Dos entrevistas separadas por seis años de diferencia describen la coherencia de Goytisolo. Un hombre para la literatura que repudiaba la vida literaria
Ambas entrevistas se realizaron por teléfono, entre Madrid y Marrakech. La primera, en una distendida conversación. La segunda, sobre unos apuntes previos con las respuestas a las preguntas ante la dificultad para poder entenderse por teléfono. Un año después de la segunda entevista, el director de Foros21 pudo entrevistarse personalmente con Goytisolo en su casa de Marrakech. Teníamos que haber viajado mucho antes…
Goytisolo en el Raval
En septiembre del 2009, Juan Goytisolo presentaba ‘Genet en el Raval’ en Barcelona, justo en un momento en el que el barrio volvía a ser noticia por el recrudecimiento de las redadas y el debate sobre el endurecimiento de la ordenanza municipal. En el libro, Goytisolo habla de quien marcó y casi definió su carrera como escritor. «Caído en la abyección, Genet decide asumirla y convertirla en virtud suprema».
A Jean Genet le debe el “horror por la vanidad literaria”, y la distinción entre “literatura y vida literaria” que cambió para siempre la relación de Goytisolo con la literatura.
Genet recibió, un par de años antes de morir, el Premio Nacional de Literatura francés y envió “a un niño marroquí que trabajaba en un circo, vestido de acróbata, a recogerlo». A su propio estilo, Goytisolo fue consecuente con estos principios hasta el final, cuando rechazó el Premio Internacional de Novela, y cuando aceptó el Cervantes.
En la presentación del libro, Goytisolo dijo que a veces pensaba en hacerse «independentista de La Rambla y del Chino», mientras defendía un antinacionalismo que bebía de Pi y Maragall y Azaña.
Tras su muerte, Goytisolo ha sido enterrado junto a la tumba de Genet en el cementerio español de Larache, en la región de Tanger-Tetuán, en el norte de Marruecos. Al entierro acudieron amigos de todas las regiones del país africano. Las mismas manos que sostienen un puente de cristal hispano-árabe, portaron su féretro hasta el final. ç
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Tiene el don de la oportunidad. Edita “Genet en el Raval” y el barrio se convierte en portada por las redadas policiales…
El Raval que yo conocí en época del franquismo se parece mucho al que hay ahora. La prostitución callejera existía hace setenta años y hace cuarenta, y hoy es exactamente lo mismo.
Ha habido siempre un elemento asocial, de resistencia contra el poder y la moral burguesa. En el año 56, cuando Monique (su exmujer) fue por primera vez a Barcelona, le llevé a unos bares de camareras donde se cantaban no solo canciones obscenas sino anticlericales y burlándose del Papa, en plena época de Franco. Ha sido siempre un icono muy especial.
Pero no existen las casualidades; no es que coincida con la actualidad. Es una posición estructural en su obra contra el orden burgués y por el caos, la libertad, en definitiva, que se respira en el Raval…
Para Genet la experiencia española fue decisiva, su toma de conciencia, de rebeldía literaria, social y política. Pero al igual que la libertad del Raval no se puede dar en Pedralves, ¿no ocurre lo mismo entre la literatura y la vida literaria?
Esto es una de las cosas que aprendí de Genet, abandonar muy pronto la vida literaria para consagrarme a la literatura. Desde que dejé Galimar a finales de los 70, no he querido nunca introducirme en la vida literaria. Vivo totalmente al margen de eso. Es una forma de mantener mi independencia literaria, moral, cultural…
Entonces, ¿ocupa más espacio público la vida literaria que el cuestionamiento moral del que ha hecho gala la literatura constantemente?
Esto es una realidad muy triste, pero es una realidad. Yo tengo muchas esperanzas en un grupo de escritores jóvenes que tienen la valentía de defender el texto literario frente al producto editorial. Hay media docena de escritores que, en mi opinión, lo hacen de una forma heroica porque esto les cierra la entrada a una serie de puertas de acceso al mundo editorial. Me parece una muestra de gran valentía.
