Cuando la actividad económica se reanude, numerosos estudios nos acercan a un escenario en España con otros 2 millones de trabajadores más en paro (aunque la mayoría serán temporales por ERTEs) y 600.000 autónomos que necesitarán ayudas.
Además debemos hacernos también la pregunta que al parecer centra ahora mismo incluso las discusiones del consejo de Ministros: ¿la recuperación será inmediata o lenta?
El cálculo a inicios de marzo era de una disminución del Producto Interior Bruto mundial del -0,5%. Quince días después algunos países como el nuestro estiman una caída del PIB nacional del 1,3%… pero sin duda será bastante mayor. Japón que ya estaba en recesión perderá en el global del año desde marzo de 2019 el 6,3% de su PIB.
Posiblemente Rusia, más algún otro país aislado que consiga evitar paralizar totalmente su economía durante la pandemia evitarán unas caídas tan elevadas; pero ni siquiera podrán evitar un retroceso. Seguramente sólo China que tiene un inmenso mercado interno, y recursos suficientes para invertir, ayudar a la población, reconducir sectores económicos… podrá cerrar con crecimiento este año.
Se rompe la cadena de pagos
El efecto económico inmediato para España es una suspensión en las ventas del comercio no alimentario, de todas las mercancías no imprescindibles, un parón en la hostelería, en el sector del ocio y el espectáculo, en el deporte, el cierre del sector turístico… Y una reducción drástica de otras actividades profesionales como reparaciones, instalaciones, ferias y congresos… Estos sectores van abocados a interrumpir la cadena de pagos: no sólo paralizan nuevos pedidos sino que se deja de pagar a los proveedores lo ya servido. También se interrumpirán muchos pagos de seguridad social al Estado si no se aplazan finalmente.
Según lo que dure el parón, las industrias y almacenes también a su vez interrumpirán la cadena de pagos a los suministradores de materias primas o mercancías. Y finalmente se aplazarán las amortizaciones de la financiación bancaria de comercio e industria. También muchas familias dejarán de abonar plazos de créditos al consumo.
Esta ruptura de la cadena de pagos y créditos hará que muchos negocios no consigan seguir adelante. Abrirán quizás para liquidar pero no tendrán capacidad de enjugar pérdidas a corto plazo, pudiendo ahogarse financieramente por falta de liquidez, aún siendo rentables.
Como resultado los monopolios sumarán otro bocado a diferentes segmentos del mercado minorista. Y también a algunos sectores de distribución y fabricantes.
Algunas grandes compañías también quebrarán como está sucediendo con varias aerolíneas, tour operadores y cadenas hoteleras… Y necesitará ser intervenido por el Estado seguramente el transporte de viajeros por tren y carretera y algún otro sector estratégico.
Todo esto se traslada hasta la industria pesada: por ejemplo se han paralizado las plantas de automóviles y arrastran a las auxiliares… hasta que se detiene también la siderurgia y la extracción de materias primas porque no pueden seguir acumulando stocks.
A largo plazo
El empobrecimiento de una parte de la población (trabajadores de empresas afectadas, autónomos y pequeños empresarios) será inmediato, pues el ahorro era muy pequeño antes de esta crisis sanitaria. Esto reducirá el consumo interno. En nuestro país este mercado interior menguará por otro motivo añadido: la reducción del turismo.
Sólo la rapidez en que se apliquen medidas favorables a la financiación de comercio e industria; la profundidad de las ayudas para complementar las rentas familiares; y la capacidad de movilizar capital privado hacia nuevas inversiones productivas podrán frenar el impacto.
La recuperación no será inmediata. Hay que contar con que la crisis sanitaria será más larga de lo inicialmente previsto. Y que la vuelta a la actividad será escalonada y estará sometida a medidas restrictivas aún cuando haya pasado lo peor.
