Todos los agentes patógenos necesitan de determinadas condiciones para multiplicarse. Es bien conocido que la ultraderecha necesita del miedo para crecer.
Es en escenarios de confusión, miedo y precariedad donde más a gusto está, porque es el momento en el que puede aprovechar para manipular y redirigir la tormenta en la dirección que le conviene. Se dice que en los peores momentos se muestra sin tapujos la naturaleza de cada uno, y Vox resulta un buen ejemplo de esto.
En estos días, en los que la gente necesita unidad y solidaridad para salir de la crisis, en los que los reproches deben ocupar un segundo lugar, en los que hay que pensar las mejores medidas para el país y transmitir ánimo a la población, esa ultraderecha infecciosa no ceja en su actividad favorita: alimentar la desunión -del país que dicen amar tanto– y aprovechar el caos para sacar beneficio político.
Desde Vox acusan al Gobierno de saber con anterioridad el alcance de la amenaza del virus y ocultarlo de forma deliberada, y culpan a la manifestación del 8M de la expansión de éste en el país. No pierden ni una sola oportunidad de hacer campaña política y atacar a la izquierda y al feminismo, uno de sus blancos favoritos.
Ese mismo 8 de marzo, en el que las mujeres salimos a las calles, la formación política de Santiago Abascal tampoco se quedó en casa, y realizó un Congreso del partido con 9.000 asistentes en Vistalegre. No solo eso, además, Ortega Smith asistió con síntomas de tener coronavirus después de un viaje a Italia, como se puede ver en las imágenes del acto. Después, se confirmó su positivo en Covid-19 y tras el evento, salieron más casos de positivos: Macarena Olona y Santiago Abascal, entre otros. Tampoco desaprovecharon esto: en un comunicado que publicaron después culparon al Gobierno de no prohibir su propio acto. Sin despeinarse.
La realidad es que el 8 de marzo España no paró ni se quedó en casa porque aún no habían saltado las alarmas sobre el confinamiento, aunque quedaba muy poco para ello. Aquí adjuntamos los datos sobre los eventos que se celebraron ese día o días cercanos, muchos de ellos en la Comunidad de Madrid.
- Partidos de la Liga de fútbol de Primera División el 8M: 156.568 personas de aforo.
- Partidos de la Liga de fútbol de Segunda División el 8M: 102.473 personas de aforo.
- Final Copa de la Reina de baloncesto el 8M: 4.368 personas asistentes.
- Partidos de la Liga ACB de baloncesto masculino el 8M: 72.030 de aforo.
- Acto del Ifema “Salón Internacional del Estudiante y oferta educativa”: 190.151 personas entre visitantes y visitantes profesionales (en total del 4 al 8 de marzo).
- Manifestación del 8M por el Día de la Mujer Trabajadora en Madrid: 120.000 personas.
- Manifestación del 8M por el Día de la Mujer Trabajadora en Barcelona: 50.000 personas.
A estos eventos se suman otros tantos más, además de los usuarios del transporte público, los asistentes a locales de ocio y ritos religiosos. Los datos, por tanto, demuestran que en España –siendo domingo– hubo gran actividad y varios eventos con más afluencia que las manifestaciones del 8 de marzo, por lo que nombrarlo principal causante de la extensión del virus se aleja de la realidad, responde a una intención política de buscar el enfrentamiento y a una estrategia mezquina para atacar al feminismo. Aunque ya sabemos que hay a quienes los datos no les suelen gustar mucho, y menos aún los verídicos y contrastables.
Respecto a la acusación sobre la tardía actuación del Gobierno sabiendo, supuestamente, con anterioridad la dimensión real de lo que se avecinaba, se ha tenido que pronunciar hasta el CSIC. Han lanzado un comunicado explicando que “es falsa la información publicada por algunos medios que afirma que el CSIC envió un informe en enero al Gobierno alertando del peligro de la Covid-19 y proponiendo medidas.”
Lo cierto es que el Estado de Alarma y las medidas de confinamiento se promulgaron en España el 13 de marzo, cuando habían 2.965 casos, frente a los 6.633 que necesitó el gobierno francés o lo 10.149 que necesitó el gobierno italiano. Lo cierto es que España no ha reaccionado tarde.
La realidad es que la dimensión enorme del virus nos llegó de golpe y ningún dirigente del país –ni ningún ciudadano– estaba preparado para ello. Nadie se había tenido que enfrentar a una pandemia mundial. Echando la vista atrás, es muy fácil decir que había que haber actuado antes y de qué manera, con las cifras en la mesa y las dimensiones del problema vistas. En su día, no era tan fácil.
Ya habrá tiempo de hacer balance y autocrítica para aprender de los errores cuando todo haya pasado, ahora lo que necesita el país son dirigentes políticos que prioricen el trabajar juntos para frenar la pandemia y contrarrestar sus consecuencias. No necesitamos ni nos merecemos partidos que aprovechen estos momentos difíciles para hacer campaña política y avivar el enfrentamiento entre la gente, sino líderes a la altura de las dificultades que sepan mirar por el bien común.