¿Cómo evoluciona en Genet esa transgresión, y el valor de lo que transgrede?
Genet desde joven asumió todo lo que repugna al orden establecido, la homosexualidad, la traición, el odio a la patria… más tarde esta rebeldía, que aparece en “Diario de un ladrón”, se trasladó al terreno político. Yo lo frecuenté mucho durante un periodo de veinte años, y para él, por ejemplo, Mayo del 68 significó una ruptura con el orden de De Gaulle y sus sucesores, como Giscard D’Estaing, que le llevó a dirigirse a los estudiantes en la Soborna, a participar en las manifestaciones en favor de los inmigrantes.
A partir de ahí, el año 70 fue el más intenso en la vida de Genet. Tiene una obra poco conocida, “El enemigo declarado” publicada por la editorial Galimar, que nos refiere a su intervención en la convención demócrata de Chicago, su relación con Angela Davis y Bob Hill, los dirigentes de los Panteras Negras… escribió un artículo extraordinario sobre el asesinato de George Jackson en 1971. De ahí pasó a defender, en un artículo muy criticado titulado “Violencia y brutalidad”, a la fracción del Ejército Rojo de Ulrike Meinhof.
Todas estas cuestiones políticas aparecen en una entrevista extraordinaria que le hizo Hubert Fichte, un escritor alemán que murió de sida muy joven, un escritor de gran talento. Y aparece también en la entrevista que yo le hice en la revista “Libre” en París por estas fechas. «Hay que resistir a la uniformidad y a la claudicación»
De los Panteras Negras pasó a Palestina, estuvo en Jordania, en el llamado Septiembre Negro con la represión del Rey Hussein contra los palestinos, y fue expulsado de allí. Pero volvió por la zona y, concretamente, en Líbano escribió “Cuatro horas en Chatila”, que es una obra denunciando la matanza en el barrio de Chatila, obra de las falanges libanesas estrechamente dirigidas por el ejército israelí. Todo culminaría en su mejor obra literaria que es “Un cautivo enamorado”, que para mi es una de las grandes novelas del siglo XX.
“Genet en el Raval”, además de su obra, ¿busca reivindicar sus orígenes como escritor?
Sin duda, Genet es una influencia más ética que literaria, aunque en “Juan sin tierra” hay una manifiesta influencia de Genet. En lo demás fue su independencia frente a la sociedad literaria lo que me impresionó más.«Hay obras contemporáneas que me parecen más propias del s. XIX»
Por otra parte, él tenía una idea muy clara de la distinción entre texto literario y producto editorial, y decía que cuando uno escribe una novela sabiendo el principio y conociendo el final, esto no es una aventura literaria, la aventura del lector al entrar en un terreno nuevo, desconocido, es más un trayecto en autobús. La mayoría de novelas que se publican son meramente un trayecto en autobús.
Creo que le invitaron a inaugurar una calle con el nombre de Genet y no acudió…
Estas ceremonias me horrorizan. Creo que fue Luis Permanyer quien me invitó, a quien he conocido ahora, que es un gran historiador del antiguo barrio chino… le dije que no, porque Genet era capaz de resucitar y llenarme de insultos. Uno de los momentos más desagradables de mi vida es cuando descubrí que en Guadalajara, en México, habían hecho un busto mío en la Universidad. Cuando fui a la inauguración lo único que se me ocurrió decir es que si se cometía un atentado contra este busto, el primer sospechoso era yo.
¿Porque considera que es como institucionalizar la rebelión…?
Bueno. Yo siempre he permanecido lejos de la institución literaria. Nunca he buscado hacer carrera. Hay quien concibe la literatura como una carrera, y para mí es más una aventura. He trabajado siempre para poder escribir libremente y no he escrito para ganar dinero.
