El manifiesto del grupo Koiné (que en griego significa lengua común) defiende el catalán como única lengua oficial de la futura República catalana. Es una postura que viene siendo defendida desde hace mucho tiempo por determinados sectores filológicos y soberanistas ante la situación crítica y anómala del catalán que dichos sectores perciben. Cabe recordar, no obstante, que Junts pel Sí y destacados líderes hoy en el Govern de la Generalitat ya dejaron clara su posición a favor de la doble oficialidad de catalán y castellano en la futura Ítaca.
El manifiesto del grupo Koiné (que en griego significa lengua común) defiende el catalán como única lengua oficial de la futura República catalana. Es una postura que viene siendo defendida desde hace mucho tiempo por determinados sectores filológicos y soberanistas ante la situación crítica y anómala del catalán que dichos sectores perciben. Cabe recordar, no obstante, que Junts pel Sí y destacados líderes hoy en el Govern de la Generalitat ya dejaron clara su posición a favor de la doble oficialidad de catalán y castellano en la futura Ítaca.
El grupo Koiné manifiesta que es urgente tomar conciencia de lo que consideran el mayor problema social actual: la minorización del catalán creada por la dominación española. Esta dominación, dicen, hace que la lengua autóctona catalana se vaya convirtiendo en una lengua minoritaria y «privativa de una comunidad cerrada», mientras que «la lengua de inmigración española» acaba siendo la nacional, la normal y la dominante. Tal cual. Es más, sin rubor alguno denuncian que esta anormalidad queda distorsionada o camuflada por las encuestas lingüísticas que se hacen y publican. Es algo increíble. Los firmantes, que se consideran filólogos, docentes y personalidades de la cultura catalana, reniegan de los datos que recaban las encuestas como falsos por no ajustarse a su percepción intuitiva de cómo está el catalán y cómo se usan y conviven las diferentes lenguas existentes. Es una actitud pre-racional y acientífica muy preocupante viniendo de quien viene.
«COLONIZACIÓN LINGÜÍSTICA»
Su manifiesto hace un recorrido histórico de la bilingüización forzosa que denuncian y que comenzaría en 1714 llegando hasta hoy mismo, en el que reina una «ideología bilingüista» acomodada y conformista. Durante la etapa franquista, aparte de la represión y asimilación de la lengua y la cultura catalana, añaden que la inmigración española venida desde los años 60 fue un «instrumento involuntario de colonización lingüística». Vaya, parece que hemos avanzado un poco en el imaginario fantasioso de la catalanidad más pura. Sabíamos que a los hijos de la inmigración española se nos tachaba de colonos, pero ahora parece que este sector racial de la catalanidad infiere que ni Franco ni los millones de emigrados tenían tanta malicia y afán colonialista. Fuimos colonizadores involuntarios. Muchas gracias. Después de 45 años, añadir lo de involuntario es la única concesión que han hecho en su pensamiento mineral y granítico lleno de prejuicios y etnocentrismo. ¿Así piensan llegar a Ítaca? ¿Son conscientes de los efectos secundarios que puede tener su manifiesto? ¿De verdad conocen la compleja diversidad de la sociedad catalana cuando ellos mismos dicen vivir en una burbuja «privativa y cerrada» y rechazan los datos científicos y sociológicos? Más cofoisme y vanidad egocéntrica, imposible.
EL MODELO DE INMERSIÓN
Según los datos oficiales de la reciente Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población (EULP-2013), el 31% de los catalanes tiene el catalán como lengua materna o inicial, el 55% tiene el castellano y otro 11% tiene otras lenguas que no son ni catalán ni castellano. A pesar de esa asimetría demográfica, casi tres millones de personas han aprendido y saben hablar el catalán aunque no sea su lengua inicial. En diversos ámbitos cotidianos, el uso exclusivo del catalán supera ese tercio de catalanes autóctonos: cuando visitamos al médico, un 40% lo hacemos sólo en catalán, un 42% cuando vamos al banco, un 45% en las empresas y lugares de trabajo, un 46% cuando nos dirigimos a organismos de la Generalitat y un 48% cuando nos relacionamos con la Administración local. Son los datos que ellos no se creen. Ni diglosia contra el catalán como lengua subordinada en niveles oficiales (salvo en la administración de justicia y otros búnqueres menores) ni minorización destructora y asimiladora del catalán como lengua residual.
