Decadencia y división son los dos factores que hoy mueven a Europa, y en particular a su núcleo principal: la Unión Europea. Por más que algunos se empeñen en cerrar los ojos a la realidad recurriendo a sueños prácticamente irrealizables.
Y frente a esta situación de decadencia y división sólo aparecen proyectos más fantasiosos que reales encabezados por la siempre grandilocuente burguesía francesa, a la que las habitualmente frías y calculadoras burguesías alemana y británica ya se han encargado de atemperar.Imparable declive económico
Desde la Guerra Fría ha sido una constante definir a Europa como un gigante económico, un enano político y un gusano militar. Las dos últimas definiciones siguen siendo ciertas. Pero la primera parte ya no lo es tanto.
Los números hablan por sí solos. Refiriéndonos sólo a la última década y media, la suma del PIB de las 5 mayores economías europeas (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España) representaba prácticamente un 20% del PIB mundial. En 2008, año del estallido de la crisis, su peso había descendido al 18,8%. Y en 2016 había caído ya al 15,8%. Un declive abrupto que corre en paralelo con el espectacular ascenso de las potencias emergentes del Tercer Mundo en ese tiempo. Solamente los cuatro países BRIC han pasado de representar el 7,9% del PIB mundial en el año 2000, a ser el 22,3% en 2016. Tomando como referencia a quienes se reclaman motor europeo, Berlín y París, su PIB conjunto en el año 2000 superaba ampliamente al de China. Hoy apenas si llegan a sumar la mitad del de Pekín.
Es en estos hechos de la realidad material, y no en abstractas definiciones ideológicas neoliberales, donde hay que buscar el origen de las políticas erróneamente llamadas de austeridad –cuando son de auténtico saqueo– que Berlín ha dictado contra los países débiles y dependientes de la UE. Si las poblaciones de Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia han sido sometidas a un brusco empobrecimiento, la razón última hay que buscarla en las exigencias alemanas para salvar de la quiebra a su sistema financiero recuperando, de grado o por fuerza, los ingentes préstamos concedidos a los países del sur. Alemania y la “grosse koalition”
La respuesta alemana a la crisis que asola la UE desde 2008, ha sido la de unificar fuerzas en el interior para imponer con mayor autoridad el saqueo exterior.
En las elecciones de 2013, y a pesar de obtener una amplia mayoría parlamentaria (311 de 630 escaños), Merkel propuso al Partido Socialdemócrata (PSD) la formación de un gobierno de coalición en el que los conservadores ocupan 8 carteras y los socialdemócratas 6, algunas de ellas tan importantes como la de Economía y Exteriores. A través de este gobierno de coalición, la burguesía monopolista alemana ha conseguido dotarse de la suficiente estabilidad y fortaleza –frente a la fragilidad y el caos político dominante en el resto de Europa– para seguir imponiendo sus draconianos mandatos sobre la UE. A la espera de de los resultados de las negociaciones del Brexit y del rumbo de Macron en Francia, las encuestas apuntan a una arrolladora victoria de Merkel en las elecciones del próximo otoño.
Tras las pasadas cumbres del G7 y el G20, algunos de los más importantes medios de comunicación internacionales reclaman, ante la incertidumbre y el desorden provocados por Trump, que la canciller alemana dé un paso adelante y se convierta en la nueva líder de Occidente. Pero Berlín se resiste a asumir el vacío que deja Washington. Entre otras razones porque es plenamente consciente de su escasa, por no decir nula, relevancia militar en el mundo. Y de su dependencia absoluta en este terreno de Washington, con 15 bases militares norteamericanas, miles de soldados y marines, decenas de armas nucleares y los cuarteles generales de la USAF en Europa o el Africom instalados en su territorio. Francia, la engañosa victoria de Macron
En una de sus primeras declaraciones, el nuevo presidente francés Enmanuelle Macron afirmó que su elección marca “el renacimiento de Francia” y, se supone, por extensión de la Unión Europea. Sin embargo, su victoria es más que engañosa. Debido al particular y atípico sistema electoral francés, en realidad dispone del 80% de los diputados de la Asamblea Nacional cuando obtuvo únicamente el 16% de votos de los electores. Su misma elección presidencial es fruto, no tanto de sus propios méritos como del rechazo de la mayoría de electoras al Frente Nacional de Marine Le Pen.