Incluso reabriendo, las pérdidas de mercaderías serán un hecho para muchos locales: productos caducados, colecciones de ropa o calzado de temporada… Algunas industrias que hayan visto paralizado el consumo de sus producciones no reanudarán la fabricación al mismo ritmo de antes pues sus clientes ya tendrán stocks para arrancar y es posible que los mismos fabricantes también tengan los almacenes repletos. Y la demanda se contraerá en mayor o menor medida por el empobrecimiento de la población. Este problema será extensible para quienes estén orientados a la exportación, porque todas las naciones se verán afectadas de alguna manera. Todo esto anuncia que la reincorporación al trabajo no absorberá de golpe todo el paro generado.
Hay que pensar en un gran esfuerzo y una lenta recuperación.
Manuel dice:
Haremos la industria en Madrid y Barcelona, como siempre, da igual república, franquito, monarquía constitucional. Después ayudamos al norte y a los del sur, tu sabes, mala suerte.
anarkoÑ dice:
Amigo, existe una ley económica llamada «de las ventajas comparativas». Desde luego, tal y como está el panorama, no se puede demorar tiempo en arrancar desde cero. Hay que aprovechar fuerzas productivas ya existentes (aunque en desuso) y «desviarlas» hacia un uso industrial inmediato. Con ese Capital acumulado, sí podría invertirse en áreas «secundarias» y complementarias en una etapa posterior. o bien diversificar más adelante.
Decir que al Norte no se le ayudó a industrializarse desde Madrid, es injusto. Durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX se dispuso un régimen fiscal y comercial particular beneficioso para el Norte y en relación al carbón, hierro, naval, acero… El campo castellano no podía exportar ni un grano de trigo al Norte, ni tan siquiera después de la sustitución de cereales pobres por trigo subsiguiente a las desamortizaciones y a las reformas agropecuarias. Por el contrario, los fueros garantizaron regulaciones mercantiles a las entradas, pero no de salida hacia el resto de España.
Del sur de España, sólo decir que hubo inversiones catalanas al desarrollo de la industria ferroviaria en el sur, a fin de industrializar también la viticultura y enfocarla a la gran exportación hacia Europa e incluso al continente americano. Fernando VII era dubitativo al respecto, pero la nueva burguesía andaluza (algunas veces terratenientes reconvertidos) y en cualquier caso más rentista que los propios viejos terratenientes, convenció al Monarca de no invertir en el proyecto. Preferían dejar la tierra en lo que se llamó situación «de manos muertas», mientras importaban de América y acumulaban a partir del comercio con importaciones.
Luis Ratia dice:
Con la cantidad de análisis de medio pelo que se leen estos dias, con opiniones más o menos compartibles pero en casi todos los casos con una orientación claramente pequeño burguesa, un artículo, e incluso unos comentarios como los que se exponen aquí, son un auténtico torbellino de brisa fresca en estos tiempos de dolor y mudanza. Si fuera creyente, cosa que no soy, diría eso de «dios guarde a vds muchos años».
anarkoÑ dice:
Correcto, amigo. Chapeau a la iniciativa de esta página. Creo que estas circunstancias brindan la posibilidad -y, más que posibilidad, el compromiso social- de intentar clarificar qué nos enseña la realidad y cómo podemos mejorarla.
anarkoÑ dice:
Si se invierte en industria diversificada (bienes médicos de equipo, adaptaciones urbanas, domésticas, compuestos desinfectantes, etc.), tanto aplicables al contexto actual como al contexto de derrota nacional del virus…, entonces las fuerzas productivas pueden ser re-utilizadas en producciones terceras. Eso generaría riqueza y una menor dependencia económica y financiera. En la naturaleza, los dramas ponen entre la espada y la pared a las especies, de manera que éstas no necesariamente están condenadas a perecer o a decaer.
anarkoÑ dice:
Pienso primordialmente en todo el know-how tecnológico, de saber y técnico, que permitiría esas producciones, y cómo tal infraestructura es re-orientable hacia otras producciones distintas. Por ejemplo, cuando tienes la petroquímica montada otra vez, lo determinante no es el producto, sino las fuerzas productivas, e igual con las máquinas de producción de maquinaria de tratamiento, de diagnosis, etc. No son las máquinas quienes determinan la maquinaria, sino una u otra racionalidad con la maquinaria, la que determina productos de gamas diversas.