Una curiosidad, ¿por qué dice que no podría vivir en Barcelona o Madrid?
En Barcelona podría vivir en el Raval. Desde que salí de España he vivido en barrios de inmigrantes con gente de todo el mundo, que es donde me siento como en casa. Y vivo en Marrakech porque aquí puedo vivir y trabajar. En España si vivo no trabajo, y si trabajo no vivo. Aquí puedo alternar las dos cosas.
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Tras el anuncio del Premio Cervantes, Goytisolo solo concedió dos entrevistas, una de ellas a esta casa. Recientemente se ha escrito que aceptó el premio, en contra de lo que había defendido en otras ocasiones, por la dotación económica, para poder seguir sosteniendo los estudios de sus tres ahijados. Un decisión en total sintonía con lo que había defendido en tantas ocasiones.
Si un lector nuevo, joven, le pidiera un «itinerario» para comenzar a leer tu obra ahora, hoy mismo, ¿qué le diría, qué le recomendaría?
Le recomendaría mi última novela, titulado «Telón de boca», que refleja netamente mi experiencia de la vida y la literatura, desde la altura literaria, y que no tiene complicaciones como pueden presentar obras como «De don Julián a Makbara».
La crítica le coloca ya indefectiblemente como un escritor «heterodoxo». ¿Se siente identificado con esa etiqueta?, ¿qué significa para usted esa heterodoxia, literariamente hablando?
Nunca me he considerado como un heterodoxo. Lo que he procurado es ampliar el modelo español del nacional catolicismo que parte de una concepción ideológica incapaz de abarcar el contenido de nuestra cultura. De alguna manera he procurado someter este canon nacional católico a lo que había sido dejado de lado. Me ha interesado siempre todo aquello que ha sido considerado heterodoxo, sin considerarme por ello yo mismo heterodoxo. De ahí mi interés por obras ignoradas durante largo tiempo como «La Lozana andaluza» o el hecho de haber traducido del inglés las obras de Jose María Blanco Withe.
Su engarce con la tradición literaria es curioso: más que con los autores que le preceden o con sus contemporáneos, se siente vinculado con obras como «La Calestina» o «El Lazarillo», ¿por qué?
Porque una cosa es la actualidad y otra la modernidad que circula a lo largo del tiempo. Para mi obras como «La Celestina», «La Lozana andaluza», «El Lazarillo» o «El Quijote», son obras que considero como contemporáneas mías, más que otras obras realmente contemporáneas que me parecen más propias del siglo XIX.
Sus «deudas literarias» no son sólo con la tradición occidental. ¿Qué debe a la tradición árabe?
Hay que entender que la literatura castellana durante sus tres primeros siglos y la literatura catalana también, fueron literaturas mudéjares, que fueron escritas en los idiomas románicos pero los modelos literarios eran árabes. Esto está muy claro desde el Poema del Cid, que es el primer poema épico tomado de la tradición árabe escrita en castellano, hasta el Arcipreste de Hita, obras como “El conde Lucanor” y “Calila y Dimna”.
En la España actual, ¿todavía «escribir es llorar», como dijo Larra?
Creo que es mejor adoptar el arma del humor y de la ironía del espectáculo que ofrece el ruedo ibérico español ante una mirada lúcida como lo fueron las de Larra, Manuel Azaña y Luis Cernuda.
La literatura que se escribe hoy es, desde el punto de vista del lenguaje, una meseta árida con tres o cuatro arbustos, nada que ver con el vergel de un texto como «Campos de Níjar». ¿Crees que el lector del futuro podrá leer obras con esa riqueza léxica?
Estas horas presentan una cierta dificultad dado el actual empobrecimiento del lenguaje, acentuado por el estilo casi telegráfico de las redes sociales, pero es una lucha que debe darse para que toda esta riqueza léxica no se pierda.
