Mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia una «catástrofe moral» en la distribución planetaria de las vacunas contra la Covid-19 (ya que el 95% de las dosis se han inyectado en sólo diez países, mientras que en el resto del Tercer Mundo apenas se aplicaron… 25 dosis), Cuba está avanzando rápidamente en la aprobación de su propia vacuna -llamada significativamente «Soberana 2»- que ya está en Fase II de los ensayos con 900 voluntarios.
La Habana espera producir 100 millones de dosis de su vacuna contra el coronavirus en 2021 e inmunizar a toda su población antes de que acabe el año, afirma a France24 el director del Instituto Finlay de La Habana, que desarrolla dos de los cuatro proyectos locales en ensayos clínicos y ha firmado un acuerdo con el Instituto Pasteur de Irán para que ese país participe también en la fase III, ya con 15.000 voluntarios. “Tenemos la capacidad para fabricar 100 millones de dosis”, dice, y añade: “Si todo sale bien, este año tendremos a toda la población vacunada”
‘Soberana 2’ es sólo el más avanzado de los cuatro proyectos vacunales del país, que cuenta con una sanidad e investigación biomédica de reconocido prestigio mundial. Además de las vacunas, la biotecnología cubana está desarrollando el fármaco Nasalferón, unas gotas nasales que ayudarían a proteger a los individuos sanos de la infección por SARS-CoV-2.
El medicamento, desarrollado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana, tiene como base un interferón elaborado en Cuba. Se ha usado con un 93% de efectividad en el personal médico que trabaja en la llamada Zona Roja de los hospitales donde están internados los contagiados.
Dos brillantes ejemplos de la enormes capacidades científicas y sanitarias de un país que se ha sacudido las cadenas del dominio imperialista.