La razón es que no nos encontramos ante un movimiento «natural» del mercado, regulado por la ley de la oferta y la demanda, sino ante un movimiento del hegemonismo norteamericano -apoyándose en sus aliados árabes-, lanzado a una poderosa contraofensiva cuyo medio principal es una guerra económica en torno al petróleo.
Ofensiva dirigida a romper el frente de oposición que representan las potencias emergentes, golpeando al corazón algunos de sus puntos más débiles: Rusia, Irán o Venezuela y la enorme dependencia de su economía de las exportaciones energéticas. En 1980, Reagan preguntó a sus asesores, “¿en qué somos más fuertes que los soviéticos?” y se lanzó a una carrera de gastos militares sin precedentes que acabó colapsando a la URSS. Tres décadas después, Obama parece haber preguntado a sus asesores “¿en qué son más débiles nuestros rivales?”. Y la respuesta ha sido atacar en el flanco débil de su excesiva dependencia de los ingresos del petróleo. Un mercado controladoA pesar del estancamiento económico de la zona euro y la ralentización del crecimiento de los países emergentes y en vías de desarrollo, la demanda mundial de petróleo apenas si ha caído en 2014, y no se espera que lo haga en 2015. «La contraofensiva lanzada por Obama en torno al petróleo está dirigida a romper el frente antihegemonista mundial» Tampoco la oferta mundial se ha elevado en exceso, a pesar de que a través de la nueva técnica del fracking EEUU se haya vuelto a convertir en uno de los mayores productores del petróleo, pues está en su totalidad destinado al consumo interno. No hay, desde este punto de vista, razones económicas objetivas que expliquen un desplome tan brutal del precio del petróleo. Basta mirar sus consecuencias para entender que a lo que asistimos es a una auténtica guerra económica que tiene en el hundimiento del precio del petróleo -acompañado simultáneamente por la revalorización del dólar- su principal arma; y en el punto de mira a algunos de los principales rivales de EEUU. En primer lugar Rusia, pero también Venezuela, Irán o Ecuador. EEUU está empleando su condición de superpotencia para utilizar el dólar y el control que junto a sus aliados posee sobre el mercado del petróleo como armas políticas con las que frenar por otros medios -ya que su declive se acelera- el avance de los países del Tercer Mundo y de las potencias emergentes que cuestionan su hegemonía. Golpe a PutinEn Rusia, la combinación entre el desplome del precio del petróleo y la imposición de las sanciones financieras sobre sus grandes bancos y empresas a raíz del conflicto de Ucrania están provocando una tormenta económica perfecta. En apenas unas semanas, el rublo ha caído en cerca de un 50% de su valor respecto al dólar y el euro, lo que ha obligado al banco central ruso a tomar medidas excepcionales y a Putin a anunciar una inminente recesión. Ni siquiera la utilización de 80.000 millones de euros (el 20% de sus reservas de divisas) ha conseguido detener el hundimiento de la moneda rusa. De mantenerse en esos niveles, el desafío para la oligarquía rusa propietaria de los grandes conglomerados monopolistas del país va a ser enorme en los próximos meses y años: todas ellas se endeudaron altamente en dólares en el pasado, pero hoy deben devolver esos créditos en una divisa que se ha depreciado un 50%. Es decir, no sólo su deuda se ha duplicado, sino que tienen que hacerle frente con una caída del 44% de sus ingresos. Los riesgos de una crisis financiera de hondo calado en Rusia se multiplican hasta el punto de que el gobierno chino, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, anunciaba ayer mismo que está dispuesto a asistir a Moscú, ofreciendo “la ayuda requerida dentro del alcance de nuestras posibilidades”.«EEUU puede asumir las pérdidas del bajo precio del petróleo, a cambio de obtener sustanciosas recompensas geopolíticas» Por otra parte, países cuyas economías dependen fuertemente de la exportación de productos energéticos como Irán, Venezuela o Ecuador, necesitan un precio del barril de petróleo en torno a los 120 dólares -el doble de su precio actual- para equilibrar la expansiva política de gasto público en que se hallan inmersos sus gobiernos antihegemonistas. De mantenerse el actual desplome del precio del petróleo, todos ellos pueden sufrir previsiblemente importantes dificultades económicas que desestabilicen su frente interno. Rápidos resultados¿Hasta dónde, y hasta cuándo, puede sostener Obama esta contraofensiva? EEUU y sus principales países aliados y vasallos (Canadá, México, países de Oriente