Marie McAndrew (2013) destaca la armonía y buena convivencia entre catalán y castellano, cosa que no es habitual en otros contextos bilingües (Quebec, Bélgica o Irlanda del Norte). El llamado modelo de inmersión escolar o de conjunción ha sido reconocido internacionalmente como un modelo de éxito que articula la cohesión social y, sobre todo, evita la etnificación y la segregación entre grupos lingüísticos. A pesar de ello, el relato del manifiesto del grupo Koiné cae en ese pecado: etnificar y construir nuevas fronteras entre la pureza de la lengua madre nacional y la impureza de los aloglotos (los que no hablan la única y oficial lengua nacional).
ENCERRADOS EN SU MUNDO
Delimitan que hay una lengua «endógena» y otra «exógena» (en singular, sí, claro, solo se refieren a la castellana como nociva). Reivindican en la futura República la recuperación progresiva de la «genuinidad de la lengua catalana» (sometida a impurezas y barbarismos). Llegan a determinar qué hacer con el aranés reivindicando también su oficialidad única para los ciudadanos del Vall d’Aran (¿con o sin su permiso?). Por último, hacen un llamamiento para crear un «amplio movimiento ciudadano» por la normalización del catalán donde confluyan todos sin importar su origen ni su lengua pero todos muy conscientes de superar la asfixiante subordinación lingüística. Como colofón, afirman sin inmutarse que el problema más importante de la futura República es el problema lingüístico.
Claro, como viven encerrados en su mundo filológico y literario no saben que el mayor problema es y será el aumento de la desigualdad social. Entre el 2007 y el 2014, Catalunya lidera el mayor aumento de la desigualdad medida por Gini de toda la Unión Europea (+12%), más que España (+8,7%) y más que Andalucía (+6,5%). No saben que la colosal crisis ha empobrecido y desclasado al 30% de los catalanes adultos solo hasta el 2012. No saben que, por culpa de la crisis, el 40% de nuestros conciudadanos vive peor que sus padres, en descensor social y ocupando una clase social más baja. No saben que tan solo un 33% de la población catalana vive en plenas condiciones de bienestar y sin vulnerabilidad ni privación ninguna. No lo saben, pero saben que el principal problema es el lingüístico porque así lo dictan ellos.
UN ‘PINYOL’ MUY RACIAL Y PURISTA
Paternalismo, elitismo indignado y asimilacionismo. Serían los tres calificativos que se merecen los conciudadanos aprehensivos y sensibles del grupo Koiné. Tras décadas y siglos de sufrir un duro asimilacionismo hispano, nada como repetir la fórmula con los colonos impuros de la nueva República que se resisten o hablan mal el catalán. Todo sea por poner la lengua catalana en el altar sagrado preeminente, a fuerza de ley y con pruebas que serían parecidas a las de limpieza de sangre, como se hacía en la España decimonónica (un cierre segregador y discriminatorio que, por cierto, nunca se aplicó en Catalunya). Si eso han aprendido de sus colonizadores, más les vale que lean algo del pensamiento poscolonial y moderen sus angustias y prisas identitarias.
Menos pensamiento mágico y sagrado y más sociología, más pisar la calle, más Meridiana y barrios del Besòs y más empatía transcultural con las múltiples alteridades que son y hacen de Catalunya una realidad mestiza, impura y tolerante bajo un trasfondo milenario que no se perderá nunca. Acaban de dar una munición identitaria a los identitarios del otro lado, que explotarán durante mucho tiempo a ver si cumplen con el presagio de Aznar y logran la ruptura de la sociedad catalana desde dentro. El alarmismo y el tono discursivo del grupo Koiné no van a seducir el medio millón de votantes que faltan para alcanzar Ítaca. Por no contar la fuga de miles de votos diletantes. Hay un pinyol muy racial y purista de soberanistas que siguen creyendo que la bandera identitaria es la clave de la independencia. La auténtica clave es la bandera redistributiva, porque sin la promesa de justicia social, igualdad de oportunidades y universalismo no merece la pena construir ninguna nueva República. Y menos si nace desde la exclusión y la imposición cultural rompiendo una cohesión básica y seductora que nos ha conducido hasta aquí.