En medio de su particular guerra contra las ONGs, y espoleado por los resultados electorales de las municipales de mayo y por las encuestas, el ultraderechista Matteo Salvini decidió lanzar un órdago con la intención de forzar nuevas elecciones. La «brillante» jugada va camino de transformarse en pifia: el 5 Estrellas y el Partido Democrático (PD, centroizquierda) parecen dispuestos a formar gobierno, lo que dejaría a Salvini en la oposición.
Algunos la han llamado «la crisis del mojito». El 8 de agosto, en bañador y en la playa, bebida tropical en mano y quizá borracho de éxito por unas encuestas que le daban un 36% de intención de voto -casi 20 puntos más que en 2018- Matteo Salvini decidió dinamitar el Gobierno del cual él era vicepresidente y ministro del Interior, fruto de una quimérica y difícil cohabitación entre la ultraderechista Liga y el autodenominado «populista» -y en otros momentos considerado como izquierda euroescéptica- «grillinos» del Movimiento 5 Estrellas (M5E).
Si se repitieran los resultados de las elecciones municipales de mayo y se cumplieran los augurios demoscópicos, que daban el segundo puesto al PD con un 23% y un considerable batacazo al M5E, con un 19% (15 puntos menos), Salvini hubiera tenido vía libre para negociar con los Hermanos de Italia (extrema derecha) y Fuerza Italia (Berlusconi, derecha) el primer gobierno de ultraderecha en Roma desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero Salvini cometió un grave error de cálculo. Si hasta ayer el M5E y los socialdemócratas (la primera y la segunda fuerza) han protagonizado agrias polémicas en el Parlamento, a ninguno de los dos le interesa en absoluto unas nuevas elecciones. Ni tampoco a importantes sectores de la clase dominante italiana, en especial los más vinculados con los centros de poder europeos. Estos grandes capitales italianos no están dispuestos a que una relación cada vez más tirante con Bruselas, Berlín o París mantenga las cuentas públicas en suspenso, amenazas de sanciones, y la economía de la octava potencia mundial en peligro de entrar en recesión.
Así pues, el escenario político ha dado un vuelco y se ha abierto camino a la posibilidad de una alianza entre los grillinos y el centroizquierda, hasta ahora férreos rivales. El M5E y el PD están avanzando en negociar una nueva mayoría que permita formar un nuevo Ejecutivo mucho menos contestatario ante la UE, agotar de esta forma la legislatura y frenar el avance de la ultraderechista Liga. Una solución pragmática, y por supuesto provisional y poco estable, a la siempre laberíntica y cambiante vida política italiana.