“Matar a un general de otro país no es matar a un terrorista peligroso y escondido. Supone una violación de todas las leyes de derecho internacional. Ahora EEUU siquiera puede alegar que defiende el orden global, es un ataque sin excusa. EEUU no debería ser peligroso para la paz”
No son las palabras de un antiimperialista, ni siquiera de alguien que tenga por norma demarcarse o guardar distancia con las intervenciones de Washington. Las ha pronunciado Esteban González Pons, eurodiputado del Partido Popular y uno de los pesos pesados del «equipo de asuntos internacionales» de Génova. En otros momentos -como en la crisis de Venezuela- Pons se ha destacado como un furioso mamporrero de las maniobras de Washington en América Latina. Es un cuadro formado y troquelado en la fidelidad al hegemonismo, en la profunda convicción de que España debe estar encuadrada en el sistema de poder norteamericano.
Pero hasta González Pons ha puesto el grito en el cielo con su tuit, causando estupor en las filas de la derecha y sonrisas en las filas de la izquierda.
Más allá del cinismo del que afirma que EEUU -la principal fuente de guerra mundial- «no debería ser peligroso para la paz», las palabras de Pons permiten ver dos cosas.
Una, que Trump ha cruzado una línea roja que realmente pone a la zona al borde de un gran conflicto. Y dos, que el ataque no cuenta con la aprobación del conjunto de la clase dominante y del establishment político de Washington. Ni tampoco con el apoyo de sus aliados europeos.
El ataque se produce al mismo tiempo que en el Capitolio hay en marcha un proceso de impeachment para destituir a Trump. Un juicio político que, aunque no tiene muchas probabilidades de culminar con éxito, muestra la profunda división de las dos fracciones de clase de la burguesía monopolista norteamericana -representados a grandes trazos en republicanos y demócratas, pero cuya pugna se da en cada aparato de Estado- enfrentadas por la gestión de una superpotencia en decadencia.
La operación militar contra Soleimani ha alimentado un acalorado debate sobre los poderes militares del presidente. El ataque, ha recordado Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara de Representantes, “pone en riesgo las vidas de militares, diplomáticos y puede provocar una peligrosa escalada de violencia”.
Si la ‘línea Obama’ llegó al acuerdo nuclear con Irán para tratar de contener a esa potencia regional, la ‘línea Trump’ ha roto en mil pedazos el acuerdo, ha pasado a imponer una política de «máxima presión» sobre Teherán, y busca que el régimen de los ayatolás hinque la rodilla y abandone su creciente influencia en Oriente Medio.
Nadie puede poner en duda el pronorteamericanismo de González Pons, ni del Partido Popular. Lo que ocurre es que -a diferencia de un Pablo Casado que cultiva una descarada pleitesía hacia el actual inquilino de la Casa Blanca- Pons representa a un PP de Rajoy más inclinado a seguir y defender la línea de la anterior administración Obama, una gestión imperial que ofrecía a Europa -y a España- un trato menos intransigente, y que no causaba violentas convulsiones en el panorama internacional.