¿Cómo ves el futuro de la literatura?, ¿hay esperanza para la literatura frente a la censura comercial?, porque la buena literatura sigue naciendo en algunos nuevos autores…
La censura comercial es mucho peor que la censura política, porque es algo solapado que se disfraza con los éxitos de ventas. Pero una cosa es el producto literario y otra bien distinta el texto literario. Por fortuna hay una buena docena de autores en España que están defendiendo el texto literario frente al producto editorial. No están al albur de los focos pero son ellos los que mantienen la vigencia de nuestra literatura.
España está cambiando a un ritmo muy acelerado. Y al mismo tiempo resuena aquella frase de que todo cambie para que no cambie nada… ¿qué debería cambiar para que todo cambie?, si es eso posible…
No puedo yo dar una receta para la situación que estamos viviendo. El hartazgo general de la juventud con respecto a la clase política es muy sano. Debemos apoyar todos estos elementos, todas esas fuerzas que no se resignan a la corrupción y al mangoneo político al que estamos asistiendo a diario.
Sin vivir en España, pero sin dejar de estar presente, usted ha participado a través de artículos, manifiestos o apoyos a alternativas concretas. ¿Qué papel cree que debe jugar el mundo de la Cultura en un momento de transformaciones como este?
Resistir a la uniformidad y a la claudicación de quienes se limitan a poner letra a la música nacional. Todos estos escritores que lo único que hacen es nunca poner en tela de juicio sino aplaudir lo que hay.
Las noticias sobre los casos de corrupción ocupan gran parte de los telediarios, pero ¿cree que la corrupción es la enfermedad, o tan solo un síntoma y la raíz del problema es otra?
La corrupción es general en el mundo pero es particularmente intensa en España. Según la teoría de la información una noticia presentada contiene un alto interés informativo en que es improbable. Como en España la corrupción es muy probable y es pan de todos los días, pues deja de ser una noticia. La noticia sería, por ejemplo, decir fulano de tal, que está trabajando en la administración no ha robado nada. Esto, por su carácter insólito sería una buena noticia.
Mientras miles de jóvenes se van de España, miles de inmigrantes intentan cruzar la frontera con un grado de represión inaguantable. ¿Nos hemos convertido (valga la imagen) en el Muro de Berlín del sur de Europa?
Sí. El espectáculo es desolador y bochornoso. No puedo contemplar a estos muchachos encaramados en la verja de Ceuta y Melilla sin sentir un sonrojo ante el hecho de que esto sea posible en el siglo en el que vivimos.
No hace mucho publicó un artículo «El sueño de una Gran Andorra», señalando los intereses de quienes levantan la bandera de la independencia de Cataluña, y reivindicando el espíritu de Azaña y Pi y Maragall. ¿Existe una subversión de los valores históricos de la izquierda respecto al «debate soberanista»?
El choque entre dos relatos históricos antagónicos como los del nacional-catolicismo español y el victimismo catalán en torno a 1714, es inevitable en razón de su mundo de mítica ajeno a la realidad de los hechos. La sacralidad de lo mítico no puede compartirse. Yo creo que el gran logro de la derecha independentista ha sido presentar la utopía soberanista como única alternativa a la crisis económica que sacude a la sociedad catalana.
Como escribe Antonio Santamaría en un excelente ensayo publicado en El Viejo Topo, esto hubiera sido imposible sin la connivencia de la izquierda que fue incapaz de plantear un combate ideológico y político contra las tesis nacionalistas, y no supo formular una alternativa federalista real.«»Casi nadie siguió la vía trazada por Pi i Margall»»
Nadie, o casi nadie, siguió la vía trazada por Pi i Margall y esto explica el seguidismo a las tesis de Mas y ERC, que atribuyen a España todos los males de Cataluña sin tener en cuenta el caracter internacional de la crisis y la responsabilidad en ella de las élites catalanas desde Pujol para abajo. La corrupción en Cataluña es la misma que en el resto de la península.