Desde hace unas semanas, no hay medio de comunicación que se precie que no esté poniendo en circulación una entrevista, un reportaje o una reseña sobre Cristina Morales (Granada, 1985), que con su cuarto libro ha obtenido el prestigioso premio de novela que lleva el nombre del fundador y alma máter de la editorial Anagrama. Morales, que es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y especialista en Relaciones Internacionales, emergió a la vida literaria en 2013 con la novela “Los combatientes”, publicada por la editorial Caballo de Troya (lo que podría señalar que estamos ante otro descubrimiento de la “factoría” de Constantino Bértolo, aunque no sé con seguridad si ese año ya se había retirado). En 2015 publicó con Lumen “Malas palabras” y en 2017 “Terroristas modernos” (Candaya). Además de una escritora ya acreditada, que se ha metido a la crítica en el bolsillo, Cristina Morales es miembro de la compañía de danza contemporánea Iniciativa Sexual Femenina.
La novela con la que ha obtenido el Herralde 2018, “Lectura fácil”, es un verdadero reto. La novela tiene cuatro protagonistas femeninas: Nati, Patri, Marga y Ángels, que son parientes entre sí y comparten también tener distintos grados de eso que desde la “normalidad” administrativa y judicial y desde la medicina legal se denomina “discapacidad intelectual”. Las cuatro han pasado buena parte de sus vidas en RUDIS y CRUDIS (residencias urbanas y rurales para personas con minusvalías mentales) y ahora comparten un piso tutelado en la Barcelona de hoy, la ciudad “bastarda”, la ciudad de los okupas, de los cuperos, de las asambleas libertarias, del independentismo y Ada Colau, la ciudad autoerigida en símbolo de una modernidad política y cultural irrebatible, pero que guarda debajo de la almohada sus poderosos instrumentos de opresión y tortura, toda su odiosa gama de normas de su propia corrección política.
Estas cuatro mujeres tienen cada una su minusvalía bien tasada y bien registrada, pero lo que no tienen es ni sumisión, ni cobardía ni sentimiento alguno de inferioridad. Se enfrentan a la vida con una osadía y un ímpetu vital… que para sí quisieran tanto amodorrado como hay en la vida actual, con su mani semanal, su Netflix y su cenita en restaurante de vanguardia, vegano a ser posible… para cubrir esa dosis de inconformismo conformista que se estila hoy.
Las protagonistas de la novela de Morales son incorrectas, pero de verdad… no tienen el molde prefabricado ni aceptan que se repriman sus deseos en aras de la presunta normalidad… o para evitar esas incomodidades que produce el que personas “subvencionadas” se salten las reglas…
“Lectura fácil” es una novela intensamente política que navega todo el tiempo por la vía descarrilada de una incorrección política verdadera y no impostada. Aquí al represor o a la represora se le llama represor, opresor, policía y fascista… ya sea de podemos, de la cup o de la asamblea libertaria… Y se arrasa con toda esa falsa filosofía asistencial… que detrás de un gesto de buena voluntad y servicio social lo que realmente hace es continuar la represión y el control por otros medios… Utilizando la voz de sus díscolas protagonistas, Cristina Morales lleva a la picota todo ese “buenismo” asistencial de las organizaciones “progresistas” y retrata de forma implacable el alma policíaca de sus ejecutores.
La novela respira por todas partes un furor y una incontinencia verbal que, a ratos, noquea al lector, que se ve llevado muchas veces a poner en evidencia su propio desconcierto, su incertidumbre, sus temores y su incomodidad ante lo que lee, ante el desafío que estas mujeres lanzan constantemente al aire, como un golpe de dados.
Como muy bien dice la contraportada de Anagrama “este libro es un campo de batalla”: de una guerra de largo aliento que fija sus blancos en grandes y pequeños objetivos, desde el patriarcado, el capitalismo y la represión sexual, hasta la insoportable retórica de los que usan el ropaje de “lo alternativo” para apuntalar de hecho el statu quo. Una batalla que se da no sólo en el terreno de las ideas, sino también en el del cuerpo, una batalla que no es solo cultural sino también política y en la que el lenguaje y el deseo pueden ser armas verdaderamente revolucionarias.
La bailarina que ha sido universitaria y es un martillo pilón contra todo y contra todos; la que se arma de valor para “ocupar” una vivienda, harta de que controlen su vida sexual: la que escribe una novela de su vida en el whatsappp con el método de “Lectura fácil”; la que testifica ante un juez porque a una de ellas la quieren esterilizar… componen un cuarteto memorable al que Cristina Morales saca un rendimiento literario magnífico.
La novela incluye también un “fanzine” que no deja de ser un elemento propagandístico de primer orden y un argumentario para rastrear algunos de los fundamentos políticos y lógicos de la autora, lo que no quiere decir que estemos ante un libro panfletario. El recurso resulta válido en el seno de un texto que nunca renuncia a poner en evidencia la sustancia política de los conflictos que plantea.
“Lectura fácil” es, además, como novela, una brújula y un estetoscopio con los que adentrarse en una radiografía de la realidad actual que está normalmente fuera de los focos con que la televisión y los medios abordan su construcción de la realidad. El lector está llamado a comprobar qué distinta es la imagen que le proporcionan los medios de la que aquí traza, con pulso firme y exhaustivo, una escritora que quiere alcanzar con la escritura el pulso mismo de la vida y que no renuncia a contar lo que cree.
“Lectura fácil” es, como ya se ha dicho, un soplo de aire nuevo y vivificante en un espacio narrativo, el español, que daba claro síntomas de agotamiento y de conformismo. La presencia de una voz nueva, original e impactante, que ojalá ayude a disipar la modorra actual e, incluso, haga que algunas voces se replanteen el viraje que están imprimiendo a su literatura, con la excusa de estar cada vez más acordes “con las demandas del mercado”.
“Lectura fácil” no es, curiosamente, y pese a su título, un libro de fácil lectura ni de rápida digestión. Es muy poderoso en su capacidad de crear escenas llenas de fuerza y tensión, pero es también un libro exhaustivo y argumentativo, y no simplemente emocional. En las batallas internas se suda, pero también se pone en juego un aparato lógico muy potente. Las 420 páginas del libro tienen una gran densidad, no solo energía. Cada una de las voces que habla o se expresa tiene su singularidad y resulta indispensable para componer y dar sentido a todo el fresco narrativo. Es, pues, una obra compleja, llena de matices y de recursos.
Una lectura casi diría que imprescindible, si no fuera porque esta expresión se utiliza hoy masivamente para recomendar lecturas más que prescindibles.
En todo caso, lean este libro… y saquen sus propias conclusiones.
Ministsex 1984 dice:
Es decir, libertad para dictarnos qué debemos desear y hacer a partir de la libre preferencia de unas cuántas, quienes quieren abolir las creencias que están inhabilitadas a respetar, por el Iluminismo que las ha programado. Panegírico ddl odio.