois, compositores como Debussy, Ravel, Falla y Prokofieff, bailarines y coreógrafos como Vaslav Nijinsky, Anna Pavlova y Tamara Karsavina, coreógrafos como Fokine, Balanchine y Massine, escritores como Jean Cocteau, formaron parte de su equipo de trabajo.Fue a partir de 1916 que Diaghilev, invitado por Alfonso XIII, empezó a actuar en la neutral España en plena I Guerra Mundial.Sin el genio ruso nada hubiera sido posible del Teatro de Arte de los Martínez Sierra, ciertas obras de Lorca, Rivas Sheriff y Bergamín, la obra de Fontanals, Néstor de la Torre, Bacarissas o Grau Sala.En 1918 Diaghilev contrató a Félix el loco. “Le observaba con admiración y estupefacción, boquiabierta, meditando sobre aquella aparente reserva detrás de la cual se presentía el instinto impetuoso de un semisalvaje. Sin hacerse rogar, Félix ejecutó baile tras baile y cantó los cantos guturales y nostálgicos de su país acompañándose a la guitarra. Me sentía entusiasmada: olvidé que nos hallábamos en la sala del gran hotel hasta que los camareros, en voz baja, nos hicieron notar que era demasiado tarde y que el espectáculo debía terminar. También se dirigieron los empleados a Félix, pero este no les hizo caso: su espíritu volaba muy lejos. Con las luces apagadas siguió como un poseso…" Tamara Karsavina, la molinera en Le Tricorne sobre Félix el loco.