A la imagen de Puigdemont intentando presidir la Generalitat desde Bélgica se une ahora la de Anna Gabriel, portavoz de la CUP en el Parlament durante la pasada legislatura, reclamando asilo en Suiza. No es un nuevo frente abierto. Es la expresión de una derrota de las élites independentistas que va a marcar el futuro de la política catalana.
Puigdemont insiste en cambiar la ley de presidencia para poder ser investido desde Bruselas. Reclama poder ejercer el mando sobre el Govern catalán, decidiendo consellers y arrogándose la prerrogativa de disolver el Parlament y convocar elecciones.
No se ha podido llevar a término porque ERC, que ostenta la presidencia de la Mesa del Parlament, se ha negado siquiera a tramitar la propuesta.
La imposible pretensión de Puigdemont de seguir dirigiendo a distancia la Generalitat ha abierto en canal la cabeza del independentismo.
Desde la cárcel de Estremera, Oriol Junqueras ha dejado claro que es necesario encontrar un candidato alternativo a Puigdemont para poder formar gobierno.
Y Marta Rovira, que ostenta oficialmente el liderazgo de ERC en sustitución de Junqueras, ha cargado sobre Puigdemont toda la responsabilidad de la celebración del referéndum del 1-O y la posterior aprobación de la DUI.
También el grupo dirigente del PDeCAT se ha distanciado de la estrategia de Puigdemont. Su actual secretaria general, Marta Pascal, ha admitido que el nuevo gobierno catalán “deberá respetar la legalidad y la Constitución”, e incluso ha aireado sus “diferencias con Puigdemont”.
Las élites dirigentes del independentismo han asumido su derrota. Saben que el procés está acabado y su hoja de ruta archivada. Y su única pretensión es poder “restaurar la normalidad” para volver a ejercer el control sobre el aparato de la Generalitat.
El empecinamiento de Puigdemont solo contribuye a perpetuar el 155, amenazando con su extensión a otros ámbitos que fueron descartados, como la educación o los medios de comunicación públicos.
Deshacerse de Puigdemont, buscándole una “salida honrosa”, ha pasado a ser la principal preocupación de buena parte de las élites independentistas.«Las élites independentistas intentan minimizar daños en su derrota, y se disputan la dirección en el futuro marco político»
Un campo de apoyo a la fragmentación que está, especialmente en su cabeza, en abierta retirada. El anuncio de la ex portavoz de la CUP, Anna Gabriel, de buscar refugio en Suiza, negándose a presentarse en Madrid ante el juez que investiga su participación en la convocatoria del referéndum el 1-O, así lo confirma.
Sorprende que quien se proclama anticapitalista busque amparo precisamente en Suiza, un Estado cuya única razón de existencia es la de ser un refugio seguro para grandes bancos, monopolios y criminales de guerra.
Pero, tras la huida de Puigdemont, la de Anna Gabriel confirma el fracaso de quienes abanderaron la fragmentación.
A pesar de declararse víctimas de una persecución política, todos daban por descontado que ninguno de los miembros de la CUP llamados a declarar iba a entrar en prisión. Así sucedió con Mireia Boya, sobre la que el juez no aplicó medida cautelar alguna.
La fuga de Anna Gabriel a Suiza es un desesperado intento por mantener viva la llama de la confrontación, aún recurriendo a forzar la realidad.
Buscando, como la misma dirección de la CUP afirma, “ampliar la internacionalización del conflicto catalán”. Por eso han elegido Suiza, que “alberga la sede de varias instituciones internacionales” a las que los dirigentes de la CUP se dirigen.
Efectivamente, Suiza es un importante foro internacional… de todas las organizaciones que sostienen el capitalismo mundial. ¿Qué hace alguien que se llama anticapitalista reclamando su apoyo?
El final del procés dejará más imágenes sorprendentes como esta, pero ya se da por descontado. Lo que está dirimiéndose ahora es qué correlación de fuerzas queda en el nuevo escenario que vivirá la política catalana.
Las élites independentistas intentan minimizar daños en su derrota, y se disputan la dirección en el futuro marco político.
La mayoría social que, en Cataluña y en el resto de España, defendemos la unidad debemos también tomar posiciones.