De hecho, a sólo unos meses de su llegada al Eliseo, Macron ha sufrido ya la dimisión de cuatro de sus ministros acusados de corrupción. Más importante todavía si cabe, su enfrentamiento con el jefe del Estado Mayor, el general Pierre de Villiers. “No me dejaré joder así”, declaró ante los miembros de la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional, para a continuación presentar su dimisión irrevocable. Y esto sucede cuando aún no ha tomado las primeras medidas previstas en su programa: recorte de un 20% en las pensiones, reforma laboral que permita tener, como en Alemania o España, alrededor de un 25% de trabajadores precarios y de bajos salarios, drástica reducción de funcionarios, recortes en todos frentes, reducción del impuesto de sociedades que pagan las empresas del 33 al 25%,…
Veremos que ocurre cuando en otoño empiece a desplegar todas estas políticas y se encuentre con la tradicionalmente dura, combativa y radicalizada oposición en la calle de millones de trabajadores, jóvenes y estudiantes. ¿Será Macron capaz de llevar adelante su proyecto en estas condiciones o, como suele ser habitual en el régimen francés, todo se reduzca a una política de fachada y gestos para la galería pero sin contenido real? Los próximos meses darán la respuesta. Y medirán hasta qué punto la elección de Macron, respaldada unánimemente por los grandes poderes económicos y financieros, los principales aparatos del Estado y la práctica totalidad de los grandes monopolios de la comunicación, ha sido algo más que una huida hacia adelante provocada por el pánico al ascenso de Le Pen.Reino Unido: el viaje a ninguna parte
Tras el triunfo del Brexit, con el que parecía que Gran Bretaña se adelantaba y tomaba ventaja ante los previsibles cambios en el orden mundial provocados, meses después, por el triunfo de Trump, la realidad es que al referéndum le ha seguido un período de caos e incertidumbre total.
Con la perspectiva del triunfo arrollador que le pronosticaban todas las encuestas, la primera ministra británica Theresa May –que disfrutaba de una cómoda mayoría absoluta– adelantó dos años las elecciones cuyo resultado ha supuesto, además de una auténtica bofetada a la propia May, un agravamiento de la división y la crisis política generada por el triunfo del Brexit en el referéndum. Las expectativas de Theresa May como primera ministra han quedado sometidas a fuertes tensiones internas, quedando en entredicho su futuro político y debilitando enormemente la posición británica en las negociaciones del Brexit.Italia y España: desaparecidos en combate
En Italia, un primer ministro provisional aupado de urgencia tras el fracaso de Mateo Renzzi en el referéndum para reformar la Constitución ha desaparecido de la escena política europea. Algo similar a lo que ocurre con otra de las grandes economías europeas: España. Aprisionados ambos países por las fragilidades de sus sistemas financieros y su posición deudora, las élites dirigentes parecen haber optado por ofrecer un perfil bajo, siguiendo mansamente los dictados de Berlín, con la esperanza de que Macron pueda atenuar algo el estricto afán saqueador de la pareja Merkel-Schaüble.De Visegrado a Lisboa
Mientras tanto la división y el enfrentamiento recorren la UE, debilitando aún más su posición en el nuevo orden mundial que se está configurando. Enfrentamiento por las negativas de Polonia, Hungría, Eslovaquia y Rumanía (el llamado Grupo de Visegrado) a secundar la política para los refugiados marcada por Merkel y adoptando una deriva crecientemente autoritaria. División entre el norte rico y los pueblos del sur sometidos a las draconianas condiciones de austeridad impuestas por Berlín. División ideológica entre las corrientes nacionalistas, racistas y xenófobas, y los vientos populares y patrióticos levantados por las clases populares como respuesta al saqueo, que tienen su máxima expresión en los gobiernos de Lisboa y Atenas.
kenobi dice:
A Alemania que la den,que ya tuvimos mucho con sus ambiciones Hegemonistas y de fragmentación de Europa,para beneficio de la Siemens,que se hunda Merkel en la miseria.España lo que debe hacer es cambiar su modo productivo,dejar de ser una semi-colonia de la UE y Bruselas-es decir,el Bundesbank- y mirar,como bien dice el emérito filósofo Gustavo Bueno,hacia América Latina,un mercado de hispanos de 500 millones de habitantes,la plataforma hispánica.Ahí es donde está el futuro de España si quiere ser algo