Medio y el Golfo Pérsico,…) producen alrededor de 40 millones de barriles de petróleo diarios. En el lado opuesto, las potencias emergentes y los principales países del Tercer Mundo enfrentados a Washington producen 25 millones de barriles por día. Es esta correlación de fuerzas favorable -unido al control del dólar y de los mercados de futuro del petróleo- la que permite a EEUU lanzarse a esta contraofensiva. Sin embargo, debe obtener rápidos resultados, pues tampoco puede mantenerla durante un tiempo prolongado. Por decirlo en una imagen, EEUU puede estar en condiciones de ganar una carrera de 100 metros, pero en una maratón lleva todas las de perder. Puede asumir momentáneamente las pérdidas derivadas del bajo precio del petróleo, pero a cambio de obtener rápidamente sustanciosas recompensas geopolíticas: hundir en el caos financiero a Rusia y “embridar” así la línea de Putin, provocar cambios políticos en regímenes hostiles como Irán o Venezuela,… Pero prolongar en el tiempo el hundimiento del precio del petróleo acarrea unos riesgos de envergadura para el propio orden mundial hegemonista.En primer lugar, porque de no obtenerlas, serían los intereses de las grandes petroleras norteamericanas, alineadas políticamente en lo principal con los republicanos y los halcones de Washington, las que se verían severamente perjudicadas. Lo que podría recrudecer el antagonismo de las fracturas y divisiones internas de la clase dominante yanqui, alimentando las tentaciones más agresivas y aventureras dentro de ella. En segundo lugar porque en muchos países del Tercer Mundo productores como México, Irak, Libia, Argelia, Nigeria, Sudán del Sur…, una persistente caída del precio del petróleo sólo puede abrir la puerta a nuevas y mayores convulsiones políticas y sociales de imprevisible desarrollo. En tercer lugar, porque para Europa, aunque en apariencia y a corto plazo la caída del precio del petróleo -del que es absolutamente dependiente- puede ser una buena noticia, en el medio plazo alimenta la tendencia ya presente a caer en la deflación, una caída generalizada de los precios que significa, a su vez, un descenso en la tasa de ganancia para monopolios y multinacionales. Y con ello la necesidad de seguir persistiendo en la rebaja de los salarios y los recortes sociales que están en el origen de las crisis políticas que amenazan a países como Francia, Grecia o España, profundizándolas. «La contraofensiva lanzada por EEUU augura un 2015 preñado de tensiones mundiales y conflictos geopolíticos» En todo este proceso, quien aparentemente sale más beneficiada en lo económico es China, aunque política y estratégicamente puede sufrir un revés importante si Obama consigue alguno de sus objetivos más cualitativos. Por un lado, para China los nuevos precios del petróleo son un impulso a su desarrollo económico, que además aumenta su capacidad de establecer alianzas estratégicas con nuevos países productores. Cuanto más tiempo persista la tendencia al descenso del precio del barril, más productores estarán interesados en encontrar un comprador fiable y seguro a largo plazo como China, incluso a costa de ofrecer mayores rebajas en el precio. Sin embargo, si efectivamente Obama consigue provocar en aliados estratégicos de Pekín como Rusia, Irán, Ecuador, Bolivia o Venezuela la caída -o un profundo debilitamiento- de sus actuales regímenes políticos, el sistema de alianzas y la posición internacional de China se verían seriamente socavados. Un 2015 preñado de tensionesLa contraofensiva lanzada por EEUU augura un 2015 preñado de tensiones mundiales y conflictos geopolíticos. Por un lado, Washington no puede avanzar en sus objetivos cualitativos sin someter al mismo tiempo al resto del mundo a una agitación permanente y desatar sobresaltos continuos en todo el tablero mundial. Por el otro, concentrar sus esfuerzos en romper por sus eslabones más débiles los principales frentes de oposición a su hegemonía (Rusia a nivel global, Irán en Oriente Medio, Venezuela en Iberoamérica,…) exige poner todavía más en tensión a los países situados bajo su órbita como España, forzándonos a intervenir en aquellos lugares donde su nueva estrategia provoque conflagraciones y desgarros y trasladándonos la factura de sus costes económicos, políticos y militares. Si a nivel nacional 2015 va a ser un año cargado de fuerte agitación política por la sucesión de batallas electorales, la nueva situación internacional marcada por la agresiva contraofensiva yanqui no puede sino añadir más tensión e inestabilidad a la coyuntura política del país.