En los talleres que de vez en cuando imarto, suelo reservar al menos una hora, para tratar un tema que nosotros los “artistas” no siempre tenemos suficientemente presente: la moralidad en nuestro trabajo; nuestra responsabilidad moral con la Sociedad Humana, que está dispuesta a pagarnos para que les aportemos ideas que le ayuden a sobrevivir, a elegir pautas de comportamiento. Desde un artículo de fondo a una página deportiva, desde una película a ese capítulo de “comedia intrascendente” de televisión de media tarde, desde una novela a una canción pop, nuestro trabajo tendrá siempre una inevitable consecuencia moral, positiva o negativa, en aquellos a quienes nos dirigimos. No debemos olvidarlo. Viene esto a cuento de que, como colaboración a este primer número del De Verdad Digital, yo había escrito un ingenioso comentario (en el que, concretamente, relacionaba esa cachonda afirmación de Bush de hace unos días, sobre que, ahora, “ha abandonado los principios de mercado”, con una película. Y sin embargo, hoy, que voy a enviarla, es 2 de Enero de 2009; y por quinto día consecutivo, Israel, con la deshumanizada contundencia de una fiera, con todo ese poder destructor que le suministra su dueña USA, continúa machacando, salvajemente, impunemente, a esa desgraciada nación palestina y sus abandonados ciudadanos. ¿De que oscuro rincón interior puede proceder una tan paranoica determinación de general de las SS? ¿En qué espantosa creencia divina pueden apoyarse los autores de semejante atrocidad? Tal dia como hoy, ningún pintor debería ser capaz de pintar, ningún músico componer una nota, ningún cineasta rodar un fotograma. Y a mí sólo me viene a la cabeza un vocablo. Vergüenza.